Tac, tac, tac, tac… Mi última palabra escrita con mi vieja y fiel Royal indicaba que había llegado al fin de mi último artículo. Un punto confirmaba el mensaje. Atrás quedaban cientos de crónicas desde primera línea de combate. Al lado descansaban mis dos cámaras. Con ellas obtuve más de más de cinco mil fotos de las mismas contiendas bélicas. Muerte, destrucción y alguna que otra flor viva que se escapó milagrosamente a tanta debacle. Y la pregunta de siempre, se repetía sin cesar. Sin solución aparente ni respuesta que pudiera satisfacer mi curiosidad…
Tanta muerte… ¿para qué? Mi último articulo se titulaba… “Cuatro continentes en guerra”
A punto de empacar mis cuatro objetos personales y poder salir del último conflicto bélico, escuché un sonido seco. No podría precisar que lo motivo. El refugio antiaéreo donde me encontraba se llenó de polvo. Un polvo denso que apenas dejaba respirar. Ver a través de el, se tornó una tarea imposible. Parece ser que una granada de mortero acababa de impactar en la misma entrada. El silencio que sobrevino al estallido fue tal, que incluso llegué a pensar que había muerto en ese instante. Me palpé buscando muestras de sangre que delataran mis posibles heridas, e intenté levantarme. Pero la propia densidad me invito a permanecer en el mismo sitio.
Pasaron como veinte minutos. Se me hicieron eternos. Las dudas no dejaban que me concentrase en otras cosas más vitales como por ejemplo, intentar encontrar por mi propio pie la salida. En esto, escuche unas voces que me eran familiares. Aunque no las reconocía con claridad. Sin duda mi aturdimiento era tal que las dudas sobre lo que escuchaba se volvían más latentes. Unos personajes que se antojaron dantescos, cubiertos por unas mascaras de gas me observaban mientras mis ojos irritados se cerraban por precaución. Después de esto no recuerdo nada más.
Desperté con tantas dudas como las que tengo hoy. Mire a mi alrededor y todo lo que había sido mi entrono durante los últimos tres días, estaba en ruinas. Mis cámaras, seguían en su sitio. La royal, también. Estaban casi cubiertas de tierra. Yo también. Me levanté como pude con la obsesión de rescatar mi ultima crónica del carro de la máquina. Esta había desaparecido. Recordé los hombres con mascara y pensé que alguno de ellos, se la había llevado, pero… de ser así, por que razón no se me llevaron a mi también. Las dudas eran tantas que después de despejar y sacudir un poco la máquina, opté por volver a escribir el texto… Solo recuerdo que empezaba…
Tac, tac, tac, tac… Mi última palabra escrita con mi vieja y fiel Royal…
“Microrrelatos”
Me gustó!!!!
ResponderEliminarY nunca sabremos para qué se llevaron la crónica?????
Me ha subyugado humedecerme en el polvo lacrimoso de tu último artículo, mí querido amigo. He palpado cada palabra imaginandola, hasta que el sonido seco de un imperceptible tac, tac, tac, tac en mis pupilas, me han hecho recordar que yo no estaba ahí, sino aquí en algún punto distante.
ResponderEliminarTe saludo con el mismo cariño de antaño.
Rosa Matilde
Me ha cautivado tu ultimo artículo :-))Tiene mucha fuerza.
ResponderEliminarSaludos
Emocionante escrito de un reportero de guerra...Despierta tal sensibilidad que hace latir el corazón y nublar la vista. Hmmm,
ResponderEliminar¿por qué se habrán llevado el escrito...??? No creo que necesite respuesta...
Un fuerte abrazo con los afectos de siempre,
Ilona
Así se escribe, sí señor: con un par de cojones. ¡Bravo, Jan!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho... gracias por compartirlo. Un abrazo
ResponderEliminar!Que bueno! tac, tac, tac,...
ResponderEliminaryo aprendí a escribir en una de estas máquinas...y digo que aprendí.
abrazos