Hace un tiempo, un vecino de esos que suele saber mucho a fuerza de callar casi todo lo que sabe, me comentó en una animada charla, precedida por dos botellas de buen tinto, -ideales para desbrozar secretos- sobre una vieja bodega, enclavada tras las paredes del claustro del convento. Según sus palabras, a finales del siglo XIX se tapió la entrada por orden del abad y hoy en día solo se podía acceder a su interior, a través de un pasadizo que se encontraba detrás de un viejo confesionario. El único de la iglesia que tenía unos relieves góticos. Apurando la copa, me dijo…
.- Donde se sienta el cura, hay un resorte en forma de eslabón de rosario que hay que girar. Así se abre una puerta secreta.
Acercó su dedo índice a los labios y mientras intentaba un lastimero psi… de silencio, se desplomó sobre la mesa quedando sumido en los brazos de Morfeo, eso sí, roncando de una manera escandalosa.
Esa misma noche no me costó mucho quedarme encerrado dentro de la iglesia. Los templos, cuanto más grandes mas rincones para pasar desapercibido tienen. Esperé un tiempo prudencial y me dirigí al confesionario. Me senté y empecé a buscar a tientas el eslabón que debía girar. Lo hice sin mucha dificultad. Se abrió una pequeña puerta que mostraba un pasadizo oscuro. Algunas telarañas parecían cerrar el paso. Pero con la ayuda de un crucifijo que había en el confesionario me abrí paso, mientras mi linterna me ayudaba a ver donde pisaba.
Apenas caminé diez metros cuando un recodo me obligo a girar a la derecha observando una gran sala llena de viejos toneles de madera.
Lo que al principio me pareció que era una vieja bodega de más de cien años, resulto ser la bodega que el monasterio mantenía en activo, reposando en ella los vinos espirituales que tanto renombre tenían en el extranjero. Simplemente había entrado por un acceso en desuso.
Una vez leídas las etiquetas, decidí volver sobre mis pasos, pero sin darme cuenta me encontré en una pequeña sala donde un barril me llamaba mucho la atención por las dos letras a manera de inicial que podía leer… PJ. Quizás esos caracteres querían decir mi nombre y apellido, pero invertidos. “Puerta Jan”. Como disimulando.
O tal vez, un escueto… “Para Jan”.
Entonces, es cuando me decidí a probar el contenido de esa barrica. Seguramente inducido por las historias de mi amigo, el cual me dijo con un tono muy enigmático, antes de caer dormido…
.- Seguro que encuentras algo para ti.
En una repisa encontré una copa que me pareció de cata. En ella, deje caer un poco del vino que contenía “mi bocoycito”. Me gustó y seguí saboreándolo mientras ejercía una y otra vez el ritual clásico, de quien tiene algunas nociones de sumiller frustrado por tener mal olfato, y por contrapartida un excelente paladar. Así empecé a degustar el extraordinario caldo que allí se guardaba.
Al día siguiente, supe que ese barril pertenecía al Padre Juan. El superior del convento. El mismo se encargo de decírmelo mientras me despertaba después de haber sido descubierto por el sacerdote encargado de la bodega, debido a los fuertes ronquidos que emitía después de haber degustado no sé cuantas copas “Afnor”.
La broma me costó cuarenta y cinco mil de las antiguas pesetas, que deposité en el cepillo de Santa Engracia por quien el Padre Juan sentía una extraordinaria devoción.
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“cien microrelatos”
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BON DIA JAN:
ResponderEliminarEn Valencia son las 7,20 de la mañana.
¡Si que te costó caro este vino!
Con ese dinero te habrías podido comprar muchas botellas de las mejores marcas.
Tu relato parece una peli, al estilo el Nombre de la Rosa, ja, ja.
Una abraçada, desde Valencia, Montsaerrat
¡Salud!
ResponderEliminaro mejor dicho,
¡Amén!
:)
jaja...la aventura lo merecía... no Jam no te equivoques, no entraste por una puerta en desuso.. entraste por la puerta del paraíso terrenal del cura cuando no tenía trabajo...un abrazo
ResponderEliminarBona imaginació la teva per poder elaborar aquests relats!!...I veig que t'ho fas venir bé per entrar tu com a personatge i així ens ho pots explicar de primera ma i a més has tingut el privilegi de poder catar aquest bon vi...Encara que aquesta vegada t'ha sortit una mica cara la historia!!...De totes maneres t'haig de dir que ets molt atrevit, perque tal com expliques la situació, debía fer molt de respecte veure't per aquells passadissos secrets y foscos!
ResponderEliminarJa veus, has posat en marxa, també, la meva imaginació i ja m'estic enrotllant.
Una abraçada.
El vino debía de estar bueno... ¡¡¡menudo precio!!! Curiosa historia Jan, así sabemos que no siempre todo lo que nos cuentan tiene de mítico lo que nos hacen creer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y quien no se quedaría en esa bodega degustando caldos cuidados con esmero, desvelendo antiguos misterios y ocultos secretos. Amigo Jan, tienes peripecias para dar y tomar. Una gran historia.
ResponderEliminarUn abrazo
jajajajajajaja un poco cara la broma sí, pero ¡genial relato!
ResponderEliminardos abrazos, amigo Jan
Jejeje los mejores vinos están en las iglesias , buen relato una historia de película, te felicito por ello .
ResponderEliminarUn abrazo de MA .
>Hay que brindar por este magnifico relato tuyo Jan jajajaa..
ResponderEliminarUn abrazo!!
Verdaderamente, querido Jan, me ha encantado esta incursión por ese pasadizo en desuso, el modo de relatarlo, y el final. Realismo. Belleza. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Qué buena historia, vete a saber si en verdad le pertenecía el vino...
ResponderEliminarPreciosa foto y genial, el micro.
ResponderEliminarBesos!
Pero JAN ¿Quién te quita lo bailado de este magnífico relato?
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