Algunas escenas cotidianas en ocasiones se nos antojan de otra época. Un reloj que se para en el momento menos oportuno y la casualidad que dicen no existir, termina por ponernos en nuestro camino a un relojero vocacional y ambulante. Nuestra espera se vuelve larga mientras sus manos abren la caja que mantiene la cadencia de nuestra vida y nuestra espera termina siendo devorada por la inquietud que nos come al no controlar el tiempo en las mismas condiciones en que lo hacíamos hace apenas unos minutos.
En ese momento todo parece suceder muy deprisa, sin el control férreo que solemos tener gracias a nuestro reloj.
El relojero, nos habla mientras sigue hurgando en las entrañas del tiempo y nos tranquiliza al decirnos que simplemente necesitaba una limpieza del mecanismo.
Con la calma de quien domina el tiempo, le da cuerda y un silencioso tic, tac le devuelve el latido a las entrañas suizas y la esperanza y consiguiente sonrisa al cliente. Ajusta la correa de su reloj a la muñeca y vuelve a ser el rey dominador de los segundos, minutos y horas. Su vida vuelve a tener rumbo.
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Copyright © By Jan Puerta 2009
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BONA NIT JAN:
ResponderEliminarEn Valencia son las 22,30 h., son las que marca el reloj de mi comedor.
Tu fotografía es original y muestra a un relojero paciente y tradicional.
Una abraçada, Montserrat
Vaya obsesión con el tiempo la del ser humano...Creo que deberíamos de olviradnos de que existe....
ResponderEliminarUn abrazo.
Somos cada día más esclavos del tiempo. Un reloj combinado con una agenda llena de citas, ocupaciones,... nos lleva de la mano por una vida cada día más estresante. Me gusta la composición de la foto con esos tres planos distintos de cliente, relojero y relojes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tempus fugit.
ResponderEliminarMuy buena foto amigo, un trabajo de mucha paciencia y que este hombre desarrolla en la calle, un abrazo amigo
ResponderEliminarel tiempo empleado en la reparación cuenta o se descuenta?
ResponderEliminarun abrazo
No es más que un sueño.
ResponderEliminarYa lo sé. Pero
como nadie conoce dónde empieza la muerte
y muchos menos dónde acaba la vida
yo quisiera
cantar esta nana para dormir relojes.
Me gustaría creer
que el tiempo es sólo un sueño, un escuálido desperdicio,
y que es posible
cantarle a los relojes una nana que logre
dormirlos por un rato.
Dormirlos mientras sigue la vida amaneciendo.
Pararlos despacito
mientras sigue la vida viviendo a nuestro lado.
Mientras mi madre canta,
mientras pinta mi padre.
Mientras la triste guerra no nos alcanza nunca,
mientras las niñas duermen
soñando que les cantan:
A la nana nana nana
duérmete reloj
que la muerte es mala.
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Este poema se llama Nana para dormir relojes y es de la escritora Francisca Aguirre Benito (Alicante. 1.930).
Besazos Jan, la foto, magnífica.
..
No hay término medio: un relojero sólo puede ser buena persona o un psicópata...
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