Historias entre el siglo XXI y el XXII
Cierto personaje de cuyo nombre no logro acordarme trabajaba en una empresa multinacional. Tal vez esa circunstancia le ayudó a decidir vivir en un tremendo enjambre de viviendas multirraciales.
Hoy, recuerda el primer día que se presentó con el anuncio que publicó un reconocido periódico en su sesión de anuncios del domingo donde buscaban a un profesional para cubrir una vacante por deceso del cesante. Le llamó la atención los términos del mismo. En particular una frase resaltada en negrita que decía… Abstenerse si no sabe montar en bicicleta y no tiene buenas referencias. Lo de las referencias lo entendía, pero lo de la bici…
El primer día de trabajo se dio cuenta que la empresa era un conjunto de 27 naves que componían el centro de producción. Estas tenían una extensión de casi doce quilómetros cuadrados. A veces, debía de desplazarse desde el centro hasta el ala sur y después ir hasta el ala norte. Esto suponía 18 kilómetros. De ahí, el porqué de saber montar en velocípedo.
Todo en su vida tenía unas proporciones magnánimas. Por eso cuando compró su departamento escogió el más alto de todos los posibles. Un sobreático de dos plantas más buhardilla artificial que escondía un depósito de agua. Era el más alejado de la escalera central que servía como vía única de acceso a los diferentes pisos. Una hilera de ocho ascensores se encargaba de hacer llegar hasta las plantas a sus habitantes. Cuatro de subida y cuatro de bajada. Pero coincidiendo con las horas punta, el número de ascensores que subía o bajaba en función del horario era de seis y dos que hacían el recorrido al revés. Así se garantizaba que nadie esperase más de dos minutos en la puerta del mismo. Una vez en su planta, había una pasarela mecánica como las que hay en los aeropuertos se dedicaba a ir y venir en cada planta para desplazar a sus habitantes sin que tuvieran que esforzarse para llegar a su piso.
El anterior propietario del piso recién comprado, era el operario a quien sustituyó en la empresa multinacional. Este trabajó sus últimos nueve años en la misma. Nunca supo detalles particulares de sus compañeros de trabajo. Nunca se relacionó con sus vecinos de escalera.
Unos días antes de fallecer, el cartero le preguntó si sabía en qué planta vivía un vecino suyo. Su respuesta fue…
.- ¿Vecino? ¿Qué vecino?
El primer día de trabajo se dio cuenta que la empresa era un conjunto de 27 naves que componían el centro de producción. Estas tenían una extensión de casi doce quilómetros cuadrados. A veces, debía de desplazarse desde el centro hasta el ala sur y después ir hasta el ala norte. Esto suponía 18 kilómetros. De ahí, el porqué de saber montar en velocípedo.
Todo en su vida tenía unas proporciones magnánimas. Por eso cuando compró su departamento escogió el más alto de todos los posibles. Un sobreático de dos plantas más buhardilla artificial que escondía un depósito de agua. Era el más alejado de la escalera central que servía como vía única de acceso a los diferentes pisos. Una hilera de ocho ascensores se encargaba de hacer llegar hasta las plantas a sus habitantes. Cuatro de subida y cuatro de bajada. Pero coincidiendo con las horas punta, el número de ascensores que subía o bajaba en función del horario era de seis y dos que hacían el recorrido al revés. Así se garantizaba que nadie esperase más de dos minutos en la puerta del mismo. Una vez en su planta, había una pasarela mecánica como las que hay en los aeropuertos se dedicaba a ir y venir en cada planta para desplazar a sus habitantes sin que tuvieran que esforzarse para llegar a su piso.
El anterior propietario del piso recién comprado, era el operario a quien sustituyó en la empresa multinacional. Este trabajó sus últimos nueve años en la misma. Nunca supo detalles particulares de sus compañeros de trabajo. Nunca se relacionó con sus vecinos de escalera.
Unos días antes de fallecer, el cartero le preguntó si sabía en qué planta vivía un vecino suyo. Su respuesta fue…
.- ¿Vecino? ¿Qué vecino?
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“cien microrelatos”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor.
janpuerta@gmail.com
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janpuerta@gmail.com
Me estremece pensar que esta historia sea cierta...qué terrible mundo nos espera si seguimos por el camino en que andamos!Dios!
ResponderEliminarHasta cada rato!
YO VEO EN ESTE RELATO UNA TRISTE HISTORIA DE SOLEDAD.AUNQUE ESTA SOLEDAD A VECES SEA BUSCADA POR UNO MISMO/A.
ResponderEliminarSALUDOS, DESDE VALENCIA.
YO VEO EN ESTE RELATO UNA TRISTE HISTORIA DE SOLEDAD.AUNQUE ESTA SOLEDAD A VECES SEA BUSCADA POR UNO MISMO/A.
ResponderEliminarSALUDOS, DESDE VALENCIA.
Quina sensació d'angoixa dòna aquest edifici i aquest relat!!...Tot tan atapeït i tan plé de persones i de coses, però tan buit de calor humà!!
ResponderEliminarSurto, perquè necessito respirar...
Una abraçada molt forta.
Conozco esa comunidad...
ResponderEliminarRecordo una persona que em va dir un dia, que aquestos edificis, eren ninyoles, per enterrar-hi gent amb vida. Veien la foto i llegiint la historia penso que es una bona veritat. Salutacions des de ...
ResponderEliminarBien podría haber valido tu historia para un guión de Antonioni, Jan.
ResponderEliminarNo podría vivir jamás en una colmena como esa. yo también me moriría.
Un abrazo.
Estamos locos. No hay otra conclusión posible. Excelente relato y una foto que me sobrecoge el alma. amigo
ResponderEliminarUn abrazo
Ciudades anónimas. Hay edificios en los que viven más habitantes que en muchos pueblos de Castilla.
ResponderEliminarmuy bueno el final, dicen que la soledad cuando es querida y buscaba es feliz. tambien dicen que las gentes en las grandes ciudades viven solas pues apenas se relacionan unas con otras. la soledad ignorada, no querida ni deseada debe ser una losa de lo mas pesada. abrazos y felicidades por tu texto
ResponderEliminarEs buenísimo, y creo que real. Hoy por hoy, estos enjambres de pisos no permiten el trato del ayer.
ResponderEliminarQué pena, pero el progreso es así...
Un abrazo
Buenas tardes, Jan Puerta:
ResponderEliminar- El anuncio, era bien claro: se pedía persona con ENERGIA.
Había que correr, subir, bajar, ir, venir, desplazarse...
- Si aplicamos el zoom, en el edificio de tu magnífica fotografía, veremos en ese hormiguero humano, detrás de cada ventana, gentes que leyeron anuncios idénticos, y que ahora están en distintas fases de desgaste de fuerzas. Pero dentro, todos los pisos son iguales, y para cada uno, hay reservado un cartel, de "se busca, por deceso".
Saludos. Gelu
No sé qué grado de verdad tendrá esa historia, pero la 'triste verdad' es que caminamos hacia una sociedad en la que las relaciones personales están siendo relegadas a un muy segundo plano.
ResponderEliminarNosotros por ejemplo, nos relacionamos alrededor de un tema (fotografía) pero sentados en una silla sin vernos ni interactuar directamente, eso sí, es barato, no nos mojamos si llueve, pero ¿vecino? ¿qué vecino?
Vaya sociedad que estamos construyendo,personas que no se hablan ni en la empresa,ni en el edificio, ni en las diversiones....
ResponderEliminarvaya, que es para volverse loco.
Angustioso y triste el relato, bien acompañado, como siempre, de tu foto.
ResponderEliminarCada uno elige dónde y cómo quiere vivir, unos aciertan en su elección, otros se equivocan y muchos se engañan a sí mismos y no son capaces de rectificar.
Vivir así es algo parecido a morirse.
Un abraz.
en mi comunidad somos 45 familias y muchos ni nos conocemos...me imagino lo que será ese hormiguero...un abrazo
ResponderEliminarEncasillados en celdillas estancas, vivimos unos al lado de los otros sin relacionarnos. Ni siquiera nos miramos cuando subimos juntos en el ascensor.
ResponderEliminarMe encantan las fotos de series, texturas y ritmos y la que nos traes hoy es un estupendo ejemplo.
ResponderEliminarAsí es el mundo en el que vivimos, no conocemos ni al de al lado...
un beso
Una casita pequeñita asi!!! decia una canción de un tal señor bajito, que no recuerdo el nombre, pero la cantaba con ganas!!
ResponderEliminarEso prefiero yo, a que vivir en tamaña barbaridad!! Imposible no conocer a los vecinos! menos poder tener una vida comunicada con el resto de las personas. No puedo!!
Bella fotografía, muestra una realidad cada vez más grande.
Abrazos pero en libertad,
Anouna
Lo siento Jan; últimamente te tengo abandonado; incluso a mí mismo y a mis cosas me tengo abandonado. Trataré de ponerme al día.
ResponderEliminarVeo la foto del edificio y los ojos me hacen "chiribitas". En Burgos no sería posible semejante uniformidad. Aquí, a despecho de las ordenanzas municipales, unos cerrarían las terrazas y otros no, y cada cual a su manera, unos con cerramientos de aluminio, otros de PVC y otros de hierro, y cada uno de un color. Y todos los vecinos se conocerían perfectamente para poderse odiar y criticarse unos a otros. El que tú nos pintas en tu relato es un mundo feliz, amigo mío. Siempre, claro está, que no falle la energía eléctrica que mueve los ascensores ni falten las pilas que hacen vibrar los consoladores.
Un abrazo.