Claudia
“En casa, casi nada a cambiado”.
En ocasiones hablas con una persona y al terminar la conversación ves que podrías haber hablado por horas. Con Claudia me sucedió esto mismo. Pero como leí en algún lugar, a veces uno solo lee un capitulo de un libro y deja el resto para otra ocasión. Quizás sea así.
Recuerdo esa mañana del pasado junio por varias razones. Amaneció con más frío de lo esperado por mi parte. Las nubes eran de un negro intenso. Sin estar definidas. Una masa uniforme que se perdía por el horizonte. La cordillera de los Andes escondía las nieves perpetuas del Aconcágua.
En la casa donde estaba alojado se levantaron unos minutos después que yo. Se sorprendieron que estuviese calentando agua para hacer té.
.- Hoy invita a quedarse en la cama más rato…
Me comento Jacinto, después de darme el buen día consabido.
.- Así es amigo. Pero, estos días con esa luz tan especial tengo que aprovecharlos para hacer fotos.
.- Pero si no saldrá el sol. –Me dijo con la cara llena escepticismo- Al menos en una semana no habrá sol.
.- No me gusta el sol para las fotografías.
.- Ah ya. Si sé. –Y se dirigió al cuarto de baño a lavarse la cara.
Claudia, su mujer, me saludó con un beso en la mejilla invitándome a sentarme en la mesa.
.- Eso de fotografiar cementerios no lo entiendo mucho. Y… ¿le pagan por ello?
.- Pues no. Es para mi colección particular de fotografías.
.- Ah, ya entiendo. Como si fuesen cromos. ¿Verdad?
.- Pues creo que ha dado usted con la mejor definición posible. Los cromos. Yo de pequeño los coleccionaba.
.- Aquí, cuando éramos pequeños, solo trabajamos en las tareas del campo. Poco juego entre mis hermanas y mis amigas.
.- ¿Fue usted al colegio?
.- Solo un año. Aprendí pocas cosas. Pero se de cuentas y leer. También escribir un poco.
Esos dos días que pase allí, me volvió a renacer la idea de asentarme definitivamente en cualquier lugar. Esa frase típica de echar raíces. Pero eso solo me sucede cuando el pan se hace en horno de leña y la harina no tiene cosas raras en su blancura. Cuando la mantequilla es casera, al igual que la mermelada, la leche y el ambiente que me rodea. Entonces nace en mí una envidia sana por aquello que me envuelve y quisiera formar parte del entorno. Convertirme en uno del lugar. Como si hubiera nacido aquí y llevase cincuenta años sin salir del pueblo. A pesar de ser muy consciente que mi culo –como me decía mi madre- era de mal asiento.
La realidad siempre me puede. Y como tal, las puertas se abren y he de seguir el camino.
.- El mundo ha cambiado mucho en los últimos años.
.- Ahora tenemos una televisión. Y una camioneta para ir al pueblo a vender los quesos. –Me indica jacinto-
.- En casa, casi nada a cambiado. Solo la edad que uno acumula. –Dice Claudia mientras jacinto sonríe al escucharla-
Claudia y Jacinto hacen queso de cabra y de oveja. Ya no trabajan el campo. Solo un pequeño huerto que les da lo necesario para su manutención. Viven prácticamente del trueque. Cambian sus quesos por todo aquello que no pueden obtener en su casa. Jacinto se excusa y sale a poner en marcha la camioneta. –Para que se caliente- Dice.
Me quedo sentado con Claudia…
.- Para pagar lo del estado, vendemos el queso en el mercado. Todos los sábados…
.- ¿Que es lo del estado?
.- Pues la gasolina de la camioneta. La luz. La televisión. Esas cosas que según mi nieta hay que tener para ser una persona normal.
.- Su nieta, ¿no se interesa por la vida en el campo?
.- No! Ella estudia en la capital. -Baja un poco la voz y me dice… Sabe, es moderna. Vive sola. Yo no podría hacerlo. Valiente mi Sandra.
Me lo dice sonriendo al tiempo que se levanta, sale de la cocina donde estamos desayunando y se presenta con una fotografía enmarcada de su nieta.
.- Aquí esta Sandra cuando cumplió veinte años.
.- ¿Cuantos hijos tiene usted?
.- Tres. Dios solo me dio dos varones y una hembra. Mario y Sergio viven en Uruguay. En el extranjero. Carmen vive en Santiago.
Esa mañana acompañé a Claudia y Jacinto hasta la pequeña población subida en la parte trasera de su camioneta. Una vieja y destartalada “pick up Chevrolet”. Rodeado de quesos que me dejaron un olor a campo característico en mi ropa. Una vez en la plaza, los ayudé a montar su parada para después ir a dar una vuelta por el cementerio. A ver si con la luz tan propicia seguía ampliando mi álbum de cromos.
Claudia le lleva a una señora que vive cerca dos quesos como cada sábado. Jacinto esta en la furgoneta y yo estoy poniendo los quesos encima de la tarima, que hacia las veces de mesa. Se me acercó una señora cliente y me preguntó…
.- ¿Hoy no ha venido?
.- ¿Quién?
.- Claudia la de los quesos?
.- Por allí viene. –Le digo indicándole su espalda-
.- Ah, al no verla pensé que estaba enferma.
Al ver que se acercaba, me llevé la cámara a la cara y disparé. Sin poses. Todo natural. Como los quesos. Así es Claudia.
“Haciendo amigos”
Paisajes con figuras o figuras con paisajes.
ResponderEliminarParece tomada hace mucho tiempo, muy interesante BYN.
ResponderEliminarOtro fantastico personaje. Me encanta esta gente que son tan felices con su pobreza y nosotros tan pobres con nuestra riqueza.
ResponderEliminarsaludos.
Que buena historia. La tranquilidad con que se vive en el campo es insuperable, y el "cromo" de Claudia es buenisimo. Saludos Jan.
ResponderEliminarA tí te entran las ganas de asentar el culo y a mí me dan ganas de irme contigo para no sentarme mucho en el mismo sitio.
ResponderEliminarCuánto más saben los que menos contacto tienen con todo lo que los demás creemos imprescindible. Cómo me gustaría saber hacer quesos, y vino (como mi padre y mi abuelo), y chorizos (como mi madre)...¿qué sabemos hacer nosotros?
Hermosa Claudia en su naturalidad y valiente su Sandra en su soledad. Bonita foto, para un excelente relato.
ResponderEliminarGente corriente con historias singulares.
ResponderEliminarGenial serie la de los personajes.
Saludos.
Encantadora !
ResponderEliminarUn saludo
Nunca nos fijamos en las pequeñas cosas, ni valoramos el gran trabajo que supone vivir de las manos. Me quedo con esta gente sana que cultiva su sabiduria con su labor en el campo. Alguna vez tambien me tiene dado envidia, pero creo que ya no podria vivir sin todo lo que me rodea, como en este mismo momento pulsando unas teclas.
ResponderEliminarSaudiños.
Buen relato costumbrista, relajado y detallista, como si miraras una foto en perspectiva. Se agradece leerlo, después de algunos que escribo yo jajaja. Un abrazo.
ResponderEliminarYo también hubiera querido quedarme.
ResponderEliminarA veces en la caída, el contacto con el fondo ejerce un efecto resorte y nos lanza hacia delante con más fuerza, con más perseverancia, con más visión...
ResponderEliminar"En casa, casi nada ha cambiado. Sólo los años que acumula uno." ¡Genial!
auténtica, sin duda alguna, desde la imagen hasta las referencias
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