Han pasado unos dos meses y medio desde ese fatídico 27 de febrero de este año cuando la naturaleza mostro su lado más amargo en el terremoto de 8.8 en la escala de Ritcher que asoló buena parte de la zona central y sur de Chile.
A parte del número de víctimas fatales, un gran porcentaje de edificios de todo tipo terminaron colapsados. Al igual que puentes, carreteras y trayectos del ferrocarril. Además el borde costero fue literalmente tragado por un tsunami provocado por la magnitud del seísmo.
Las personas que venimos de tierras más tranquilas en cuanto a temblores, nos es muy difícil de explicar las sensaciones que provoca el estar inmerso en un seísmo donde uno, no sabe muy bien que se debe de hacer. Creo que ya comenté en su momento que mi estancia en Japón, me permitió tener unas buenas nociones en cuanto a la actitud a tener, en el momento en que uno se enfrenta contra la naturaleza. En mi caso, había vivido dos temblores de magnitudes inferiores a los cinco grados. Algo parecido a esa sensación de vacío que se tiene cuando un metro pasa por debajo de nuestros pies en alguna ciudad europea. Un leve cosquilleo que ni siquiera es capaz de alterar el sueño de uno. Imperceptible en la mayoría de los casos. Pero a partir de seis grados, todo es diferente. Entonces a uno se le queda cara de póquer y no sabe muy bien que cartas de comportamiento debe de jugar.
A parte del número de víctimas fatales, un gran porcentaje de edificios de todo tipo terminaron colapsados. Al igual que puentes, carreteras y trayectos del ferrocarril. Además el borde costero fue literalmente tragado por un tsunami provocado por la magnitud del seísmo.
Las personas que venimos de tierras más tranquilas en cuanto a temblores, nos es muy difícil de explicar las sensaciones que provoca el estar inmerso en un seísmo donde uno, no sabe muy bien que se debe de hacer. Creo que ya comenté en su momento que mi estancia en Japón, me permitió tener unas buenas nociones en cuanto a la actitud a tener, en el momento en que uno se enfrenta contra la naturaleza. En mi caso, había vivido dos temblores de magnitudes inferiores a los cinco grados. Algo parecido a esa sensación de vacío que se tiene cuando un metro pasa por debajo de nuestros pies en alguna ciudad europea. Un leve cosquilleo que ni siquiera es capaz de alterar el sueño de uno. Imperceptible en la mayoría de los casos. Pero a partir de seis grados, todo es diferente. Entonces a uno se le queda cara de póquer y no sabe muy bien que cartas de comportamiento debe de jugar.
El que se caiga una casa, un puente de hiero u hormigón o un bloque de pisos puede obedecer a muchos fenómenos. Yo mismo viví las inundaciones de 1962 en Catalunya. Mis Padres, lo perdieron todo. Incluso la casa. Nunca pudimos recuperar nada de lo que la fuerza del rio se llevó. Pero una inundación suele afectar a los aledaños de un cauce fluvial. Una zona muy demarcada que nada tiene que ver con lo que sucede en un seísmo, donde hay un epicentro que se desplaza hasta perder fuerza. Si con un compás hacemos diez círculos en un mapa, nos daremos cuenta de la distancia que puede llegar a afectar un seísmo. Por ejemplo del epicentro del seísmo hasta Santiago de Chile –donde colapsaron edificios y puentes- hay más de 250 kilómetros de distancia. La onda sísmica se mueve a una gran velocidad.
Mientras la tierra temblaba recordé a un simpático abuelo de Kioto apellidado Tokaisuto, quien me explicó donde buscar refugio en ese momento, en función del lugar donde uno se encontraba. Sus palabras, dictadas por la experiencia de quien vive en un país sísmico por excelencia, me ayudaron a quedarme bajo el umbral de la puerta de la habitación, esperando que la tierra, simplemente se calmase. A veces salir a la calle, no es una buena elección, puesto que las cornisas, los postes de la luz o teléfono e incluso los arboles, caen sin que puedas controlar lo que pasa. Además de los cristales de los pisos superiores que se transforman en autenticas guillotinas. Por eso, uno de los mejores sitios en cobijarse bajo el umbral de una puerta. A partir de elegir el sitio… unos solo puede esperar a que todo se tranquilice, rezando si su creencia se lo permite.
La imagen de hoy, corresponde a la ciudad de Curicó donde la Iglesia de San Francisco terminó, como si fuese un castillo de naipes. Una solida construcción que había resistido diferentes terremotos. Aunque en el del año 1985, ya quedó un poco tocada.
La imagen de hoy, corresponde a la ciudad de Curicó donde la Iglesia de San Francisco terminó, como si fuese un castillo de naipes. Una solida construcción que había resistido diferentes terremotos. Aunque en el del año 1985, ya quedó un poco tocada.
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“Anécdotas”
Copyright © By Jan Puerta 2008
Texto y fotografías con copyride del autor.
janpuerta@gmail.com
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Volando -y sin tiempo- me paso por tu casa, amigo, para desearte un feliz fin de semana...! Un abrazo.
ResponderEliminarAun cuando en el día a día no nos demos cuenta el planeta en que vivimos sigue su evolución.
ResponderEliminarDesde una tierra tan estable como Castilla ni siquiera puedo comprender que esas sensaciones. Espero no experimentarlas nunca. Mi solidaridad con Chile. Un fuerte abrazo para ti.
ResponderEliminarLa sobervia del hombre no es nada al lado de la fuerza de la naturaleza. Lo único que se puede hacer frente a un seismo, como bien dices, es algo tan humilde como situarse bajo una puerta y esperar.
ResponderEliminarDesearía que esos terremotos devastadores los sufriéramos nosotros, que estamos rodeado de "firme desarrolo" y allá donde las edificaciones no amenancen con tanta agonía a las personas.
Esto sólo ha hecho empezar.
A quienes no lo vivimos nos resulta casi imposible imaginar lo que se debe sentir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo vivì un temblor en Cali, Colombia, una vez hace años, cuando habìa ido a visitar a mi padre. El estaba en cirugìa operando en la clìnica y yo sòla, muy sola, en la casa. Nunca me olvidarè la sensaciòn, el movimiento, los ruidos de vidrios rotos, el corte de luz... el miedo.
ResponderEliminarMi solidaridad para con Chile y un fuerte abrazo a tì.
Es casi imposible describir la sensación que se siente al vivir la experiencia de un terremoto como el recién pasado aquí en Chile, pero las imágenes, y ésta imágen, dan cuenta fiel, de lo que vivímos ese día 27, algo se desmoronó en cada uno de nosotros, la sensación de vacío aún persiste, hay tanta historia en el suelo, con tanto edificio patrimonio caído. Quizá se puedan resconstruir algunos lugares, edificios, puentes, casas, etc. Lo que será imposible es devolver todas aquellas personas que ese día desaparecieron completamente, en una muerte que sorprendió, en tan sólo minutos de un gran desastre.
ResponderEliminarUn abrazo mi querido Jan.
Anouna
BON DIA JAN:
ResponderEliminarYo tendría unas doce años, pero me acuerdo muy bien de las inundaciones, que hubo por la parte del Vallés de Barcelona.
Lo oía por la radio, pues yo vivía en Barrio de Gracia.
Aún me acuerdo cuando Joaquín Soler Serrano, hizo una Campaña en favor de los damnificados.
El terremoto de Chile ha sido horroso, espero que vaya recuperándose.
Un abrazo, Montserrat
He estado en zona de huracanes pero no en sísmicos y espero no experimentar un terremoto ¡en mi vida! Tiene que ser horrible y dantesco y ¿si estás en el quicio de la puerta y se cae el resto del edificio y te quedas suspenso? No quiero ni imaginármelo... Menos mal que sobreviviste querido Jan. Besotes, M.
ResponderEliminarEn dos ocasiones he sentido un pequeño, muy pequeño movimiento sísmico aquí en Pamplona, sentía la cama moverse y algún adorno de la estantería que se cayó. Era como explicas esa sensación como si un tren pasara por debajo y vibrara el suelo. Sólo con eso ya me asusté un montón, así que no quiero ni imaginar lo que tiene que ser uno como el que se vivió en Chile. Espero no tener que vivirlo nunca.
ResponderEliminarUn abrazo
He tenido la fortuna de no vivir un seísmo de esta magnitud, pero tengo algún familiar que sí lo vivió en México y tuvo que recibir tratamiento psicológico.
ResponderEliminarLa sensación de impotencia debe ser terrible.
El planeta evoluciona pero, esperemos no tener que saber más de estas catástrofes.
Un abrazo.
No podemos, ni debemos olvidar.
ResponderEliminarBesos!!
Hola Jan: Encara que tu ens diguesis que estabes bé que no t'havie passat rès, jo sempre vaig pensar que hauríe frapat un munt. Com així ha estat. Trabava estrany, que mai ens vas parlar com avui i apenes veure fotos de la desgràcia. Una delicadesa per la teva part, pero incompresible si haquesis estat senser física i psíquicament. Ademés encara tens el trauma de les inundacions del Vallés.
ResponderEliminar(Estimat Jan, la psicòloga Montserrat Sala Porta, ha donat el seu veredicte). Petons.
Impresiona la fotografía, Jan.
ResponderEliminarNunca he vivido un seísmo... y espero no vivirlo jamás porque viviendo tan cerquita del mar no quiero ni pensar en las olas gigantes uuufffff
mi cariño al pueblo chileno y a ti, amigo mío