Nega es una simpática niña de ocho años de la etnia indígena de los kuna. La conocí hace tres años en la comunidad de Armila. En la provincia de San Blas en el atlántico panameño. Llegué a la comunidad de Armilla en plena época de lluvia. Una típica tormenta tropical me dio una húmeda bienvenida. Durante unos quince minutos descargó tal cantidad de agua que parecía una replica de la inundación bíblica.
Esta comunidad, es de difícil acceso en ciertas épocas del año, por encontrarse en la desembocadura de dos ríos. Cuando estos llevan un caudal de agua superior a lo establecido, ni siquiera los lugareños que tienen más pericia en el manejo de las “pangas” (1), se atreven a salir del improvisado puerto sin embarcadero.
La comunidad de Armila, limita territorialmente en el interior con la frontera de Colombia. Un rincón donde esporádicamente reciben la visita de algún que otro grupo perteneciente a las “farc” que entran a Panamá con la misión de ir a buscar provisiones. Puedo dar fe de ello. Pero esto es parte de otro capitulo.
Nega, con su innata sonrisa y una curiosidad similar a la mía, me seguía por todo el poblado en mi afán periodístico de fotografiar los detalles mas comunes de la etnia Kuna, en una comunidad que por aquellos años, el turismo no había recaído todavía.
Asistía al colegio y la asignatura que mas le gustaba era la geografía. En el suelo, improvise un mapamundi que por cierto no me quedo nada mal, con el propósito de enseñarle de donde venia.
.- Y… ¿esta muy lejos ese lugar?
Le explique que había tardado más de treinta días para llegar… y ella sin inmutarse me dijo…
.- Aquí todo está mas cerca.
Nega, a pesar de su corta edad sigue la tradición familiar y pasa largas horas del día, cosiendo las “molas” (2). Hoy en día la tradición de las mismas se ha transformado en una fuente de ingresos my importante dentro de la comunidad Kuna.
Dispone de poco tiempo pero insiste en acompañarme hasta lo alto de un cerro que domina toda la comunidad. Mientras subimos, se unen otros niños de su misma edad. Los observo al tiempo que me siento observado por sus miradas. Sus gestos, son parecidos a los que un día tuve antes de que la sociedad de consumo envolviera mi entorno. Juegan con lo que la naturaleza les da. No necesitan nada más. Sus sonrisas son limpias de malicia. Nobles como el hábitat donde viven.
Ninguno de ellos ha salido de los límites de su comunidad. Y eso que a una hora escasa a buen paso por un sendero que bordea la playa, se encuentra Puerto Obaldía, el penúltimo pueblo costero de Panamá. Allí llegan dos veces por semana los bimotores que traen las mercancías necesarias para las comunidades mas aisladas así como algún que otro turista despistado.
Esos viejos aviones, al realizar su maniobra de aproximación pasan por encima del cerro que nos encontramos. Los niños imaginan que son aviones y extienden sus brazos mientras corren ladera abajo emulando lo que han visto. Las niñas, mas prudentes sonríen sin entender muy bien el por de lo que hacen sus compañeros.
Nega me dice que le gustaría un día poderse subir a uno de esos “pájaros”…
Le pregunto que a donde le gustaría ir y simplemente me dice…
.- A ver cosas diferentes. Cosas, que veo en los libros del colegio.
Me sorprendió y mucho encontrar un rincón en este mundo donde la importancia de un libro aun es manifiesta, lejos de malas interpretaciones de otros medios. Es curioso ver la relevancia de un libro de geografía o historia donde la televisión no tiene ninguna implantación.
Unos días después a través de la policía de fronteras de Puerto Obaldia, y gracias a un inspector llamado Carlos, le hice llegar unas revistas de National Geographic. Las envié a la escuela. A ver si los sueños terminan por convertirse en realidad o simplemente se quedan en la ilusión, de quienes viven felices con lo poco que tienen. Que a ojos de quien suscribe estas palabras es más que suficiente para ser feliz.
La comunidad de Armila, limita territorialmente en el interior con la frontera de Colombia. Un rincón donde esporádicamente reciben la visita de algún que otro grupo perteneciente a las “farc” que entran a Panamá con la misión de ir a buscar provisiones. Puedo dar fe de ello. Pero esto es parte de otro capitulo.
Nega, con su innata sonrisa y una curiosidad similar a la mía, me seguía por todo el poblado en mi afán periodístico de fotografiar los detalles mas comunes de la etnia Kuna, en una comunidad que por aquellos años, el turismo no había recaído todavía.
Asistía al colegio y la asignatura que mas le gustaba era la geografía. En el suelo, improvise un mapamundi que por cierto no me quedo nada mal, con el propósito de enseñarle de donde venia.
.- Y… ¿esta muy lejos ese lugar?
Le explique que había tardado más de treinta días para llegar… y ella sin inmutarse me dijo…
.- Aquí todo está mas cerca.
Nega, a pesar de su corta edad sigue la tradición familiar y pasa largas horas del día, cosiendo las “molas” (2). Hoy en día la tradición de las mismas se ha transformado en una fuente de ingresos my importante dentro de la comunidad Kuna.
Dispone de poco tiempo pero insiste en acompañarme hasta lo alto de un cerro que domina toda la comunidad. Mientras subimos, se unen otros niños de su misma edad. Los observo al tiempo que me siento observado por sus miradas. Sus gestos, son parecidos a los que un día tuve antes de que la sociedad de consumo envolviera mi entorno. Juegan con lo que la naturaleza les da. No necesitan nada más. Sus sonrisas son limpias de malicia. Nobles como el hábitat donde viven.
Ninguno de ellos ha salido de los límites de su comunidad. Y eso que a una hora escasa a buen paso por un sendero que bordea la playa, se encuentra Puerto Obaldía, el penúltimo pueblo costero de Panamá. Allí llegan dos veces por semana los bimotores que traen las mercancías necesarias para las comunidades mas aisladas así como algún que otro turista despistado.
Esos viejos aviones, al realizar su maniobra de aproximación pasan por encima del cerro que nos encontramos. Los niños imaginan que son aviones y extienden sus brazos mientras corren ladera abajo emulando lo que han visto. Las niñas, mas prudentes sonríen sin entender muy bien el por de lo que hacen sus compañeros.
Nega me dice que le gustaría un día poderse subir a uno de esos “pájaros”…
Le pregunto que a donde le gustaría ir y simplemente me dice…
.- A ver cosas diferentes. Cosas, que veo en los libros del colegio.
Me sorprendió y mucho encontrar un rincón en este mundo donde la importancia de un libro aun es manifiesta, lejos de malas interpretaciones de otros medios. Es curioso ver la relevancia de un libro de geografía o historia donde la televisión no tiene ninguna implantación.
Unos días después a través de la policía de fronteras de Puerto Obaldia, y gracias a un inspector llamado Carlos, le hice llegar unas revistas de National Geographic. Las envié a la escuela. A ver si los sueños terminan por convertirse en realidad o simplemente se quedan en la ilusión, de quienes viven felices con lo poco que tienen. Que a ojos de quien suscribe estas palabras es más que suficiente para ser feliz.
1.- Panga: Es una embarcación de madera, hoy en día a motor en la mayoría de las comunidades indígenas. Es España la conocemos como “patera” por la llegada indiscriminada de emigrantes básicamente desde Marruecos.
2.- Mola: La Mola es un arte textil elaborado por los indígenas Kuna el cual forma parte de la vestimenta diaria de la mujer Kuna.
Se trata de superponer diferentes capas de tejido contrastando formas y colores. Los motivos representados suelen ser abstractos representando la fuerza de la naturaleza. El diseño mas clásico tiene formas geométricas como las tiene un caparazón de tortuga.
Una mola suele tardar en realizarse un promedio de treinta horas. Aunque algunas de ellas por su complejidad y significado se puede tardar hasta un mes.
2.- Mola: La Mola es un arte textil elaborado por los indígenas Kuna el cual forma parte de la vestimenta diaria de la mujer Kuna.
Se trata de superponer diferentes capas de tejido contrastando formas y colores. Los motivos representados suelen ser abstractos representando la fuerza de la naturaleza. El diseño mas clásico tiene formas geométricas como las tiene un caparazón de tortuga.
Una mola suele tardar en realizarse un promedio de treinta horas. Aunque algunas de ellas por su complejidad y significado se puede tardar hasta un mes.
“Haciendo amigos”
Impresionante historia.
ResponderEliminarEs increíble lo poco que realmente se necesita para vivir, pero lo mucho que nos esforzamos en depender de más y más cosas.
Sería maravilloso poder volver a la naturaleza, a convivir con ella y a vivir con tranquilidad fuera del estres de nuestra sociedad.
Gracias por esta excepcional historia, y por la fotografía que mueve un mundo..
ResponderEliminarImpactante!
Muchas gracias por compartir esa hermosa experiencia, me encantó la simpleza de las contestaciones de tu pequeña amiga!
ResponderEliminarSaludos
¡Qué interesante todo lo que nos cuentas! Estoy segura de que Nega y sus amigos van a disfrutar muchísimo con las "National Geographics" que les has regalado. Besotes, M.
ResponderEliminarQue historia tan bonita, Jan .... las experiencias que estas acumulando en tu viaje y lo mejor, el compartirlas con todos, es muy importante porque contribuyes a mostrar otras formas de vida fuera de nuestra cómoda "burbuja occidental". Entender la vida y las relaciones sociales en su esencia es principal para comprender que otro mundo es necesario.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo compañero
Un gran retrato, una maravilla de crónica!
ResponderEliminarDicen que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.
ResponderEliminarLa felicidad, cada día estoy más convencido, está en las pequeñas cosas.
Seguro que esa comunidad tan aislada del mundo "civilizado" es feliz con su vida, aunque los pequeños sueñen con desplegar las alas y "volar". Es la Ley de la Vida.
Gracias por este maravilloso y enternecedor reportaje, Jan.
Es verdaderamente emocionante.
Un fuerte abrazo.
Extraordinario, amigo Jan.
ResponderEliminarGracias por compartir con nosotros esta linda historia de esta niña. Realmente, como alguien te ha dicho antes, se necesita muy poco para vivir.
Me encanta la fotografia de esa niña.
Un fuerte abrazo, amigo.
Siempre que veo una imagen de este tipo me pregunto en qué momento de la Historia nos equivocamos.
ResponderEliminarTe felicito por lo bien que nos has contado esta historia, Jan.
ResponderEliminarCómo me enternece la ingenuidad y sencillez de los niños en general y especialmente de aquellos que a pesar de sus pocos recursos viven felices con lo poco que tienen. De hecho parece que la carencia agudiza el ingenio para divertirse y el exceso propio de los paises desarrollados hace crecer a unos niños que no saben entretenerse con casi nada.
Un abrazo
(Por cierto, en agosto viajo a Colombia para visitar a mi padre)
Aunque normalmente me encanta leer tus entradas de cabo a rabo, ando un poco corto de tiempo últimamente así que dejaré esta marcada como no leída a ver si a lo largo de la semana me recupero ....
ResponderEliminarBuenas tardes, Jan Puerta:
ResponderEliminarVeo que en tus continuos viajes, de vez en cuando, haces un alto en "la Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños",como la llamaba Juan Ramón Jiménez, en su prologuillo de Platero y yo.
En este caso, tú la encontraste en la comunidad de Armila,mientras ponía la música la brisa tropical del Atlántico panameño.
¿Cómo habrá crecido Nega, en estos tres años desde tu encuentro?. ¿Cuántos sueños habrán provocado en su cabecita, y en la de sus compañeros de escuela, las fotografías de las revistas de National Geographic, que les enviaste?.
Saludos. Gelu
Con todo mi afecto
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Hoy me han frito a ositos, amigo.
Gente que me aprecia me ha mandado un monton de ositos.
Sabes de mi sincero cariño y aprecio por ti, amigo mio. Por ello yo temando otro osito.
Parece que lo que hay que hacer es pasar este osito a las personas qe quieres muchisimo y no quieres que cambien nunca. (espero recibir el osito).
Si recibes entre 2-4 ositos te quieren
Si recibes entre 4-8 ositos te quieren mucho
Si recibes entre 8-10 ositos te quieren muchiiiisimo
Desde luego tienes historias increíbles que de cualquier modo son increíbles. Ya sé que esto no se entiende muy bien pero como dice mi madre: "yo sé lo que quiero decir"
ResponderEliminarSaludos.
Una historia increíble, al ver la fotografía tuve la sospecha que era por este lado del "charco". Son historias anónimas, secretos a voces que como esta hay muchas más ...
ResponderEliminarUn Fuerte Abrazo
Deliciosa la foto; deliciosa la niña. Deliciosa y envidiable tu experiencia. Pero ten cuidado amigo, por menos de esto los guardianes de la moral de todos te pueden acusar de pornografía infantil, aunque el hecho de tratarse de una niña indígena atenúa y justifica mucho la desnudez; es como si la exigiese el guión.
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