Flagrante

Viene del día de ayer...

Después de la pregunta formulada ayer, la respuesta puede parecer sacada de cualquier capitulo perdido en una novela por publicar. Pero si recapitulamos un poco…

La mañana, placida en cuanto a temperatura, partió entre sorbos amargos de café, con la triste noticia de la muerte de AnjaNierdringhaus, fotógrafa que cubría lo acontecido en Afganistán en los últimos años. La crudeza de una guerra que parece no querer terminar nunca. Anja, tenía mucha experiencia en conflictos bélicos. No era su primera guerra, pero si fue la última. La sinrazón volvió a presentarse y la efímera vida que todos disponemos, se le truncó en plenos 48 años.

Mal empezaba el día, pero como si estuviésemos frente a una lección de filosofía oriental, después del yang, aparece el ying o viceversa. La mañana, fue volviéndose calma y los acontecimientos… importantes para ser recordados.

Me reuní con Marcelo cerca de las diez de la mañana. Nuestro destino era llegar a San Felipe, donde íbamos a buscar aceite de oliva. Antes de pasar a retirarlo, decidimos tomar un café en el mismo centro. “Marce”, tenía que retirar un encargo de cerámica y esmalte de una feria ambulante, por no llamarla itinerante. El propietario del puesto, en animada charla, que como suele suceder cuando uno está de paso, tuvimos que cortar por falta de tiempo, no explicó que el recogía la arcilla de cierto lugar que yo no puedo desvelar, donde el misticismo del entorno, la hacía especial. Después la molía sin prisas y con los pigmentos que el mismo hacia y sus 40 años de experiencia en el tema le avalaban terminaba por hacer esas pequeñas joyas que algunos llaman artesanía en tono peyorativo y otros bisutería o bagatelas.

Incluso nos habló que gracias a sus conocimientos sobre la arcilla, podía sanar de las ulceras de estomago a quien tomase su remedio casi milagroso.

Nos dio la dirección de un café y hacia allí nos dirigimos. Pero estaba cerrado y cuando nos disponíamos ir al café “de siempre”, nos topamos con el club árabe. El cual, nos sedujo al instante, incluso antes de que aparecieran las odaliscas. Anclado en una vieja casa señorial con una excelente luz natural que entraba desde unas ventanas superiores, diferentes estancias nos hacían presagiar una corta, pero intensa vivencia. Preguntamos si podíamos tomar un café turco y nos dijeron -para el deleite de nuestros paladares- que sí.

El café resulto ser bueno. Extremadamente bueno. De esos que uno no le molestaría repetir. Intenso de aroma y con amargor necesario para tomarlo sin azúcar sin tener que hacer muescas extrañas para componer el rictus que a veces se nos queda cuando el café es simplemente imbebible. La propietaria amablemente se interesó por las fotografías que estaba realizando y uno de sus trabajadores, palestino según sus palabras, en animada charla conversamos sobre Irak. Oriundo de Haifa, me hizo recordar lo pequeño que se ha vuelto este mundo donde las distancias y las casualidades parecen no existir. Volví a recordar a Anja.

La segunda parte de lo que restaba de mañana, fue tan intenso o quizás más, si tenemos en cuenta que algunas de las cosas que sucedieron despertaron recuerdos y sabores que tenía medio olvidados… Pero creo que esto debe de ser explicado con más calma y dedicarle por supuesto, un solo capitulo. Así que como en las mejores teleseries, os puedo asegurar que mañana, esto continuara. Entre aceitunas y variedades diversas de su preciado liquido… el aceite de oliva.

La fotografía que ilustra esta entrada la tomé poco antes del café turko.

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