Los años pasan y los recuerdos permanecen...
Hace años que no visito Londres. La última ocasión coincidía con los últimos días de marzo del 2004. Unos días antes les había confirmado a Marc y Helen de mi visita. Me recogieron con la clásica puntualidad británica en el aeropuerto de Heathrow. Después de los abrazo de rigor y esas consabidas frases que todos hemos repetido en más de una ocasión, relativas al tiempo que hacía que no nos veíamos, nos dirigimos hacia su casa. Desde hacía dos años, residían en el barrio de Mayfair, en un apartamento heredado por Helen. Concretamente en Waverton st.
Con mucho acierto por su parte nos quedamos a cenar esa noche en su casa. Estaba realmente cansado y necesitaba una buena ducha y acostarme temprano. El viaje, después de catorce horas de vuelo, incluida una escala se me había transformado en un pequeño suplicio personal.
La cena, fue ligera, cosa que agradecí enormemente. Pasta, una ensalada y un excelente vino francés de cuyo nombre, por mucho esfuerzo que hago, no consigo acordarme. La sobremesa, amenizada casi imperceptiblemente por las mágicas bagatelas de Betthoven, interpretadas por la pianista “Valentina Lisitsa” fueron el preámbulo de una de esas conversaciones que bien podrían parecer intrascendentes pero que encerraban parte de la filosofía de vida que uno tiene y va adquiriendo con el paso de los años. Todo se centraba en el vivir en una gran ciudad o bien optar por alejarse unos pocos kilómetros y estar cerca de todo a la vez que te mantienes lejos, aparentemente. Yo defendía la opción de alejarme. Pero no unos cuarenta minutos en un buen coche, sino alejarme tres horas en un vehículo lento o cuatro y media como mínimo en un bus de esos que cada vez van quedando menos.
Helen, artífice de vivir en el centro de Londres, defendía la opción desde la perspectiva única de que todo está cerca. Siendo este detalle hoy en día imprescindible. La inmediatez ante una emergencia sin duda justificaba su decisión. Los desplazamientos por cuestiones de trabajo, si este se encontraba en el centro, también eran un buen motivo para ello. Marc, optaba por un término medio, por aquel tópico de estar en el campo sin estar lejos de la ciudad. Marc encontraba a faltar la tranquilidad de los fines de semana en Guildford, a poco más de treinta minutos en tren de la capital. Pero el regalo en forma de herencia había que disfrutarlo. Además una clausura del mismo, les obligaba a vivir en el mismo un mínimo de diez años imposibilitando su venta. Cosas de Miss Dorothy, la tía abuela de Helen.
Todas las posturas eran validas y mantenían argumentos sólidos para ser defendidas.
Terminamos el último sorbo de brandy casi al mismo tiempo que Valentina Lisitsa hacia lo mismo con su piano, nos despedimos hasta la mañana siguiente.
Recuerdo haber encendido la tv, buscando la señal por cable de algún canal español. No sé bien cual fue, pero me encontré con un viejo conocido que aun seguía en la brecha, con sus mismos gestos, sus mismas pausas y esa cínica presencia según sus detractores en contrapartida de una solida puesta en escena tal como argumentan sus seguidores más acérrimos. Jesús Quintero seguía sentado delante de su micrófono dorado.
Me desperté a las cinco de la mañana. El despertador del teléfono portátil seguía la rutina impuesta durante los últimos siete meses. Al repasarlo me di cuenta que tenia aun la repetición diaria. Me duché y en silencio salí con mi siempre eterna FM, buscando el amanecer de Hyde Park, pero antes, mi visita obligada al Café Italia, donde sin duda sirven el mejor café de todo Londres. Además, tenía esa peculiaridad de no cerrar y mantenerse abierto las veinticuatro horas. Una visita al 22 Frith Street es imprescindible para los amantes del buen café.
Allí, me encontré con Magda. Madrugadora como yo pero con diferentes formas de encarar las mañanas. Ella se enfundaba un chándal, que por cierto, encajaba perfectamente en sus curvas femeninas, y salía a correr antes de entrar a trabajar en su compañía de software. Antes pasaba por el café Italia, donde le tenían preparado un té caliente con limón natural recién exprimido y azúcar, que le servía de bebida energética. Yo por mi parte, me tomaba mi primer café del día, el cual me revitalizaba, despertándome sorbo a sorbo. En ocasiones, mi segunda taza, coincidía con la salida de Magda. Esa imagen suya, viéndola alejándose a contraluz, siempre me había parecido tan sugestiva como sugerente.
Unos minutos después yo seguía sus pasos buscando la luz adecuada que compensara ese esfuerzo madrugador que me seguía motivando.
Antes de regresar a casa de mis amigos compré algunos dulces y los compartí con ellos en un desayuno improvisado, donde tuvimos otra agradable conversación, mientras la imagen que ilustra este capítulo presidia con notoria sobriedad, el salón comedor de un apartamento en Mayfair, heredado por Helen, esposa de Marc.
Allí, me encontré con Magda. Madrugadora como yo pero con diferentes formas de encarar las mañanas. Ella se enfundaba un chándal, que por cierto, encajaba perfectamente en sus curvas femeninas, y salía a correr antes de entrar a trabajar en su compañía de software. Antes pasaba por el café Italia, donde le tenían preparado un té caliente con limón natural recién exprimido y azúcar, que le servía de bebida energética. Yo por mi parte, me tomaba mi primer café del día, el cual me revitalizaba, despertándome sorbo a sorbo. En ocasiones, mi segunda taza, coincidía con la salida de Magda. Esa imagen suya, viéndola alejándose a contraluz, siempre me había parecido tan sugestiva como sugerente.
Unos minutos después yo seguía sus pasos buscando la luz adecuada que compensara ese esfuerzo madrugador que me seguía motivando.
Antes de regresar a casa de mis amigos compré algunos dulces y los compartí con ellos en un desayuno improvisado, donde tuvimos otra agradable conversación, mientras la imagen que ilustra este capítulo presidia con notoria sobriedad, el salón comedor de un apartamento en Mayfair, heredado por Helen, esposa de Marc.
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Con un clic sobre la imagen las veréis a pantalla completa.
Clicar aquí para ver la serie completa:
“Anécdotas”
Copyright © By Jan Puerta 2008
Texto y fotografías con copyride del autor.
janpuerta@gmail.com
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Una hisotria común entre amigos. todo muy normal incluso el madrugón. Puede ser o no ser verdad. Da lo mismo. Gracias por contarla. Eres un encantador de serpientes metaforicas.
ResponderEliminarQue tengas un buen dia amigo Jan.
BON DIA:
ResponderEliminarAvui es viatjat en un moment de Xile a Londres, mentalment está clar.
Es un prodiji dels nostres cervells, que podem revobinar en el nostres records.
I mira sense donarmen compte te fet tot el comentari en catalá.
Ara amb fa mandra borrarlo.
Una abraçada desde Valencia, Montserrat Ll.
Curiosa imagen para el salón de una vivienda en Myfair, que se caracteriza por su elegancia.
ResponderEliminarUn estupendo relato, Jan, hasta con su pizquita de sensualidad en forma de Magda.
Me ha encantado.
Un fuerte abrazo.
Primero decirte que con los gallos te levantes.... ¿Cómo lo logras?
ResponderEliminarSegundo que Tu amiga tiene el mismo nombre de mi hija escrito exactamente igual: Helen, aunque ella también usa el Helena.
Tercero, que también me encanta Londres y he estado miles de veces. Una de las que más recuerdo con cariño es la semana completa que me pasé sumergida en el British Museum estudiando sus colecciones desde que abria sus puertas hasta que cerraba.
Otra, mis cuarenta en The Foyle"s en dónde me perdía entre sus libros en varios pisos, y los encuentros cons eres queridos en sus cercanías.
O la última en la que viajé sólo a encontrarme con mi hemana (Y ella conmigo) ((jejejeje menos mal... que la cosa fué recíproca))
Y la corto.... que son miles dije... culpa tuya que me traes recuerdos con esta entrada...
Besos
PD. Y mis 15 años .... JAAAAAANNNNNN
ResponderEliminarlos celebré en el Trader´s Bick (un restaurante oriental) del HIlton....
Te aclaro que no hice pomposa fiesta de 15, como se hacía en esa lontana época.
ResponderEliminarPOr única vez en mi vida, solicite un relago: Me pedí un viaje...y, me lo concedieron.
Como siempre, tus palabras y tus imágenes invitan a ser paladeadas.
ResponderEliminarUn abrazo!
Tiempos lejanos de mis visitas a Londres luchando por la chica equivocada.
ResponderEliminarla última vez que estuve... en el 99 pudo ser? HUmmm.... debo limpiar mi memoria jejeje.
ResponderEliminarExcelente relato Jan,me trajiste recuerdos...lejanos...
abrazos!
Dos veces he estado en Londres y volvería a repetir. Es una ciudad que me gusta.
ResponderEliminarSiempre es grato recordar los buenos momentos compartidos con amigos.
Besos