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lunes, 2 de febrero de 2009

El Sr. Alfonso fue marino

Hace pocos días, invite a un Sr. A tomar un café. Simplemente lo escuché. Entre otras cosas me dijo que había sido marinero…
Hoy, a finales de enero del 2009 suele caminar sin saber muy bien cual es su nuevo rumbo. Sus pasos dejan de tener sentido. Al menos el no los encuentra. Quizás todos tengamos un poco de el o tal vez, terminemos como el.

Cincuenta años atrás…
La calma de la tarde permitía pensar en un mar dócil. La ausencia de brisa no hacia presagiar ninguna anormalidad en la jornada de pesca artesana que estaba a punto de empezar. Las viejas “pargas” (1) de madera empezaron a partir. A medida que les tocaba el turno. En cada una de ellas, tres o cuatro hombres en función de lo que se quería capturar. El bote “la estrella de Hornos” fue de los primeros en partir. Alfonso, se situó en las rocas cerca del rompeolas para despedir a su Padre. Un resfriado de última hora lo dejo en tierra. A pesar de su corta edad, era habitual en temporada de verano austral, acompañar a su Padre para ayudarlo en lo que fuera necesario. La captura de la pescada (2) no era un trabajo que requiriese de mucho esfuerzo.
Sobre las diez de la noche, los primeros botes recién llegaban a la orilla de la playa a punto para ser subidos hasta donde la marea alta nunca llega. En el horizonte, una tormenta eléctrica había aconsejado el regreso antes de hora.
Mariano, el Padre de Alfonso, había optado por seguir pescando. La tormenta y la fuerte corriente asusto a un banco de reinetas (3) y se habían cruzado con ellas. Poder llenar el bote con ellas suponía una buena entrada de dinero en la maltrecha economía de una familia de pescadores. Empezaron a capturarlas sin grandes esfuerzos pero la fuerte marejada aconsejaba retirarse lo antes posible. Alberto, pendiente del timón, controlando en todo momento el mal tiempo, advirtió en varias ocasiones a Mariano.
Este solo tenía ojos para las capturas. Julio y Simón, seguían copando el apreciado botín. Las olas empezaron a zarandear la pequeña embarcación. Y en un abrir y cerrar de ojos, una ola de mas de cinco metros, barrio la cubierta de la pequeña embarcación. Era el primer aviso. Empezaron a recoger la red que tenían tendida, cuando una segunda ola, igual a la primera, los volvió a zarandear. La lluvia empezaba a caer torrencialmente. Optaron por cortar con sus cuchillos la red, cuando una nueva ola, casi los hace volcar. Mariano, fue arrastrado por la misma, enredado en la red. Los intentos de Alberto, Julio y Simón fueron en vano. El océano se lo tragó amparado en la fría y oscura noche.
Dos días después, se resignaba al salir de la misa en su recuerdo. Sus mejores amigas, vestidas de riguroso luto, la escoltaron hasta el acantilado donde tirarían simbólicamente unas flores al mar, en recuerdo de su esposo.
Esa mañana, una densa niebla impedía ver más allá de pocos metros. Alfonso apretaba con fuerza la mano de su madre. No quería llorar. Pero terminó haciéndolo con el consuelo de sus compañeros de colegio. En ese momento decidió seguir los pasos de su Padre. Siguió creciendo. Navegando. Pescando y viviendo mil tormentas. Empezó a salir con Sara, hija de Simón. Se casaron y tuvieron tres hijos. Por las noches, al calor de la chimenea, Alfonso les contaba a sus hijos las bondades de su Abuelo y esa noche trágica donde el océano se quedo con el para siempre. Así se sucedían los días, las semanas dejaron paso a los meses y los años intentaron borrar el recuerdo.
Una mañana en pleno verano austral, amaneció más fresca de lo esperado. Alfonso corrió las cortinas de la casa y esta, estaba envuelta en una densa niebla. Le vino a la memoria a su Madre. Siempre que veía neblina se acordaba de ella. Cosas de la memoria.
Preparó las maletas con tranquilidad. Intentando no dejar nada atrás. Sus hijos, pensando en su jubilación, habían decidido comprarles una casita en el interior. Alejados del mar. Uf… Que difícil tendría que ser el vivir alejado del mar. De su olor, su brisa, sus días claros y sus mañanas de neblina. No sabía muy bien si lo terminaría asimilando. Sara, su mujer de toda la vida, estaba ilusionada. Siempre había observado desde su casa las puntas nevadas de los cerros en la cordillera andina. Nunca había podido tocar la nieve. Ese era su estimulo. Alfonso, decidió salir por última vez con su bote de siempre. La vieja parga de madera. Tenía la intención de hundirla para acabar con su pasado e iniciar una nueva vida lejos del mar. Era como devolvérsela a su Padre. Y así lo hizo.
1: Parga... Embarcación de madera que se utiliza para la pesca artesanal en algunos países de centro y Sudamérica.
2: Pescada… Nombre con el cual se conoce a la merluza en Chile.
3: Reineta… Un pescado de excelente sabor y un gran valor culinario.
“Haciendo amigos”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyright del autor.
janpuerta@gmail.com

14 comentarios:

  1. Una historia tejida con las redes que se echan a la mar, una historia mil veces repetida y única cada vez. Hay pocas cosas más tristes que una lancha varada donde la marea nunca llega, una vida en dique seco. Pero también a la montaña ajena y extraña llega la niebla y con ella un imposible aroma de salitre que inhalará profundamente y le hará cerrar los ojos.

    La foto conmueve aun más, si fuera posible.

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  2. Historia dura. La vida de las gentes que dependen del mar es siempre una mezcla de crudeza y romanticismo, pero el poso amargo siempre persiste. Buen blanco y negro.

    Saludos

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  3. Cómo me gusta esta serie tuya, tejida de mirada, paciencia y palabras.
    ¿Cuánto hace que hemos dejado de escucharnos los unos a los otros?

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  4. Bella historia, pero dura a la vez.

    Tus relatos son impersionantes, me encantan.

    Un besito y que tengas una linda semana

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  5. Hay bitácoras con historias que rasgan!

    Un saludo.

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  6. Siempre me gustaron las historias que narran nuestros mayores, aunque duras, aunque tristes, son historias de vida y sueños.
    Tengo una especia de debilidad especial por los ancianos, quizas porque los sienta en el final de sus vidas... y cuando espero que estas sean felices... en realidad no lo son!!!
    Besos llenos de luz y feliz de leerte!!!
    De esta nueva personita que te ha visitado.

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  7. Conmovedora historia. Gracias Jan.
    Un saludo!

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  8. Que gusto da leerte a pesar de que en esta ocasión se trate de una historia dura.

    Una realidad sobre la que siempre pasan de puntilla periódicos y radios y demás.

    Si atendieramos a las historias de los mayores con mas atención...quizás fueran ellos los mejores medios de comunicación.

    Un abrazo Jan, que lujo leerte y encima gratis ;)

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  9. El mar, lleno de alegrias y penas, trabajo duro y mal recompensado, pero al final las gentes que viven de el, tambien lo hacen por el.
    Saludos.

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  10. impresionante y escalofriante historia, la vida de los marinos es durisima y luego nos quejamos que el pescado es caro, al pescador le cuesta muchas lagrimas...

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  11. ...escuchar a los mayores es una buena forma de aprender... vivir les ha hecho sabios, no cuentan por contar, dicen porque han vivido...un abrazo...

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  12. Buena historia. Ya lo creo; de las que le gustaban a Hemingway; y a Joseph Conrad. Por cierto: ¿Te preguntaste qué llevaba el Sr. Alfonso en esa maletita o cartera que apretaba con tanto afán debajo del brazo?

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  13. La realidad superando la ficción. Muchas vidas anónimas tienen tanta trama como una buena novela. Un abrazo.

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  14. Bonita foto y preciosa historia magistralmente narrada por tí.
    Por desgracia hay muchos Sres Alfonso, pero la vida sigue. Saludos

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Apreciados amigos…
La gestión del tiempo es uno de mis problemas. En la medida de lo posible, contestaré vuestros comentarios.
Un abrazo