Salvador es uno de esos personajes que por sus vivencias y experiencia debería de ser conocido. Pero cuando nacemos solemos quedar presos en un entorno donde nuestra vida suele pasar desapercibida.
Lo conocí en medio de una gran tormenta cuando un pinchazo inesperado me hizo buscar a quien pudiera repararlo. No es conveniente circular en terrenos casi deshabitados con solo una rueda de repuesto.
Es de los pocos profesionales en su materia, que viendo la huella que deja un neumático en el suelo, es capaz de decirte la marca y el ancho del mismo. Sus amigos, perdieron mas de una apuesta con el, intentando dejarlo en evidencia según me cuenta. Incluso uno de ellos. Compro en una subasta, después de desmantelarse una viaja base estadounidense, unos neumáticos que eran de finales de mil novecientos cuarenta y ocho. Los llevaban de repuesto unos “Willis” americanos de la segunda guerra mundial. Salvador, después de unos momentos de reflexión supo decirles la marca de los neumáticos y el modelo del mismo. Gano la apuesta y la admiración de sus incrédulos amigos.
Cada persona tiene su mundo particular. El de salvador es este. El, desde los ocho años está tocando viajas gomas, algunas recauchutadas, cámaras, parches y cola para su reparación. Incluso… ¡llegó a fabricarse su propio pegamento!
.- Las colas de hoy, ya no son como las de antes. Por eso me la fabrico yo mismo.
Como curiosidad, las herramientas de su taller, son casi todas encontradas. Uno de sus pasatiempos preferidos es pasear por las cunetas de las carreteras, buscando a ver que encuentra. Ha encontrado desde billetes depositados por la brisa hasta gatos hidráulicos olvidados por algún camionero o conductor de autobús después de un cambio de “llanta”.
.- En una ocasión me encontré un maletín con cien herramientas. ¡Todas por estrenar!
.- Menudo olvido, ¿no?
Asiente mientras sonríe…
.- Seguro que es de unos de esos que tiene de todo y apenas sabe usar nada.
.- De esos hay muchos… ¿verdad?
.- ¡Si!... Usted no ha visto nunca a ese hombre que cuando tiene una avería en la carretera, lo primero que hace es abrir la tapa del motor para apoyar los brazos en ella y lo mira como… ¡si leyese el periódico!
Me hizo sonreír su afirmación…
.- Tiene razón.
.- Pues uno de esos, debía de ir con una hembra que lo ponía nervioso y se descuido las herramientas.
.- Y… ¿Qué más se ha encontrado?
.- Una vez, un fajo de dólares. Quinientos en total. Atados con una goma.
.- Me está dando usted ganas de empezar a caminar por la carretera…
.- Puede usted hacerlo…
Se calla un momento, sonríe y añade…
.- ¡Pero después de yo! ¡Por si me dejo algo!
Después de repararme el inoportuno pinchazo, Salvador me dio la mano y no quiso cobrarme. Le agradecí el gesto pero le introduje un billete de veinte dólares en el bolsillo delantero de su camisa tejana. Sin duda me había sacado de un apuro. Además hablar con el, significaba engrosar la serie de personajes que componen mis andanzas.
“Llantero”: Es la persona que dedica a reparar las ruedas en casi toda Centroamérica. Al neumático se le llama llanta.
“Haciendo amigos”
Llantero y su mirada!!lo dice todo, eso que tu captas y explicas, una persona buena, su mano fuerte y generosa...
ResponderEliminarMe encantó, como siempre, pasar por aquí..
Besiños.
Hola!
ResponderEliminarSoy nuevo en esto del blog y estoy de paseo, aprendiendo de los que llevais ya camino hecho.
Hay talento en tus fotos, lo mismo en BN que en color. Me encantan las pintadas, los carteles...
Volvere con mas tiempo sobre tu blog.
Enhorabuena por tu trabajo.
Salud!
Juan Crespo
http://elojodepezdeyonibismuler.blogspot.com/
Cada hombre un mundo... cuantas historias que contar, maravillosas letras y perfecta imagen...
ResponderEliminarCaricias para tu alma.
Tu personaje me ha traido a la memoria a otros dos que yo conocí:
ResponderEliminarBenjamín, un estudiante boliviano de Geología que conocí en Madrid. Estudiaba la carrera par dedicarse después en su país a buscar piedras preciosas. Mientras tanto buscaba oro en el Corte Inglés. Como lo lees. Iba buscando por el suelo con la mirada atenta pendientes, cadenitas, pulseras, pequeñas joyas, cosas que la gente pierde y en las que nadie se fija porque nadie mira al suelo. Y con todo lo que encontraba sacaba suficiente para pagarse todos sus caprichos que no eran baladíes.
El segundo personaje, este trágico, es Celes. Celes tenía un taller de neumáticos debajo de mi casa cuando yo era pequeño. Celes jugaba con la muerte todos los días. A pesar de que su hermano que trabajaba con él le advertía constantemente del peligro, él hinchaba los neumáticos de los camiones al máximo posible a sabiendas de que, si calculaba mal, la llanta metálica podía saltar y matarle; no sería el primer caso. Pero Celes, pendiente de ofrecer un buen servicio a sus clientes dejaba que la aguja del manómetro subiera por encima del límite de seguridad: unos neumáticos sobreinflados significaban mayor capacidad de carga para el camión y menor desgaste para el neumático. Y un día una llanta saltó; el estampido se oyó en toda la calle. Yo todavía lo recuerdo. La llanta salió disparada como una bala de cañón y le alcanzó a Celes de lleno en la cabeza; se la arrancó de cuajo y la lanzó al otro extremo del taller, bajo un banco de trabajo. Tardaron varias horas en encontrarla. El taller de Celes no abrió nunca más. Ahora es un bar de copas.
Tu espacio, por decirlo de alguna manera, es sencillamente genial. y este relato es conmovedor por lo simple y verdadero, por ese señor y sus pasatiempos, porque no hay búsqueda de lo invisiblemente superficial. un gran saludo.
ResponderEliminarexcelente retrato que muestra al personaje en toda su estampa. felicitaciones
ResponderEliminarEn este caso me gusta el color en el retrato, con todos estos personajes que conoces podráis hacer otra colección...
ResponderEliminarSaludos.
Gran historia. Toda esta andanza te da para un libro.
ResponderEliminarQue profesiones peculiares se ven en sudamérica, ¿verdad?. En Santiago de Cuba, en una ocasión, estuvimos charlando con unos quinceañeros que estudiaban "Técnico en reparación de Bicicletas", parece que los estudios en cuestión tenían muchas salidas.
Creo que este tipo de viajes, como el tuyo, sería recomendable hacerlo, al menos una vez en la vida, por lo menos. Pero todos, como terapia, creo que cambiarían la forma de ver el mundo y la forma como nos comportamos ...
Un abrazo
Como siempre una gran historia, aunque creo que te inventas las historias porque todas son tan redondas que te quedan perfectas en este blog.
ResponderEliminarMi admiración y repeto por el llantero y quien nos lo trajo.
Besos
Ay... JAN tu relato y la foto de tu llantero, me recuerdan a Arcadio Obonaga, que fue por un tiempo mi chofer en Colombia.
ResponderEliminarSolo recuerdo nombres de gente que dejo una huella en mi. Arcadio Obonaga la dejo, en uno de los periodos mas dolorosas de mi vida, cuando ni siquiera podia tomar el volante, para no caer en la tentacion de estrellarme contra la mantaña o desbarrancarme en el vacio....
Arcadio Obonaga, fue mi salvacion,
mi filosofo. Fue capaz de arrancar risas a mis lagrimas y de darme en esa ocuridad una esperanza.
Hoy, me haz hecho recordarlo. Gracias.