“Empieza la farsa, o no”
2.31
Si no quieres quedar atrapado por Don Quijote no hagas clic en este enlace:
Los jueves leemos el Quijote con Don Pedro Ojeda
Los jueves leemos el Quijote con Don Pedro Ojeda
Este capítulo se las trae. Es de los buenos. Donde su primera lectura, nos incita a una incomprensión de lo sucedido obligándonos a volver a leerlo, tomando notas y analizando los pequeños detalles que abundan y nos hacen imaginar lo que no es.
Al principio, Don Quijote saborea las mieles de los caballeros andantes con el recibimiento pactado por parte del Duque. Se encuentra a sí mismo como el personaje de novela, sacado de las paginas para vivir el reconocimiento de sus muchas acciones con el comportamiento de quienes el ve como sus admiradores.
Sancho contagiado por todo lo acontecido y sin duda por las sutiles palabras hacia su persona por parte de la duquesa, que ordena sin mucho acierto a Doña Rodríguez de Grijalba que se encargue de su rucio. La cosa se complica y terminan a gritos.
“Bellaco, harto de ajos” le grita ella respondiéndole así a Sancho, lo que ella interpreta como un insulto al llamarla “madura”, gracias a lo cual nunca perderá la “quínola”. Un juego medieval de cartas que según cuentan, el puntaje de algunas de ellas, permite llegar a 70. Lo que Doña Rodríguez interpreta como llamarla vieja de 70 años.
Aparece la duquesa quien defiende lo comedido de Sancho. Aparece Don Quijote quien arremete verbalmente contra él quien parece asumir la culpa aceptando los consejos dados como criado sumiso que debería de ser.
Nada más lejos de la realidad. Sancho ha crecido mucho en esta segunda parte. Se le ve más instruido y más equilibrado si cabe en sus deducciones y esto hace que calle, para hablar más adelante en el momento justo. Y este, llega no muy tarde.
En todo el capitulo, la destreza literaria de Cervantes se deja notar. Marca el ritmo de lo que sucede con palabras precisas que transportan al lector hasta imaginar lo sucedido con detalles tan ricos y necesarios para entender todo lo que sucede alrededor de la figura de Don Quijote.
Don Quijote vive en una nube. Y este capítulo parece que intenta demostrar que entre la nube de encantamientos que hay, y la realidad, solo están separados por una finísima línea de comprensión que pone el propio lector.
Quizás es una manera de jugar con su deseo de ser más que conocido como autor de éxito. Tal vez, plasme aquello que le hubiera gustado recibir por parte de la nobleza. Podría ser que en algunos momentos de este capítulo, Cervantes encajase en la figura famélica de Don Quijote.
Sancho ridiculiza una vez más a Don Quijote como si ejerciese una venganza adictiva hacia su amo y señor. Y en esto estamos, cuando aparece de nuevo el clero. Quien con la altanería clásica de aquel que se cree con la verdad absoluta en sus palabras, primero se las tiene con el duque por permitir tal fantochada y después recrimina a Don Quijote, emplazándole a que regrese a su casa y se comporte normalmente…
.- Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el cerebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines?
Don Quijote, escucho atentamente. Y cuando vio que callaba el clérigo…
Uf, se me antoja antológico el capitulo XXXII que leeremos la semana próxima si aquel que manda sobre el clero, nos lo permite.
Pie de foto quijotesca:
La casualidad me llevo a ver quien tenía por vecino Don Quijote.
Ampliar la imagen y verlo vosotros mismos.
En los años 1744 y 1746, vieron la luz dos ediciones de Don Quijote en la Haya. Curiosamente, los grabados, a pesar de ser la mayoría de ellos, del mismo autor, Charles-Antoine Coypel tuvieron una realización por los maestros grabadores totalmente diferentes. Caypel, fue el primer pintor de Luis XV.
En la imagen de hoy incorporo dos gravados para que los podamos comparar fácilmente. Solo hay que ampliar la imagen para darnos cuenta de las grandes diferencias. Esto parece ese famoso juego visual de encuentra las siete diferencias, solo que hay bastantes más.
El grabado de la derecha tiene por autor a Simon Fokke y el de la izquierda por Bernard Picart.
Llegue a ellos, gracias a la hemeroteca de la Vanguardia. Me encontraba leyendo viejas columnas de Azorín, cuando en una de ellas, hablaba de una edición del Quijote de 1746, donde había un grabado de Sancho. Así que empecé a tirar del hilo hasta que la madeja ha quedado desenrollada. Al menos en parte.
En fin, aquí debajo os dejo también el artículo de Azorín, que por cierto os recomiendo lo leáis entero.
En la imagen de hoy incorporo dos gravados para que los podamos comparar fácilmente. Solo hay que ampliar la imagen para darnos cuenta de las grandes diferencias. Esto parece ese famoso juego visual de encuentra las siete diferencias, solo que hay bastantes más.
El grabado de la derecha tiene por autor a Simon Fokke y el de la izquierda por Bernard Picart.
Llegue a ellos, gracias a la hemeroteca de la Vanguardia. Me encontraba leyendo viejas columnas de Azorín, cuando en una de ellas, hablaba de una edición del Quijote de 1746, donde había un grabado de Sancho. Así que empecé a tirar del hilo hasta que la madeja ha quedado desenrollada. Al menos en parte.
En fin, aquí debajo os dejo también el artículo de Azorín, que por cierto os recomiendo lo leáis entero.
El Quijote, como obra clásica, admite relectura. Está lleno de rincones que no se descubren de una sola mirada. También tus fotos tienen truco. Su comprensión pasa por descubrirlo.
ResponderEliminarS únicamente se deja tomar el pelo si ve beneficio. Ya sabe que con su amo hay poco que rascar. No tolera que a Rocinante lo traten mejor que a su burro.
A la vista está que el poseedor de la biblioteca es una persona de Ciencias, interesado en la literatura vasca, a la que le gustan los clásicos.
Buen hallazgo con relación a tus grabados casi iguales. Ahora hay más gente que cuando Azorín escribía, pero no mucha más interesada en los clásicos.
Completa y excelente entrada.
Me ha gustado mucho tu analisis Jan. Extraordinario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Azorín fue un lector muy atento del Quijote: en realidad, vio la vida siempre a través de los libros, como don Quijote. En el cuarto centenario, incluso, debió abandonar su cómoda vida madrileña para hacerse como cronista una ruta del Quijote: sacó artículos y libro de ello.
ResponderEliminarExcelente análisis del diálogo del capítulo... y curioso compañero de estante.
Cuánto material en esta entrada, como siempre lo hay en las tuyas.
ResponderEliminar¡Muy interesantes los grabados!
Qué Sancho se desquite un poco con DQ balancea "las bajadas de caña" de DQ hacia él en los cap. anteriores, principalmente el 2,7 y el 2,28.
Besos.
JAN:
ResponderEliminarBien piensas cuando dices que este capítulo necesita varias lecturas. Hay tantos detalles y elementos soterrados para nuestra mente,que
su lectura nos trae decubrimientos sucesivos.
La bronca de Sancho con La Rodríguez, es todo un acierto de Cervantes. Nos hace reir, y poco a poco nos encontramos a un Sancho que se supera,
que se nos quijotiza por días, hasta el punto de recitarle a la dueña un par de versos de Lanzarote cuando de Bretaña vino...
Luego encontramos el conflicto con el clérigo, muy bueno...la semana que viene veremos que tal le responde don Quijote al frailuco ese.
Un abrazo ( y pásanos unos grados estivales de Valparaiso)