Cuando pienso en Montmarte todo me parece onírico...
Notas dispersas de París. 1990.
Me dejaste dos mensajes en el contestador del teléfono. Un imprevisto te hacía ir a visitar a tu familia en Colliure. Yo te había confirmado mi llegada para el mismo viernes por la noche. Tú regresarías en dos o tres días. Por mi parte, el sábado por la mañana debía de visitar la galería Vieille du temple, puesto que estaban interesados en mi obra.
Cuando las cosas se dan, todo sale a pedir de boca. Me presenté el viernes, según lo previsto. Eran algo más de las once de la noche. Toqué con insistencia el timbre de la portería. Madame Julia, la portera del inmueble de toda la vida, me abrió la puerta…
.- Bonsoir Monsieur Jan.
.- Bonsoir. Comment allez-vous?
Sin perder la sonrisa…
.- Comme ci, comme ça.
Madame Julia se acostaba a las nueve de la noche. Pero sabía que llegaría tarde y me esperó escuchando la radio. Su gran pasión de siempre. Me entregó la llave de la buhardilla al tiempo que me contaba del viaje de Anna.
Hacía casi nueve meses que nos veíamos. Cosas del trabajo. Pero todo parecía estar en su sitio. Una pequeña nota encima del piano me recordaba la importancia de la entrevista con la galerista, quien ya estaba de acuerdo en todo. Solo faltaba puntualizar algunos temas en referencia a las comisiones y los impuestos. La entrevista fue positiva. Todo quedó claro y optamos por el trece de septiembre para la inauguración. Treinta y seis obras de diferentes formatos.
El miércoles, pasadas las cuatro, llegó Anna. Desde la terraza escuché la puerta de un coche cerrarse, al asomarme, justo la vi entrar por la puerta.
Su viaje no fue todo lo gratificante que esperaba. Su abuelo, propietario de una de las factorías conserveras de la anchoa de Colliure, se encontraba con un gran problema, al no haber anchoas hasta el próximo otoño. Esto suponía tener que exportarlas de fuera. Y la calidad de la anchoa mediterránea era inconfundible. Nada que ver con las del mar del norte.
Según le contó, a este paso, la Maison Desclaux deberá de cerrar. Anna, le preparó un plan alternativo de productos a vender de la zona.
De una cosa pasamos a otra. Abrió una botella de vino tinto, recién traída de las bodegas Longeril que había visitado al salir de Colliure. Un excelente Château de Ciffre. Me mostró los últimos trabajos que había realizado para Vogue. Hablamos en la terraza, hasta que la luna iluminó por completo la noche parisina en un alarde infrecuente de casualidades.
Nos levantamos temprano. Había cosas por hacer.
Los dos meses que me separaban de la exposición me parecieron provisionales. Sin darme cuenta, me encontré en medio de un extraordinario y copioso Vernissage. Para estas cuestiones Marie-Helene, la propietaria de la galería era una autentica anfitriona.
Los críticos fueron benévolos con mi obra. Los compradores, también.
“Couleurs d'automne” –título genérico de la exposición- había sido un éxito. Se vendió todo, exceptuando una fotografía que realice el otoño de 1990 en un jardín cercano al Centro Pompidou. Unas hojas que se resistían a caer, a pesar de haber entrado el otoño en sus entrañas. La imagen la titulé en su momento Ocres en Montmartre y terminó en una de las paredes de la buhardilla de Anna.
Nota:
Unos quince años después, pasé a saludar a Madame Julia. El nuevo portero, un emigrante magrebí me dijo que le habían comentado que falleció a finales del 2000. Ese mismo día hice un par de fotos cerca del mismo centro Pompidou. Unas hojas marchitas que pendían milagrosamente de un árbol. Quizás del mismo. Una de ellas, está colgada en el living de mi casa. La titulé “ocres en Montmartre”. Anna, vive en Milán. Cosas del trabajo.
Su viaje no fue todo lo gratificante que esperaba. Su abuelo, propietario de una de las factorías conserveras de la anchoa de Colliure, se encontraba con un gran problema, al no haber anchoas hasta el próximo otoño. Esto suponía tener que exportarlas de fuera. Y la calidad de la anchoa mediterránea era inconfundible. Nada que ver con las del mar del norte.
Según le contó, a este paso, la Maison Desclaux deberá de cerrar. Anna, le preparó un plan alternativo de productos a vender de la zona.
De una cosa pasamos a otra. Abrió una botella de vino tinto, recién traída de las bodegas Longeril que había visitado al salir de Colliure. Un excelente Château de Ciffre. Me mostró los últimos trabajos que había realizado para Vogue. Hablamos en la terraza, hasta que la luna iluminó por completo la noche parisina en un alarde infrecuente de casualidades.
Nos levantamos temprano. Había cosas por hacer.
Los dos meses que me separaban de la exposición me parecieron provisionales. Sin darme cuenta, me encontré en medio de un extraordinario y copioso Vernissage. Para estas cuestiones Marie-Helene, la propietaria de la galería era una autentica anfitriona.
Los críticos fueron benévolos con mi obra. Los compradores, también.
“Couleurs d'automne” –título genérico de la exposición- había sido un éxito. Se vendió todo, exceptuando una fotografía que realice el otoño de 1990 en un jardín cercano al Centro Pompidou. Unas hojas que se resistían a caer, a pesar de haber entrado el otoño en sus entrañas. La imagen la titulé en su momento Ocres en Montmartre y terminó en una de las paredes de la buhardilla de Anna.
Nota:
Unos quince años después, pasé a saludar a Madame Julia. El nuevo portero, un emigrante magrebí me dijo que le habían comentado que falleció a finales del 2000. Ese mismo día hice un par de fotos cerca del mismo centro Pompidou. Unas hojas marchitas que pendían milagrosamente de un árbol. Quizás del mismo. Una de ellas, está colgada en el living de mi casa. La titulé “ocres en Montmartre”. Anna, vive en Milán. Cosas del trabajo.
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“Pensamientos con imagen”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor
Eso, amigo Jan, es que siempre os "quedará París"...
ResponderEliminarGeniales esas hojas.
Un abrazo!
"Ser agradecido es de bien nacido".Bonica historia, narració impecable. que tinguis un bon dia jan.
ResponderEliminarHoy ha sido un gustazo leer, realmente me ha resultado especial.
ResponderEliminarSiempre hay temas que llegan más adentro.
Un beso.
Es un placer leerte...
ResponderEliminarBON DIA JAN:
ResponderEliminarGRACIAS POR ESTE RELATO. EL CUADRO ES PRECIOSO.
HAY RECUERDOS QUE VALE LA PENA CONSERVARLOS EN EL ARMARIO DE LA MENTE. ESTE TUYO DE HOY ES UNO DE ELLOS.
ET SALUDO CORDIALMENT DESDE VALENCIA. Montserrat
Muy bonita la historia, Jan.
ResponderEliminarUn pena que Anna viva en Milán. Cosas del trabajo...
Es incomprensible como tu fotografía no se vendió. Me parece preciosa.
Un abrazo.
Buenos días, Jan Puerta:
ResponderEliminar¿Te das cuenta?. Os unen los Ocres de Montmartre. Y vuestras miradas a tus fotografías, en sus paredes de Milán y en el living de tu casa.
Tenéis que volver a tomar una copa, juntos. Vete encargando una botella de Château Angélus de St. Emilion, cosecha de 1982.
Paris os sigue esperando.
Saludos. Gelu
Es un verdadero placer leerte.
ResponderEliminarAnne Boony…
ResponderEliminarParís es más eterno que nosotros. Pero siempre quedara la esencia.
Montserrat…
Gracies.
Aratza…
Algunos rincones, simplemente nos despiertan constantemente de nuestro letargo.
Cris…
Gracias
Montserrat Llagostera…
La vida sempre esta plena de bons records. Els dolents… em de passar full.
Una abraçada
Jota Ele…
Por cierto, esta la tengo en venta.
Bromas aparte, el trabajo a veces es muy gratificante y más si uno hace lo que le llena plenamente. Pero en ocasiones, frustra grandes historias. Aunque uno con veintitantos años, nunca sabe lo que le deparara el destino.
Apreciada Gelu…
Puestos a elegir y por recomendación directa de la bodega, me quedaría con un Chateau Angelus 1953. Aunque para ello debería de tener muy buena relación con los propietarios de la misma, ya que solo abren, excepcionalmente algunas botellas al año.
Los paladares siguen dándonos quebraderos de cabeza. No obstante, me apunto tu recomendación del 82.
Aunque, te puedo asegurar que en Chile, hay grandes tintos. Grandes y económicos. En cuanto a tomar esa nueva copa de vino… que lejos está Milán. Qué lejos estoy yo de mis recuerdos.
Matvi…
Gracias por estar ahí.
Jan gracias por tu solidaridad con esta causa...espero que le des difusion de la manera que creas mas conveniente...un abrazo...
ResponderEliminarApreciado Jan, que historia más intimista, con ese sentir enmarcado en ese paisaje de profundos significados.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y gracias por deleitarnos en cada post.
Preciosos tus ocres de Montmartre...
ResponderEliminary conmovedora historia.
Te felicito por esa expo. y brindo por las futuras.
Saludos
Tan marchitas y tan llenas de vida...
ResponderEliminarYa te lo he dicho muchas veces pero, tengo que repetirme ¡me encantan tus miradas!
abrazos