.-Sombreros, sombreros. No los encontrara mejores ni mas económicos.
Al compás de unas palmas, el vendedor recitaba su arenga con cierta gracia…
.-Aquí, aquí… Han llegado los últimos. Sombreros de fieltro. Los mejores.
Vestía un traje claro que bien podía tener veinte años. Camisa blanca descolorida, puños desgastados y cuello roído.
Se le acerco uno que nunca en su vida había comprado un sombrero y le preguntó…
.-Oiga, como va esto de las tallas de la cabeza.
.-Amigo, se lo prueba y si no le viene grande ni le viene chico, esa es su talla.
Después de oír la conversación entre el locuaz vendedor y el cliente sin experiencia, decidí poner a prueba al propietario de la parada…
.-De ese modelo gris a cuadros, déme uno que le vaya bien a mi cabeza.
Se arrodillo y escogió un par de sombreros. Me miro con cara de concentrado y me dijo…
.-Éste es el suyo.
Me lo probé un tanto escéptico y tal como le había dicho al anterior cliente, ni me venia grande ni chico. Era el adecuado.
.-Caramba. A la primera.
.-Sabe cual es el secreto?
.-No.
Inspiro. Hizo una pausa y me dijo…
.-Treinta años. Treinta años entre sombreros. Ese es el único secreto.
.-Sabe que le digo, jefe. Me lo llevo. Nunca, una persona con tantos años de experiencia me había vendido algún sombrero.
He viajado hasta mi abuelo, nunca se sacaba el sombrero o la boina.
ResponderEliminarPero yendo a tu foto, curiosa cosa, excepto por ese redondo que parece boina, parecen todos diferentes pero no, todos son iguales, la misma forma ¿u horma?... me pregunto, Jan, si también el rojo que está atrás será pariente de los otros.
Que arte la de tu vendedor de sombreros, arte con precisión...un maestro!
Tu foto nos evoca otros tiempos en que el sombrero era un elemento indospensable para el hombre.
ResponderEliminarMe gusta la composicion que has hecho para tu foto.
Un saludo.
Al leer la imagen uno tiende a pensar que existen tantas cabezas como sombreros: cabezas grises, cabezas blancas, rojas, caladas, testuces a cuadros, incluso amarillos. Uno tiende a pensar que solo hay un sombrero para tu cabeza, que viene a ser mas o menos el reclamo de tanta publicidad de grandes almacenes y marcas de coches. Sé que es un engaño, un autoengaño más bien, pero aún así esta vez no soy capaz de quitármelo de la cabeza...está hecho a mi medida.
ResponderEliminarAsí se venda a veces la vida, ni grande , ni chica, y vegetan escondidos los sueños dentro de un sombrero.
ResponderEliminarNo aquí, aquí vuelan entre imágenes y palabras.
Linda foto, y su historia
Un abrazo
Gizz
Caramelo…
ResponderEliminarQue tiempos aquellos, donde un sombrero formaba parte de la elegancia del vestir. Hace poco tuve la ocasión de visitar una sombrerería abierta los años veinte. Su viejo almacén esta llena de joyas para coronar la testa mas exigente. Unos de los nietos me comento que sus hijos no querían seguir la tradición familiar. Posiblemente cuando decidan jubilarse, el negocio desaparecerá para siempre.
El vendedor de la calle, un artista!
Un abrazo
Abe…
ResponderEliminarLos tiempos cambian y los viejos oficios van desapareciendo lentamente.
Un abrazo amigo.
Xuan…
ResponderEliminarAcertada y bonita reflexión la tuya.
Hay pequeños detalles y objetos cotidianos que suelen asociarse a una persona. El sombrero es uno de ellos.
Un fuerte abrazo
Gizela…
ResponderEliminarGracias amiga.
Me gusta esa frase que vuela entre el titulo de mi espacio. Me hace casi volar.
Un abrazo
Jan los sombreros me encantan
ResponderEliminarsera como las mascaras para ocultar
¿¿¿el lado oscuro????
Jajajajaja..(ww)
me gusta el tono de humor irónico que empleas en tus textos por eso me encanta leerte, y porque sabes escribir, por supuesto!Un saludo!
ResponderEliminarBonita anécdota... para quitarse el sombrero :) Un saludo amigo, hiciste bien en comprarlo, una labor de ejercicio profesional durante 30 años es para apreciarla, agradecerla y reconocerla. ;)
ResponderEliminarHmmm, yo quiero una foto del autor de la nota con su sombrero nuevo !!
ResponderEliminarEs posible ?
Un abrazo,
Lillian
...bonito muestrario de sombreros...una historia sencilla y bonita...espero encontrarmelo un día para que me busque uno blanco, para el sol del verano...un abrazo...
ResponderEliminarQué bonito... Quiero un sombrero, quiero una anécdota así y quiero una foto así.
ResponderEliminarHola, Jan. Que un hombre se pase treinta años a diario entre sombreros me parece increible, yo no he tenido un trabajo en el que haya estado más de cuatro años. El trabajo para toda la vida es algo que también desaparecerá como el negocio de sombreros que le mencionas a Caramelo. Bonita anécdota, desde luego el vendedor se merecía el reconocimiento. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Jan!
ResponderEliminarEnhorabuena por la foto. Ya es dificil encontrar sombreros. Parece un puesto de mercado. Pues me parece que las modas han dejado de lado a los sombreros, y es una lástima. Me recuerda a Humpfrey Bogart y sus películas de cine negro. Todo un clásico, el cine y los sombreros!
Saludos!
Fateful…
ResponderEliminarUn sombrero no sabe ocultar nada. Tampoco sirve para ello. Con viento se deja llevar con el buscando una nueva mascara donde pasar un tiempo.
Cosas de sombreros.
Un abrazo
Gracias Moderato…
ResponderEliminarMe gusta la ironía. Unos días sale y en otras ocasiones, se resiste la condenada!
Es agradable tu presencia como lo son tus comentarios.
Un abrazo
Akiar…
ResponderEliminarCuando alguien que parece un cantamañanas, demuestra ser un profesional, uno (yo) se saca el sombrero, pero para ello, primero debía de comprárselo. Así lo hice.
Un abrazo
Lillian…
ResponderEliminarNo es mi fuerte los autoretratos. Recuerdo uno que me hice y solo se me veían los zapatos. Pero del sombrero si que tengo una fotografía. Te sirve?
Un fuerte abrazo.
Mimundo…
ResponderEliminarPues de blancos, los tenía. Bonitos y baratos. Bueno casi todos eran del mismo patrón.
Un abrazo
Lata moderna…
ResponderEliminarBienvenida a este espacio. Deja el sombrero en el perchero y ponte cómoda. Para vivir lo que cuento, solo debes pasar por los sitios que yo tengo intención de recorrer cinco minutos antes que yo. Eso quiere decir madrugar. Mas sencillo imposible.
Un fuerte abrazo
Miguel…
ResponderEliminarA mi me pasa lo mismo. Me sorprende esa dedicación casi divina a un trabajo. Pero claro, cada país es un mundo diferente. Pero cuando me hablo de treinta años, lo felicite. Su padre, ya vendía sombreros. Su hijo le dijo que no quería saber nada de sombreros. Lleva una gorra de béisbol ladeada y pasa de todo. Será verdad eso que dicen que la tercera generación de una empresa familiar hunde el negocio?
Un fuerte abrazo
August…
ResponderEliminarEs difícil encontrarlos. En las capitales, aun quedan algunas tiendas emblemáticas que se van adecuando al los nuevos tiempos. Pero aun venden sombreros.
En este caso es un mercado ambulante de Chile.
Yo crecí viendo películas en blanco y negro. Espías y matones. Cine negro.
Un fuerte abrazo
Notable!!!!
ResponderEliminarMe recuerda a señores de épocas pasadas que cuando saludaban ahacían una reverencia sacándose el sombrero.
Un abrazo.
María angélica...
ResponderEliminarTiempos de caballeros?
Y además, solían abrir las puertas a las damas. Dejándolas salir o entrar en primer lugar. Acomodaban la silla en los restaurantes a sus acompañantes y tenían una amabilidad inusitada. Incluso, algún que otro gentilhombre había puesto su gabán en un charco para que una linda dama no se mojara sus delicados zapatos parisinos. O tal vez ésta ultima parte solo era un tópico?
Un abrazo