La imagen de hoy, se la envié para que Pedro Ojeda, la publicase si lo creyese oportuno en su blog “la acequia” donde los jueves dedica su entrada a la obra de Cervantes. La imagen se publico el pasado jueves. Algunos de vosotros querías ver la fotografía con mejor resolución. Yo cuando se la envié, la reduje para que pesara menos. Si hacéis un clic sobre la misma la veréis a una buena resolución.
En ocasiones hay historias que uno escucha y que por las características de quienes las cuentan no tienen mucha credibilidad. Pero, si analizamos las palabras y pensamos que toda leyenda urbana tiene su origen, tal vez exista una duda razonable sobre la pequeña historia quijotesca que voy a contar…
En ocasiones hay historias que uno escucha y que por las características de quienes las cuentan no tienen mucha credibilidad. Pero, si analizamos las palabras y pensamos que toda leyenda urbana tiene su origen, tal vez exista una duda razonable sobre la pequeña historia quijotesca que voy a contar…
Don Quijote en Valparaíso
Ocurrió a finales del mil quinientos cincuenta... mas o menos.
Don Quijote y su fiel escudero Sancho, celebraron la pascua en completa soledad en algún lugar cercano al puerto de Palos de la frontera. En la posada donde se encontraban llegaron unos marineros de cierta nave a punto de partir hacia las américas. Bebieron hasta saciar la sed y comieron sin ningún tipo de mesura.
Los marinos, rápidamente entendieron la locura del viejo Quijote y los desmanes del noble Sancho por evitar males mayores. Ambos bebieron más de la cuenta. Siguiendo las consignas de los sagaces truhanes de la mar…
.- Brindemos por la belleza de Dulcinea!
Levantaron las jarras y bebieron.
.- Brindemos por Dulcinea del Toboso, quien espera a su caballero al otro lado del océano!
.- ¿Como? ¿Dónde me espera?
Inquiero nuestro personaje. Parece ser que los marineros, faltos de personal, se dedicaron a recorrer los viejos hostales y las tabernas mas ruines buscando a cualquier borracho que firmase su enrolamiento en la nao. La partida estaba prevista dos horas después. Así que cuando despertasen se encontrarían iniciando el viaje sin poder retornar a menos que fuera a nado. Cosa improbable.
Don quijote siguió con sus preguntas. Los marineros lo engatusaron bien. Dos horas después, junto a su fiel Sancho, embarcaban en busca de su querida Dulcinea. Debido a una tormenta, se desviaron de su ruta sin saber muy bien donde se encontraban. Don Quijote, en una acalorada discusión con el Capitán, motivada por la tardanza en llegar donde su amada, le arrancó el octante al piloto usándolo como arma arrojadiza sobre quienes le contradecían en ese momento. La habilidad del Oficial quedo demostrada cuando se agachó. El único octante de la nao salió por la ventana de la popa hundiéndose en las profundidades marinas. A partir de ahí, todo fue improvisado. Desde ese momento, el Hidalgo caballero fue atado en la proa y con la mirada fija en el horizonte pasaron casi setenta días hasta que desde la cofa el vigía gritó...
.- ¡Tierra a la vista!
Los ojos del insigne Hidalgo se abrieron como bacías recién pulidas. Sancho seguía en babor vomitando su travesía y maldiciendo la decisión de seguir siendo fiel escudero de aquel caballero a quien la locura le había caído del cielo. Dejándolo bien tocado.
.- Sancho! Creo verla en el horizonte. En lo alto de aquel cerro.
.- No se mi señor. No tengo tan buena vista como usted.
La tierra que avistaron fueron los riscos del cabo de Hornos. Lo rodearon no sin dificultades sin saber muy bien donde se encontraban. Buscaban una ruta de regreso buscando siempre el norte cuando les era posible. Bordearon la costa hasta que avistaron la bandera española izada en un cerro. Habían llegado sin proponérselo a los campamentos que el mismísimo Pedro de Valdivia había construido unos años atrás.
Una vez allí, Don Quijote cuan caballero era y se sentía, luchó contra diferentes culturas incas. Brilló por su denostado valor siempre al lado de su inseparable Sancho. Un marinero tuvo la brillante idea de decirle que Dulcinea había sido raptada por un Inca de la zona. El, cuyo valor solo era sobrepasado por la locura, decidió salir en su rescate. Sancho, como siempre asintió. Aunque según consta en unas hojas no publicadas por un fraile de ese acuartelamiento, que también era del Toboso, este murmuro antes de salir en busca de su amada…
.- ¿Hasta cuando señor… Hasta cuando durara esta locura?
Las gestas de ambos, fueron tales que el Greco decidió inmortalizar a tan insigne personaje para la posteridad. Una vez conquistados todos los reductos indígenas, Don Quijote con mas de noventa años a sus espaldas, murió cerca de Valparaíso que por aquel entonces era un pequeño puerto sin mas importancia que ser usado para cargar las naos Españolas con la plata que extraían del cerro de la Campana en la cordillera pre andina. Sus últimas palabras fueron para Sancho…
.- Si ves a Dulcinea, dile lo mucho que la he querido. Hasta aquí hemos llegado viejo Sancho. -Expirando a continuación-.
Unos años después falleció su fiel escudero, quien no supo afrontar su vejez sin las locuras surrealistas de su insigne caballero. Murió de pena y algunos dicen que de aburrimiento.
A finales del mil ochocientos un comerciante de la época encontró entre los restos de una vieja casa que acababa de comprar, un viejo lienzo. Lo desenrolló con sumo cuidado y descubrió la pintura que en su día pintara el Greco. Esta se quedó en su casa sin saber nunca el valor que tenía la misma. Tres generaciones después, El nieto, un joven okupa, con ciertas dosis artísticas descubrió el cuadro en el sótano. Hizo un esbozo y se le ocurrió pintarlo en una pared de un inmueble que había sucumbido a un feroz incendio.
.- Pero que tío mas larguirucho has pintao. Mola que te cagas, “ueón”.(1)
Le dijo un compañero de cresta afilada a base de cerveza de la quinta región.
.- Y el gordi que está al lao. Ese si que un “ueón”, cachaí!(2)
Unos años después, y debido a una fuerte tormenta, se descorchó parte de la pared donde Sancho seguía fielmente ligado a Don Quijote.
El nieto se vendió el lienzo del abuelo a un anticuario de la plaza O’higgins de Valparaíso. Ahí se le perdió la pista.
1: Ueón. Se pronuncia Uevoón. En el argot de la calle ha tomado fuerza esta pronunciación literal. Un sinónimo suyo seria en España el vocablo “gili” o “gilipollas”
2: Cachaí. Coloquialmente “te enteras”? Caché: Entendí!. Cachaste?: Entendiste?
Bueno amigos esta es la pequeña historia de este autorretrato “grafitero” que pude conseguir en un viejo solar de la ciudad de Valparaíso. Ya se que muchos de vosotros, -entre ellos tu, apreciado Don Pedro- no le daréis mucho rigor a esta pequeña historia surgida a razón de descubrir un día la comentada fotografía. Pero… no se. Un viejo refrán de la época decía: “Cuando el río suena… agua lleva.
Don Quijote y su fiel escudero Sancho, celebraron la pascua en completa soledad en algún lugar cercano al puerto de Palos de la frontera. En la posada donde se encontraban llegaron unos marineros de cierta nave a punto de partir hacia las américas. Bebieron hasta saciar la sed y comieron sin ningún tipo de mesura.
Los marinos, rápidamente entendieron la locura del viejo Quijote y los desmanes del noble Sancho por evitar males mayores. Ambos bebieron más de la cuenta. Siguiendo las consignas de los sagaces truhanes de la mar…
.- Brindemos por la belleza de Dulcinea!
Levantaron las jarras y bebieron.
.- Brindemos por Dulcinea del Toboso, quien espera a su caballero al otro lado del océano!
.- ¿Como? ¿Dónde me espera?
Inquiero nuestro personaje. Parece ser que los marineros, faltos de personal, se dedicaron a recorrer los viejos hostales y las tabernas mas ruines buscando a cualquier borracho que firmase su enrolamiento en la nao. La partida estaba prevista dos horas después. Así que cuando despertasen se encontrarían iniciando el viaje sin poder retornar a menos que fuera a nado. Cosa improbable.
Don quijote siguió con sus preguntas. Los marineros lo engatusaron bien. Dos horas después, junto a su fiel Sancho, embarcaban en busca de su querida Dulcinea. Debido a una tormenta, se desviaron de su ruta sin saber muy bien donde se encontraban. Don Quijote, en una acalorada discusión con el Capitán, motivada por la tardanza en llegar donde su amada, le arrancó el octante al piloto usándolo como arma arrojadiza sobre quienes le contradecían en ese momento. La habilidad del Oficial quedo demostrada cuando se agachó. El único octante de la nao salió por la ventana de la popa hundiéndose en las profundidades marinas. A partir de ahí, todo fue improvisado. Desde ese momento, el Hidalgo caballero fue atado en la proa y con la mirada fija en el horizonte pasaron casi setenta días hasta que desde la cofa el vigía gritó...
.- ¡Tierra a la vista!
Los ojos del insigne Hidalgo se abrieron como bacías recién pulidas. Sancho seguía en babor vomitando su travesía y maldiciendo la decisión de seguir siendo fiel escudero de aquel caballero a quien la locura le había caído del cielo. Dejándolo bien tocado.
.- Sancho! Creo verla en el horizonte. En lo alto de aquel cerro.
.- No se mi señor. No tengo tan buena vista como usted.
La tierra que avistaron fueron los riscos del cabo de Hornos. Lo rodearon no sin dificultades sin saber muy bien donde se encontraban. Buscaban una ruta de regreso buscando siempre el norte cuando les era posible. Bordearon la costa hasta que avistaron la bandera española izada en un cerro. Habían llegado sin proponérselo a los campamentos que el mismísimo Pedro de Valdivia había construido unos años atrás.
Una vez allí, Don Quijote cuan caballero era y se sentía, luchó contra diferentes culturas incas. Brilló por su denostado valor siempre al lado de su inseparable Sancho. Un marinero tuvo la brillante idea de decirle que Dulcinea había sido raptada por un Inca de la zona. El, cuyo valor solo era sobrepasado por la locura, decidió salir en su rescate. Sancho, como siempre asintió. Aunque según consta en unas hojas no publicadas por un fraile de ese acuartelamiento, que también era del Toboso, este murmuro antes de salir en busca de su amada…
.- ¿Hasta cuando señor… Hasta cuando durara esta locura?
Las gestas de ambos, fueron tales que el Greco decidió inmortalizar a tan insigne personaje para la posteridad. Una vez conquistados todos los reductos indígenas, Don Quijote con mas de noventa años a sus espaldas, murió cerca de Valparaíso que por aquel entonces era un pequeño puerto sin mas importancia que ser usado para cargar las naos Españolas con la plata que extraían del cerro de la Campana en la cordillera pre andina. Sus últimas palabras fueron para Sancho…
.- Si ves a Dulcinea, dile lo mucho que la he querido. Hasta aquí hemos llegado viejo Sancho. -Expirando a continuación-.
Unos años después falleció su fiel escudero, quien no supo afrontar su vejez sin las locuras surrealistas de su insigne caballero. Murió de pena y algunos dicen que de aburrimiento.
A finales del mil ochocientos un comerciante de la época encontró entre los restos de una vieja casa que acababa de comprar, un viejo lienzo. Lo desenrolló con sumo cuidado y descubrió la pintura que en su día pintara el Greco. Esta se quedó en su casa sin saber nunca el valor que tenía la misma. Tres generaciones después, El nieto, un joven okupa, con ciertas dosis artísticas descubrió el cuadro en el sótano. Hizo un esbozo y se le ocurrió pintarlo en una pared de un inmueble que había sucumbido a un feroz incendio.
.- Pero que tío mas larguirucho has pintao. Mola que te cagas, “ueón”.(1)
Le dijo un compañero de cresta afilada a base de cerveza de la quinta región.
.- Y el gordi que está al lao. Ese si que un “ueón”, cachaí!(2)
Unos años después, y debido a una fuerte tormenta, se descorchó parte de la pared donde Sancho seguía fielmente ligado a Don Quijote.
El nieto se vendió el lienzo del abuelo a un anticuario de la plaza O’higgins de Valparaíso. Ahí se le perdió la pista.
1: Ueón. Se pronuncia Uevoón. En el argot de la calle ha tomado fuerza esta pronunciación literal. Un sinónimo suyo seria en España el vocablo “gili” o “gilipollas”
2: Cachaí. Coloquialmente “te enteras”? Caché: Entendí!. Cachaste?: Entendiste?
Bueno amigos esta es la pequeña historia de este autorretrato “grafitero” que pude conseguir en un viejo solar de la ciudad de Valparaíso. Ya se que muchos de vosotros, -entre ellos tu, apreciado Don Pedro- no le daréis mucho rigor a esta pequeña historia surgida a razón de descubrir un día la comentada fotografía. Pero… no se. Un viejo refrán de la época decía: “Cuando el río suena… agua lleva.
“Anécdotas”
Gracias por contestar a mi pregunta. Sí, supongo que es cuestión de estar atento y dedecarle tiempo. Pero aún así la creatividad y ese bullir de ideas no los posee todo el mundo. Creo que hay que tener dotes, predisposición, talento y sobre todo genio. He leído tu relato y, en mi humilde opinión, demuestra que tienes una gran imaginación y que además la has cultivado para poder crear textos como éste. Felicidades por todo ello!!
ResponderEliminarTambién me gusta que te guste mi foto.
Un abrazo.
Excelente texto Jan. ¿Pero me permites una puntualización histórica?, ya sabes… por aquello de deformación profesional. El sextante no vio la luz hasta el 1750 más o menos. Hasta entonces el posicionamiento en la mar se hacía por medio del astrolabio y el cuadrante de Davis (Octante). Y si no recuerdo mal el Quijote se ambiento en el 1605, por lo cual difícilmente el famoso hidalgo podría usarlo como arma letal contra el piloto.
ResponderEliminarEspero no haber sido muy tocahuevos, y reitero… el relato buenísimo.
Un deterioro cromático como el mental que sufría el personaje de Cervantes...
ResponderEliminarQué texto más sugerente, querido Jan.
ResponderEliminarNo sé si sabes que Cervantes intentó pasar a América (se conserva su solicitud) pero no le dejaron, posiblmente por su ascendencia judeoconversa.
En ese caso, el Quijote se hubiera ambientado allá. Con o sin sextante.
Y mil gracias por animarte a mandarme este autrorretrato que, con esta entrada tuya, queda completo. Informaré el sábado, en las noticias del Quijote.
Un relato apasionante, me lo leí de un tirón. La verdad, la idea de unas aventuras de Don Quijote en Sudamérica suena muy bien! E incluso podrían ser tan disparatadas como las que ya escribió en tierras de España. le propondremos una segunda parte a su seguidor Jan Puerta jeje. Un abrazo!
ResponderEliminarMuy buena la historia. Y pobre Quijote las que ha tenido que pasar!
ResponderEliminarAbrazo
Curiosidad más que satisfecha en cuanto a la foto y su ampliación.... Perfectamente "Grecoiana" ;-)y hermosa.
ResponderEliminarEn cuanto a la historia... pudó ser, pudó ser... Como dice Pedro, hasta lo solicitó... Cumplíste con su sueño...
Un beso, Jan.
Me ha encantado este relato, Jan, bien tejido y mejor narrado. Indudablemente, el personaje de D. Quijote da para mucho: ¡Hubiera sido bueno haberlo visto allí, en America!
ResponderEliminarUn abrazo.
Un texto escelente a colación con una buena imagen.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno Jam.. si don Quijote hubiese hecho las Américas lo más seguro es que en lugar de caballero se colocas de Virrey y Sancho de lugateniente... me ha gustado como has creado una leyenda urbana al revés de como surge... y la imagen...original y qué suerte haberla descubierto... saludos
ResponderEliminarUn Quijote cruzando los mares es tan verídico como el otro navegando las llanuras manchegas. E igual de incorregible. A veces pienso que la figura del Quijote hoy ha quedado reducido a poco más que icono. Pero un icono tampoco es poca cosa.
ResponderEliminarEra casi lo único que le quedaba por hacer al caballero, que estará seguramente agradecido por tal aventura. Genial y divertido como el de tierra adentro.
ResponderEliminar¡Qué no se hubiera encontrado Don Quijote en América! ¡Con qué gigantes y monstruos no hubiera trabado descomunales batallas!
ResponderEliminarComo este:
http://i412.photobucket.com/albums/pp202/F-potrillo/Sin_Cabeza.jpg
Precioso el relato, para al final explicarnos el fresco de la foto. Me ha encantado. Besotes, M.
ResponderEliminar¡Divertido tu relato para esa excelente foto!
ResponderEliminarQue casualidad el 10 de febrero es mi cumpleaños y en el del 2009, comencé a leer el Quijote -como sabes- de la mano de Pedro Ojeda.
Un abrazo compañero.