“Unas veces huían, sin saber de quién,
y otras esperaban, sin saber a quién”
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Los jueves leemos el Quijote con Pedro Ojeda
Cap. 2.61
Cuando leí por primera vez el Quijote, recuerdo este capítulo en cuestión. Yo era un mozalbete ávido de aventuras literarias y recuerdo haber leído y releído el párrafo donde se describen las andanzas de Don Quijote y Roque. Pensaba que algún detalle se me escapaba y entre líneas había algo más. Hoy en día aun tengo la misma sensación. No me canso de releerlo.
En ocasiones, la prosa de Azorín me envolvía en el misterioso acontecer de las vivencias de Roque y Don Quijote como si fuese una prolongación del recurso literario utilizado por Cervantes para describir esos tres días en pocas palabras. Un maestro de esgrima con una pluma de ganso, posiblemente.
Por otro lado, Cide Amete aparece por la puerta grande en este capítulo, como la flor de los historiadores. Amén de marcar el ritmo de la obra. Solo hay que fijarse en esa última frase del capítulo, donde se dice…
Volvieron a subir don Quijote y Sancho; con el mismo aplauso y música llegaron a la casa de su guía, que era grande y principal, en fin, como de caballero rico; donde le dejaremos por agora, porque así lo quiere Cide Hamete.
Por su parte, Don Quijote que se apunta a todas, se ofrece a quienes les reciben para lo que hiciese falta. Sancho aparece poco. Le limpia a su rucio la cola de las aliagas al mismo tiempo que Don Quijote hace lo propio con Rocinante. Parece que han huido del fuego para caer en las brasas de la burla.
Y siguiendo las premisas de Cide Amete, dejaremos aquí el capitulo esperando que la próxima semana, el caballero que los acoge nos haga vivir otros acontecimientos. Será en el capítulo 62.
La imagen quijotesca de hoy muestra los cinco ejemplares del Quijote que en este momento tengo en mi poder.
Una de las ediciones de Cervantes que siempre me ha gustado tener (hasta la fecha imposible) es la de 1995 editada en Londres. Las ilustraciones pertenecen a Quentin Blake www.quentinblake.com
La tapa que ejerce de portada, el lomo del libro y la tapa posterior, me parecen dignos de enmarcar. El espíritu indomable del caballero a lomos de su inseparable Rocinante, la fiel figura de Sancho y su Rucio y ese paisaje típico donde ningún detalle perturba el horizonte del que sabe a dónde se dirige incluso sin saber cuál es su destino.
Edición de 1872. Londres
Estupenda la ilustración de esa portada.
ResponderEliminarCoincido que es para enmarcar!
abrazos.
Iba a decir lo mismo que NEOGEMINIS. Excelente portada. Este capítulo me ha gustado mucho porque, aparte de ser cortito, por fin Quijo y Sancho ¡ven el mar! y... las galeras. Aires de guerra en el ambiente. Besotes, M.
ResponderEliminarBON DIA JAN:
ResponderEliminarYo te veo como un caballero andante y aventurero y un poco Quijote, aunque con la cabeza bien amueblada.
Andas detrás de las buenas imágenes y las consigues.
Muy buena esta entrada ilustrada con los libros quijotescos.
Una abraçada, Montserrat
Un carrito de mano...para tanto libro. Que buena portada. D. Quijote necesitaba este encuentro, para mi que se ve reflejado en el bandolero. Un abrazo
ResponderEliminarEn efecto, Jan, en este capítulo intuímos que Cervantes quiso decir más cosas de las que parece...
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