El perro sin nombre

Paseo nº 2 

De madrugada, se mantuvo la lluvia anunciada. A media mañana, seguía lloviendo. A primera hora de la tarde, solo quedaban en el cielo algunas nubes que amenazaban con juntarse de nuevo y el suelo embarrado. En ese momento, algunas mujeres de lugar tendieron la ropa lavada el día anterior y que no tuvo tiempo de secarse. Pequeños rayos de sol, se intentaban colar entre las columnas nubosas que rompían el azul intenso del cielo.

Sigo caminando buscando encuadres. Veo ropa tendida y barro a mis pies. Las nubes fortalecen la escena. Decido subirme a un montículo que hay para tener una mejor perspectiva de la escena que veo. En esto, se acerca un perro de alguna de las casas del lugar y se queda inmóvil observando todo lo que hago. Vuelvo a enfocar y veo que es un buen contrapunto para la imagen que me gusta. Aprieto suavemente el disparador y dejo que el aire de mis pulmones recobre la libertad que me provoca lo que acabo de ver a través del visor de mí… digamos de nuevo, vieja cámara. 

Estoy un rato en mi atalaya privilegiada esperando que alguien de las casas sienta curiosidad por mi presencia y salga a ver que hace uno, subido ahí, con una cámara en la mano. Dos minutos después, nadie especula conmigo. Bajo del montículo y me quedo sin saber el nombre de perro. Quizás no lo tenga. Tal vez, hoy no es el día de saberlo… 

Sigo caminando y miro de reojo. El perro, sigue en el mismo sitio impertérrito. Cuando estoy a cierta distancia, me giro y ha desaparecido. Imagino que todo ha vuelto a su causal cotidianidad. Rota en algunos momentos por mi presencia. 

Paseo nº 1

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Anécdotas 

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