Tu marido, el gobernador… Sancho Panza

Si no quieres quedar atrapado por Don Quijote no hagas clic en este enlace:
Los jueves leemos el Quijote con Don Pedro Ojeda
Cap. 2.36

Bien trenzada parece estar la trama urdida por los duques para burlarse, tanto de Don Quijote como de Sancho. Puesto que los dos, son uno mismo en cuanto a la locura de uno y la inocencia del otro. Sancho, sueña con ínsulas y dineros. Y mantiene firme la convicción de Don Quijote por defender, desencantar y amar a Dulcinea del Toboso, quien a estas alturas de la obra, parece ser que todos conocen la realidad menos el mismo Don Quijote.
El capítulo de hoy, podemos tener diferentes lecturas del mismo. Por un lado la broma continúa. La duquesa se interesa por el castigo que tiene que darse el mismo Sancho. Sancho quien poca prisa tiene le confiesa que solo han sido cinco azotes los que se ha dado y con la palma abierta.
Aparece una carta destinada a Teresa Panza donde Sancho le explica las buenas nuevas, incluidos los azotes que ha de recibir. También le envía junto a la misma el vestido verde de cazador, desgarrado, pero del mismo debe de salir una saya y cuerpos para su hija.
En la misma hay una referencia que me sorprende sobre los estropeados y los mancos. A partir de la carta, aparece una puesta en escena con todos los matices necesarios para que el propio Don Quijote, después de ser vanagloriado por un curioso personaje de barba blanca, quede un tanto anonadado por lo escuchado hacia su persona y sus aventuras.
Como colofón al capítulo, Don Quijote pide a los duques, que le gustaría que aquí estuviese el “bendito religioso” que unos capítulos atrás tanto le falto al respeto con sus improperios verbales sobre los caballeros inexistentes.
Cuanta locura para tanta cordura.

Nota:
Estas últimas semanas divulgo primero la imagen quijotesca y en el trascurso de vuestros mejores sueños, publicaré el comentario al capítulo así como alguna que otra sorpresa en forma de lámina. A ver si salgo del encantamiento al cual me ha sometido el tiempo.

Pie de foto quijotesca
No puedo imaginarme las paredes de las casas donde durmió Cervantes pintadas de azul. Como imaginar una posada, un palacio o un simple molino confundiéndose con el cielo.
Pero Valparaíso es un enjambre donde los colores parecen enriquecer a quien tiene la osadía de mirarlos. Es un descaro al propio equilibrio visual. Y como no podía ser de otra manera, las casas de la calle Cervantes de la ciudad porteña, son una sinfonía de colores. Algunos de ellos, más intensos que otros, como podremos ver la próxima semana, adentrándonos en un rincón donde Neruda tuvo el acierto de escribir una de sus memorables obras. Pero de eso, hablara la imagen que os propondré la próxima semana. Esta, quedémonos con la simpleza de unas líneas sencillas y un equilibrio entre la palabra que da nombre a la calle y la esencia quijotesca que tiene el encuadre en sí.

Como complemento, os dejo cuatro láminas sobre este escudero ficticio pero cuya sola presencia impone… Trifaldín el de la barba blanca.
Pertenecen a cuatro ediciones distintas. Pero podemos ver en ellas las diferentes tendencias en cuanto a interpretar la escena en cuestión.

Clic en las imágenes para verlas mejor
“Quijote”
Copyright© By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyright del autor
janpuerta@gmail.com