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lunes, 9 de marzo de 2009

Aprendiendo a leer entre lapidas

Aprendiendo a leer entre lapidas

“Si tienes edad para trabajar, tienes edad para ser el encargado”

.-Busca usted a alguien en concreto?
La voz, venia de un niño, justo en el momento de cruzar por debajo del arco que presidía la entrada del cementerio…
.-No busco a nadie en concreto, he venido para hacer algunas fotografías.
El joven, que en esos momentos, se encontraba limpiando una lapida, se me acerco lleno de curiosidad y con un brillo especial en los ojos.
.-Yo soy en encargado del cementerio!
Me dijo con una amplia sonrisa, al tiempo, que al ver su juventud, le pregunte…
.-Que edad tienes?
.-En enero, haré diez años!
.-Eres muy joven para ser el encargado del cementerio, no crees?
Se quedo pensativo por un momento, como para buscar la respuesta adecuada y sin quitarme la vista de encima dijo…
.-Si tienes edad para trabajar, tienes edad para ser el encargado.
Ni por un momento perdió la sonrisa. Empezamos a hablar al tiempo que mi cámara hacia su cometido. Parecíamos, el clásico abuelo y su nieto, en la típica visita casi obligada al cementerio cuando se acerca la festividad de todos los santos.
Le dije mi nombre, y con una educación fuera de lo norma, me tendió su pequeña mano al tiempo que me decía el suyo…
.-Juan Carlos…
Me sorprendió que me diera la mano y más con la determinación, fuerza y seguridad con que lo había hecho. Después, me comento, que un señor americano, en un entierro, le dijo que cuando una daba la mano, debía de hacer fuerza, pero sin que se notase nada fuera de lo normal. Sin esa presión, un saludo al encajar las manos, no tiene ninguna credibilidad. Y desde ese día, así lo hace.
Me sorprendía continuamente con sus comentarios. A pesar de que el cementerio no era muy grande, estuve casi cinco horas en el. Las nubes, de vez en cuando dejaban salir el sol, creando unas zonas de sol y sombra que no favorecían nada mis encuadres. Necesitaba la luz mas atenuada.
Seguimos hablando y me comento que a pesar de su corta edad, había tenido que renunciar al colegio para poder aportar un poco de “plata” a la mínima economía familiar. Tenía dos hermanos más pequeños y la madre, a parte de la casa, cosía hasta altas horas de la madrugada. El padre marcho cuando el tenia cuatro años y nadie sabe nada de el.
.-No regresó. Mejor si no regresa...
Fue el único momento en que perdió la sonrisa, cambiándola por una mueca entre tristeza y alivio, al comentarme que su madre recibía unas buenas “golpizas” cuando el llegaba bebido a casa. Cosa que era el pan nuestro de cada día. Mientras me comentaba esto, su rostro se volvió mustio, como algunas de las muchas flores que descansaban descoloridas por el sol, encima de las lapidas. Para volver un poco a la normalidad le pregunte por el colegio…
.-Al colegio no puedes ir en otro horario?
.-No hay más horarios. Me gustaría ir y recuperar a mis amigos, pero… he de trabajar…
La sorpresa fue mayúscula cuando me dijo que no le dio tiempo de aprender a leer ni escribir. Así que se me ocurrió la idea de dedicarle un tiempo e intentar enseñarle al menos lo más básico. Nos sentamos en una lapida de una tal “Virginia Troya” y comencé mi primera clase de lectura. Curiosamente, en la lapida, había tres nombres y en ellos, las cinco vocales y casi todas las consonantes. Así estuvimos casi tres horas. De lapida en lapida buscando las consonantes que nos faltaban. Haciendo que entendiese lo mas fácilmente posible las letras y su pronunciación. La tarde avanzó rápidamente. Yo no había comido, pero no importaba. El tenía unas ganas inmensas de aprender aquello que de la mejor manera que yo sabia le estaba enseñando. Con las primeras sombras, nos despedimos. Quedamos para la mañana siguiente. Las clases en el cementerio, se prolongaron tres días. Cuando llego el momento de las despedidas, le deje unas libretas, varios lápices, una maquina de sacar punta, dos gomas de borrar y unos libros de lectura básica, que había comprado para este menester el día anterior.
En esas clases improvisadas, sustituyendo, el pupitre por una lapida, Juan Carlos, ya sabía distinguir las letras de los números. Y me recitaba el abecedario de memoria, aunque siempre se olvidaba de la “W”. Su padre se llamaba Wilfredo!.


“Haciendo amigos”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyright del autor.
janpuerta@gmail.com

16 comentarios:

  1. Buena historia la que nos traes hoy. Qué diferente es la vida en muchos otros países, don la la infancia es corta y se llega a la responsabilidad de la madurez mucho antes de lo que probablemente quisieran.
    Bella foto

    Saludos

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  2. Me encantan todos y cada uno de tus fotos y relatos, Pero hay algunos que llegan más al corazón.

    Eres artista y desprendido, y eso no se da normalmente en una persona.

    Gracias por compartir tus vivencias

    Conchi

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  3. Triste y vergonzosa realidad la de esos niños a los cuales se les "arranca" literalmente la niñez, y se ven obligados a ejercer de adultos antes de tiempo.

    Bello y conmovedor post, Jan.

    Un abrazo.

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  4. Sin duda, es una bella historia, de honestidad y generosidad. Gracias por hacerla posible y por contarla.

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  5. Hola!!!!!!

    Se que los niños deben jugar, pero en ciertas ocasiones no lo pueden hacer, debemos mandarlo a la escuela sin olvidar la cultura al trabajo, así no tendremos adolescencia sin rumbo.

    Un besote y abrazo de oso.

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  6. Un relato que llega a lo más hondo.
    Gracias por compartirlo.

    Saludos

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  7. Me emociona pensar lo feliz que puede llegar a hacer a ese niño el que le ayudaras a leer y escribir.

    Te vuelvo a felicitar por este blog en general y por esta bonita entrada en concreto.

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  8. Qué pasada de historia. Me encanta que seas así. Ese niño no olvidará tu rostro ni en mil años. Que la suerte acompañe a Juan Carlos y a su familia en su vida.
    Estos micro-relatos tuyos tienen un valor incalculable.
    un fuerte abrazo.

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  9. Buena historia para meditar.
    La infancia en un cementerio,

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  10. La frase es tremenda y demasiado real.

    Si tienes edad para trabajar, tienes edad par se el encargado.

    Wow.

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  11. hay edades que son muy duras, querido Jan, quizá sean las más verdaderas, aunque no se quieran vivir. Qué texto éste de hoy, brillante.

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  12. Aprenderá a leer y a escribir, puedes estar seguro. Hay semillas que siempre crecen, y la que tu plantaste es de esas.

    Siento no haberle visto la sonrisa. Me gusta ver sonreír a los críos. Más que a los Testigos de Jehová.

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  13. Uff, déjame que recupere el resuello. Te he leido casi sin respirar hasta el final.
    Solo una pregunta absurda, ¿aprenderemos también a deletrear nuestro nombre en una lápida? No respondas.

    Gracias, Jan, en nombre de Juan Carlos. Contigo estoy aprendiendo que las fotos mejores son aquellas que solo sirven de excusa para algo mejor.

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  14. Me encantan todos y cada uno de tus personajes.
    Queda mas que demostrado que a parte de un gran viajante, un gran fotografo, un gran escritor. eres una gran persona.
    No cambies nunca.
    saludos.

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  15. Como siempre sorprendiendo con cada foto, cada relato.
    Y que es de la vida sin niñez, sin esa parte tan loca y tan libre que nos dura tan poco tiempo. Y sin embargo, ves a niños que no la han tenido ni la tendrán nunca y sólo ves las ganas de crecer, de aprender, de llegar aún más lejos. Y una profunda pena me ahoga, sin saber que es mejor. Sin saber, qué es lo que te hace más persona aún.
    Gracias por este trocito de vida, de tú vida.
    Besos.

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  16. Es conmovedor. Ojalá todos los niños del mundo encontraran una persona que les enseñara las letras y los números que no han podido aprender a causa de la pobreza o de los desatinos de sus mayores. Juan Carlos tuvo suerte porque te encontró a ti.

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Apreciados amigos…
La gestión del tiempo es uno de mis problemas. En la medida de lo posible, contestaré vuestros comentarios.
Un abrazo