En la puerta de entrada del viejo hotel Reina Victoria hay un pequeño escalón que separa la recepción de la calle. En él, cada tarde se sienta un caballero que resulta ser cliente del hotel. Pero no es un cliente cualquiera, sino el cliente que más tiempo lleva alojándose en el hotel. Nada más y nada menos que veintisiete años.
Es educado, meticuloso, reservado y no dado a los excesos propios de quien vive cerca de los puertos. Comedido incluso con su sonrisa, parece vivir ausente de todo lo que le rodea.
El primer día que llegó pagó por adelantado todo un año. El segundo año hizo lo mismo, al igual que los venideros. En ese periodo de tiempo, le han cambiado el colchón dos veces. El mueble mesita de noche también. La lámpara del techo del comedor fue sustituida por una más moderna a finales del 2009. 1295 bombillas se fundieron siendo sustituidas. Se han jubilado tres camareros, un recepcionista y dos señoras de la limpieza. Has pasado catorce botones por la planta baja recogiendo las maletas de los clientes. Ha habido dos asesinatos y un suicidio. Tres robos y diversos hurtos a la hora de las comidas. Un cocinero se casó con la gobernanta.
El caballero tiene unas libretas donde anota todo aquello que le parece relevante…
Sirva de ejemplo lo sucedido el seis de junio de 1989, después de la llegada al puerto de un carguero neozelandés. El capitán del buque, nacido en Hungría, se alojó en la habitación continua. Ese mismo día celebraba sus cincuenta años. El contramaestre, pensó en un regalo muy especial y decidió contratar los servicios de una prostituta que tenía mucha fama en el puerto y que todos, cariñosamente llamaban la “Reme”. Así lo hizo. Pagándole sus servicios por adelantado. El capitán, ajeno a todo, se emborrachó con unas botellas de ron. La soledad y las ausencias le jugaron una mala pasada. Eran poco más de la medianoche cuando sus ronquidos se podían escuchar con toda claridad desde la recepción del hotel. La “reme” entró en el hotel y subió a la primera planta. Sacó el billete de diez mil pesos que le había pagado el contramaestre y leyó el número de la habitación que ella misma había anotado en el mismo con su lápiz labial rojo carmesí. Distinguió que la habitación donde tenía que prestar sus servicios era la ciento dieciséis. Llamó con mucha suavidad usando los nudillos de la mano derecha. En la habitación contigua, el capitán seguía durmiendo y roncando. El contramaestre se había equivocado de habitación. La “reme” se percató enseguida de la equivocación pero le gustó el porte del hombre de la ciento dieciséis. Juntos vieron amanecer y sintieron despertar al capitán quien refunfuñando en húngaro, bajó a desayunar con un fuerte dolor de cabeza.
El hombre de la ciento dieciséis, es el mismo que cada tarde se sienta en el escalón que separa la recepción del hotel Victoria de la calle.
La gente que transita en las cercanías, pasa a su lado sin darse cuenta que todo lo que para el es relevante, lo anota en sus cuadernos de bitácora muy personales.
Su última anotación era de ayer tarde…
Hoy martes, ha vuelto a pasar. Es una mujer que me parece extraordinaria. Camina con elegancia a pesar de la altura que tiene. Siempre la he visto con esa media melena que le da un aspecto muy apropiado. Creo que a pesar de haberla mirado con insistencia, ella nunca reparó en mí.
Con un clic sobre la imagen las veréis a pantalla completa.
“cien microrelatos”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor.
janpuerta@gmail.com
Observando la vida, pero masticandola también.
ResponderEliminarEstupenda entrada!
Es una historia preciosa. Me pregunto cómo se puede vivir 27 años en un hotel.
ResponderEliminarInteresante fotografía que ilustra toda la historia de este hombre.
Un abrazo.
BON DIA JAN:
ResponderEliminarGracias por irnos mostrando tus páginas vividas.
Una abraçada, desde Valencia, Montserrat
Ser cliente diario de un hotel así da derecho a mucho. A ver pasar la vida desde el escalón de la entrada, por ejemplo.
ResponderEliminarNosé cuánto de ficticio tiene el relato, pero desborda de poesía!
ResponderEliminarun abrazo.
Un buen observador no participante con raras excepciones...
ResponderEliminar¡De vuelta a la normalidad! Perdón por mi ausencia, estuve de "mini-vacaciones" Un besito!!!
ResponderEliminarBuenos días, Jan Puerta:
ResponderEliminar¡Cuántas cosas pasan por nuestros ojos en el transcurso del tiempo!. Detalles que no anotamos, pero que sumados son la vida de cada cual.
Me encantaría leer los cuadernos de bitácora del inquilino de la 116.
¡Cuánto tiempo libre para observar y escribir todo lo que acontece, viviendo en un hotel, con todo hecho!.
Ah, y aunque no lo sepa, la mujer sí que ha reparado en él. Cada día, después de pasar delante de la puerta del antiguo Hotel, se va preocupada, pensando en el gesto de su cara, que ella siempre encuentra cargado de tristeza.
Saludos. Gelu
Otro estupendo relato de tu colección.
ResponderEliminarObservo que la soledad, es tu tema preferido, i por eso lo debes dominar con tanta maestría.
Interesante, muy interesante, Jan.
Me encantó est relato, meticuloso, pausado y reflexivo.
ResponderEliminarUna muy buena fotografía complementa acertadamente.
Un abrazo.
Fue todo un acontecimiento que la "Reme" se equivocara a proposito de habitacio. Quien tuviera esa suerte. En adelante dormire en la habitacion de al lado de gente adinerada: por si alguna viene y se ronca el vecino.
ResponderEliminarInteresante la libreta de notas relevantes del inquilino, no se le pasa una buena moza que no quede reflejada.
Estoy algo complicado con el siguiente N' del Espolon. Procurare venir mas seguido en cuanto lo editemos: "Imagenes y palabras" lo merece.
Abrazo amigo
Lo tuyo es poesía viva, amigo mío. No imaginas cuánto disfruto tus "miradas".
ResponderEliminardos abrazos y un beso
Me ha gustado mucho este relato de ausencias y soledades. La fotografía, muy acorde.
ResponderEliminarUn abrazo
Siento haber estado ausente estos días, Jan. Imperativos profesionales.
ResponderEliminarEste relato me ha parecido sencillamente maravilloso. Con un hondo contenido poético y una construcción formidable.
También a mi me gustaría cotillear esos cuadernos de bitácora. Deben ser de lo más interesante.
Un fuerte abrazo, querido amigo.
Hola amigo Jan ,te felicito por el magnifico y interesante relato del inquilino de la 116.
ResponderEliminarUna historia de soledad y ausencias el inquilino del hotel tendrá en su cuaderno, historias para escribir un libro o dos por lo menos jeje .
Un gran abrazo de MA