De piel curtida y quemada por el sol. Ojos rojizos, vidriados por un exceso de alcohol y mal dormir. Con su botella de ron envuelta en papel de un periódico que nunca leyó. Y este dormido en el interior de una bolsa de plástico, ajeno a todo.
Willi me dijo que se llamaba Richard. Pero al cabo de un rato de conversación intrascendente su semblante se volvió serio y me afirmo que su nombre era Willi. Me lo deletreó sin muchos titubeos.
.- ¡Con "i" latina, eh!
Sus ojos recobraron por unos instantes una mirada llena de sinceridad que no siempre debe mostrar.
Los que me conocéis a través de la red, sabéis que he pasado muchas horas con los olvidados de la calle. Con los sin techo. Los vagabundos. Los que por una u otra razón han terminado viviendo en la calle repudiados por la mayoría que los critica, vilipendia y reprocha su actitud si saber las causas que los han llevado a su situación.
Recordareis que con el robo de mi ordenador portátil, perdí una historia con un errante de la calle en Mendoza, Argentina, que aun espero poder repetir. Una extraordinaria persona con un perro callejero llamado Punki a quien adoraba porque simplemente era fiel, leal y nunca le recriminaba su mala suerte. Jorge me enseñó tantas cosas de la calle que es raro el día que no me acuerdo de él. Si los crudos inviernos no han hecho mella en su salud, espero que la próxima primavera pueda pasar un par de días dejándome guiar por su buen hacer.
Hoy, al recordarlo me acordé de Willi, con quien hablé un buen rato entre momentos lucidos e instantes imprecisos. Lagunas mentales que todos tenemos en alguna ocasión. A unos se les critica simplemente por no seguir lo establecido y otros, que lo siguen a su manera se les ríe las gracias. Este es el equilibrio que la sociedad llama justo. Y si miro el diccionario veo que la palabra “justicia dirimía aquello que es justo de lo que no lo es. Aunque no siempre aplica su significado a la sociedad que más necesita de ese equilibrio social.
Más paradojas de esta existencia.
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Un buen retrato de este buen hombre y de la vida que le ha tocado vivir, sbsisten como pueden y ahogan su horas en el alcohol, duro pero real, un fuerte abrazo Jan
ResponderEliminarEl retrato y el texto son magníficos, querido Jan. La i latina -en el hombre y en el perro del que hablas- dan el rasgo de carácter.
ResponderEliminarLos que pensamos que estamos de este lado de la frontera, aquí donde todo es justo y tiene su porque y su razón, creemos que la vida es algo que uno se forja cada mañana, en cada intento, en cada proyecto que nos planteamos, pero no hace falta saber mucho para darse cuenta de que eso es una entelequia. En realidad somos juguetes de unos hechos que pueden torcerse en cualquier modo, que de hecho se tuercen cada día, y estamos a merced de ellos.
ResponderEliminarUn buen texto el tuyo y un excelente trabajo de corazón y por reflejo de fotógrafo.
Saludos Jan.
Son historias llenas de crudeza y de vitalidad, a partes iguales, como una dicotomía del propio ser humano. Y que injustos llegamos ha ser cuando obviamos esas historias de sus vidas. Que jodida puede llegar ha ser la existencia amigo Jan.
ResponderEliminarMira, yo siempre recuerdo una gran película sobre este tema "Los amantes de Pont-Neuf" de Leos Carax, un film que me marco cuando lo vi por primera vez y que vuelvo a recordar cuando veo algún indigente, un vagabundo o alguien simplemente durmiendo en la calle.
Aplaudo tu entrad, textos y foto excelentes.
Un abrazo
Hace algunos años, cada tanto solía ver a gente muy bien vestida hablando con personas de la calle. No eran de ONG ni nada, solo personas que saben que muchos de los que son olvidados por el mundo, también son personas y tienen en muchos casos, cosas interesantísimas para compartir. Lecciones de vida, triunfos, fracasos, y que una buena conversación no hace mal a nadie y puede ayudar a muchos.
ResponderEliminarInteresante entrada.
Saludos.
Buenísima fotografía y pensamiento adjunto...
ResponderEliminarAbrazos.
Que buen texto complementado con un retrato extraordinario. Felicidades.
ResponderEliminarLa fotografía estremece por sí sola, amigo Jan, acompañada de tus palabras nos recuerda lo efímero que es el éxito, la vida misma... y la necesidad de mirar a todas las personas como se merecen y no como a nosotros nos de la gana.
ResponderEliminarPor comentar simplemente la hipocresía que nos rodea: mientras los hijos de los vecinos "son unos borrachos", los nuestros "sufren intoxicaciones etílicas".
Dos abrazos grandes, mi cronista favorito :)
Hola Jan, real como la vida misma. En su semblante tiene las huellas del trato que ha tenido con la vida y que acompaña al texto que has escrito, que en este caso para mi es lo principal.
ResponderEliminarUn abrazo
Te traslado mi admiración por tu texto... por tu grandísima conciencia social... por tu inmensa humanidad...
ResponderEliminarUn abrazo.
Un retrato muy expresivo y triste.
ResponderEliminarMagnifico post, muy buena la foto.
Sill