Detrás de las miradas, suelen esconderse las intenciones.
Las miradas de los perros abandonados son el máximo exponente en el reino animal de los estados de ánimo de más tristeza. Una pesadumbre parece envolverlos. Todos tienen la misma mirada perdida buscando una explicación inexistente que les haga cambiar su estado anímico.
Una de las características que más me sorprende es su capacidad para echarle en cualquier parte y dejar que el tiempo marque la pauta de sus abandonadas vidas. Quizás esperan en la desesperación más ambigua que se pueda uno topar. Tal vez, sin haberse dado por vencidos, simplemente miran, observan y esperan algún gesto que les alegre ese instante de complicidad al intercambiarnos las miradas.
A este perro, capaz de dormir sin inmutarse en la esquina de dos avenidas decidí llamarlo “Culto”. Me dio la impresión de que era uno de esos que como el diablo, sabe más por viejo que por diablo. AL fin y al cabo dicen que la mejor universidad es la calle.
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Copyright © By Jan Puerta 2009
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Este perro es un “Confiado”. Sabe que ahí no le van a dejar estar mucho tiempo. Ha ido precisamente al centro de la ciudad, no en un rincón sino bien a la vista, junto al bordillo. Vendrán por él, lo llevarán al centro municipal correspondiente, y tras un proceso de selección debidamente ajustado a la normativa vigente, una feliz pareja de jóvenes entusiastas lo adoptarán para que sea su alegre compañía para siempre jamás. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
ResponderEliminarSí, al final va a resultar que este chucho es muy “Culto”, sabe hasta cómo terminan los cuentos.
Lindo Culto. Y hace bien, ya de dormir en la calle, que lo haga en el sitio que le venga en gana.
ResponderEliminarbesillos!!!
Cómo busca la mirada del otro, que somos nosotros y quizá no estemos a su altura.
ResponderEliminarTus perros tienen una ternura!...debe ser que tú también la posees.
ResponderEliminarBesos
Estoy con lo que dice el profesor Ojeda. Para nada estamos a su altura. No sé que és lo que sabrá éste "Culto"
ResponderEliminarApostaría, sin temor a equivocarme, que él sabe más de la raza humana, que nosotros de él y sus congéneres.
Saludos Jan!