Hans “el viejo”
Un domingo por la tarde transitava por una calle solitaria cercana al puerto. Mis pasos solo eran contemplados por algun gato curioso y algun soñoliento perro callejero. Las tiendas que entre semana tienen un moderado movimiento permanecian cerradas dando una sensacion de soledad permanente a mis pasos. Siempre me ha gustado pasear por donde anida el silencio. Cualquier lugar donde la presencia del hombre solo es circunstancial me apasiona caminar entre tanta ausencia.
La mente se ralaja y me siento a gusto en ese ambiente tan hostil para la mayoria de la gente.
Mientras observaba la parte alta de los edificios, una figura tocada por un gorro rojo aparecio doblando una esquina y dirigiendo sus pasos hacia donde me encontraba. A medida que se acercaba, me di cuenta que se trataba de un indigente. Uno de los personajes con los cuales suelo conversar rescatando viejas historias de su vida o el presente mas crudo que me puedan relatar. Cuando se encontraba a pocos metros le hice esta fotografia. Justo cuando se cruzó conmigo empecé a conversar con el…
.- Buenas tarde caballero.
Se detuvo ante la sorpresa del saludo y…
.- Buena tarde amigo.
.- Estamos solos en la calle. Curioso, ¿verdad?
.- Los domingos, la calle es de los solitarios.
.- Me gustaria invitarle a un café y hablar un rato con usted.
.- No hay nada abierto por aquí. Pero podemos sentarnos por ahí…
Indicandome un solar de un edificio que se habia quemado a finales del dos mil siete. Nos sentamos y me invitó a liar un cigarrillo. Al mismo tiempo, abrí mi mochila…
.- ¿Le gusta el té?
Al ver el termo, sonrió. Movio la cabeza con ese gesto afirmativamente que todos hacemos en mas de una ocasión…
.- Es la primera vez que comparto un té con alguien de una condición diferente a la mia.
Mientras me decía estas palabras en mi mente empezaron a pasar algunos de los personajes marginales con los que he hablado los últimos años…
.- ¿Por que le interesa hablar conmigo?
.- En el fondo, creo que por compartir la soledad.
.- Pero usted no vive en la calle.
.- Aun no, pero nunca se sabe. O usted pensaba terminar así.
.- Nunca lo pensé. Pero un dia me encontré en esta ciudad, sin trabajo por culpa de la naviera donde trabajaba y en poco tiempo, la calle fue mi único recurso.
Mientras nos tomabamos el té seguimos hablando durante un par de horas. El atardecer se cebó pronto con el solar, que nos servia de improvisado salón. Mientras, la sombra que provocaba un viejo y gris edificio de finales de los años cuarenta me aconsejaba empezar a regresar hacia las areas mas pobladas de la ciudad porteña.
Nos despedimos con un simple hasta luego. Hans, en en viejo marino cuyo origen lo podemos situar en el norte de europa. A finales de los ochenta. Empezó a trabajar a bordo de un barco camaronero cuyo armador era berlinés y que toda su producción compraba el mercado japones. Fueron años buenos para todos. Pero cuando el viento sopla a favor uno olvida que un dia puede amanecer sin brisa. Y en ese momento el cambio es tan brutal que podemos caer en un pozo sin fondo o en una calle, solitaria y sin un fin aparente.
Esta es la paradoja de una circiunstancia que nos parece improblame por nuestra vida mas o menos ordenada. Pero nada es imposible y el destino a pesar de nuestra incredulidad siempre nos tiene preparado un futuro...
“Haciendo amigos”
Es un hecho que esto pasa...cuando menos te lo esperas..mucha gente lo pasa realmente mal, de pronto, así sin anestesia ...
ResponderEliminarUna buena reflexión, una fotografía real, dura y comprometida.
Otro fantastico personaje en nuestra gran coleccion de personas a los que la vida los ha tratado mal y me parece que con esta crisis que estamos viviendo, desgraciadamente, la coleccion ira aumentando considerablemente.
ResponderEliminarsaludos y Jan, por estos sitios tan solitarios no deberias ir solo, el hambre no tiene amigos.
Nunca se sabe, efectivamente, donde acabaremos de aquí a unos años o que cosas malas, y buenas, nos pueden pasar. Ni siquiera nos las imaginamos, lo sé por experiencia.
ResponderEliminarMe gusta esta foto tan casual, según caminaba, del amigo Hans.
Saludos.
Había otro Hans, "el de la suerte", que tras varios intercambios comerciales nada ventajosos, regresaba a casa sin nada y no importaba en absoluto, porque en el hogar la madre esperaba. Este Hans que nos presentas tal vez tuvo un destino parecido. Pero la distancia entre la vida y el cuento es a veces mayor que la propia vida y esta no nos alcanza para llegar al final que merecemos.
ResponderEliminarSiempre acercándonos a la realidad que vives.
ResponderEliminarY Hans se asombra de tomar un té con alguién como tú.
¿Acaso sólo podemos invitar a gente de la misma linea social? Triste ehhh.
Saludos
Me ha encantado la historia de Hans, a mi también me encanta observarlo todo y hablar con todo tipo de gentes, te aseguro que si llevo a llevar mi termo encima también me hubiera sentado con él a tomarme un té. No cambies. Mafalda (Sevilla)
ResponderEliminarEl mundo real en imagenes, la gente por mucho que lo vea en persona no se da cuenta que realmente estan sufriendo y nadie los ayuda... unos tanto y otros tan poco, el mundo esta muy mal repartido.
ResponderEliminarSaludos
Hubiera quedado sensacional la fotografía dejándole el color rojo al gorro. Es curioso... Un gorro rojo, como el de Cousteau. Me llama la atención la poca desconfianza que tienen los personajes marginales con los que trabas contacto hacia los desconocidos. Aquí tienen miedo.
ResponderEliminarla fotografia más es que una serie de conocimientos para obtener la imagen, es la habilidad de saber como y cuando capturarla
ResponderEliminar