La gente que trabaja en la calle tiene un don muy especial. Su día a día es tan complejo para los que rigen su vida con normas preestablecidas que entenderlos se hace realmente difícil. Solo el vivir su cotidianidad nos acercaría un poco a su manera de ser tan espontanea y alejada de tantos perjuicios sociales.
Guillermo hacia un buen rato que me estaba observando. Se encontraba en su esquina de siempre. Unas cajas amontonadas servían de improvisada mesa mostrador para llamar la atención de las caseras (1) que pasaban por delante. Ofreciendo unas habas que tenían un excelente aspecto. Para rematar su márquetin comercial, una pizarra de las de antes, anunciaban que dos kilos se podían comprar por solo 500 pesos.
Me dijo Guillermo mientras con el dedo señalaba las habas.
.- El no sabía que mi cámara ya había disparado en un par de ocasiones. Así que volví a enfocar y dispare…
.- ¿Saldrá publicada en algún lugar?
.- Eso espero amigo. Eso espero.
.- Me han comentado que ha estado usted haciendo fotos en la vieja estación.
.- Así es. Un edificio magnifico que hoy en día es una ruina.
.- Sabe, cuando el tren dejó de pasar por aquí, el pueblo se murió en un ochenta por ciento.
.- ¿Como era antes?
.- Siempre había gente. Los negocios estaban llenos y era muy agradable pasear por cualquier rincón. Llay Llay estaba limpio y muy cuidado. Hoy está lleno de mugre.
.- ¿Y qué se puede hacer?
.- Seguir trabajando para sobrevivir. No hay más.
Intente imaginarme el gentío paseando por el paseo o bien en la plaza que hay frente a la estación. Hoy las casas están vacías. Muchos han renunciado a su historia buscando mejores horizontes para seguir delante de una manera más decente y menos miserable. Una historia me resulta familiar al pensar en la gran cantidad de emigrantes que en los años sesenta y setenta salieron de sus casas en mi país buscando un futuro mejor.
Guillermo me puntualiza que es él empleado y Miguel Andrés su joven jefe. Me llena una bolsa de habas y quedamos que cualquier día le daría la fotografía y una copia de la publicación de este encuentro tan simple, pero tan emotivo.
El día siguiente cocina las habas según una receta de mi madre que era aragonés a de nacimiento y catalana de adopción. Ni que decir tiene que brindé en varias ocasiones por Guillermo con un buen vino chileno mientras el gran pianista Jorge Bolet interpreta el soneto de Petrarca completo de Frank Lizt. Las suaves notas intentaban hacer más duchos mis ásperos oídos.
(1) Casera, casero. Definición que se usa para llamar la atención del posible comprador. El vendedor se dirige al futuro comprador ofreciéndole su producto. Ejemplo: “Casera, aquí tiene los mejores tomates reservados para usted”.
...el tren deja de pasar por allí para pasar por otro lado, un pueblo muere para que otro crezca...que pena, pero como bien dice el vendedor...hay que seguir vendiendo, para vivir...un abrazo...
ResponderEliminarMe gustan estos retazos de vidas ignorados por muchos. Me pregunto si nuestro destino no será volver a estas actividades casi olvidadas, despoblando las grandes ciudades y realojándonos en las ahora abandonadas casas de pueblos y ciudades pequeñas.
ResponderEliminarEvidentemente este mundo occidental requiere cambios radicales, y por su propia supervivencia, lo habrá ...
Abrazos, Jan
Habla Guillermo de tiempos mejores en el pasado de Llay Llay. Hay nostalgia en sus palabras.
ResponderEliminarMe imagino la humildad de su vida. Ni siquiera es el dueño de las habas, sino un asalariado. ¿Cuánto puede ganar este hombre vendiendo habas para otro?
¡Qué difícil es la vida! ¿Verdad, Jan?
Un fuerte abrazo.
Tiempos mejores. Sin duda todos recordaremos tiempos mejores en algun momento de nuestra vida. Pero cuando te los hace recordar la necesidad, es que los actuales son especialmente duros.
ResponderEliminarLeo esta entrada y vienen a mi memoria historias contadas por mi abuela, de su pobreza, de su lucha y de su ilusion por superar los duros tiempos que robaron su infancia y su juventud.
Que suerte tenemos!!!
Un abrazo
Por aquí se ha dado ese triste fenómeno de ver morir los pueblos después de haberse matado los trenes. Lógica consecuencia de aplicar a rajatabla recetas neo liberales que sólo predican de eficiencias y de números pero nada tienen que ver con vidas y pueblos.
ResponderEliminarComo siempre, la excusa de tus fotos son motivo para encontrarnos con una historia muy humana.
Un abrazo!
esto de los trenes y los pueblos abandonados es una pena, pena que por algunos intereses crematísticos los trenes dejen de llegar o pasar por algunos lugares que en mucho dependian de ellos, de los visitantes o mercancias que trajeran y llevaran. la historia de guillermo no es tan lejana, aqui en la vieja España hay mas de un ejemplo parecido. buen texto como siempre tan oportuno y tan bueno de leer. fuerte abrazo
ResponderEliminarTodo cambia tan velozmente... en algun momento de la historia de esta, mi tierra Xochimilca, cruzaba un tren, que de igual manera le daba otro sentido a la comunidad, a la economia, en él se transportaban lechugas, animales, flores, calabazas, manta... era todo un reflejo de como se persivia la vida en ese entonces.
ResponderEliminarEse tren se perdio por los años 60´s para traer un tren electrico y ahora uno mas moderno aún, en el proceso también se modificó el estilo de vida de la gente por otros factores, y en el presente solo se traslada gente para llegar a sus oficinas o empleos que se encuentran en las afueras de Xochimilco.
Un gran saludo de Xochimilco México y gran tiempo !
bel eterna.
¿Este olorcito de Habas con morcilla, verdad, Jan?
ResponderEliminarPetonets.. molts...
bonita y entrañable historia, rematada por una estupenda receta de habas españolas, pero seguro que el vino de Chile era estupendo, saludos
ResponderEliminarDebería vender habas mágicas, para escalar hacia la gallina de los huevos de oro.
ResponderEliminarEn todas partes cuecen habas, amigo Jan; desde el Círculo Polar hasta la Tierra del Fuego.
ResponderEliminarBuenos días, Jan Puerta:
ResponderEliminarEn la cara de Guillermo se ve la alegría de los pobres, cuando consiguen lo imprescindible para sobrevivir.
Yo le habría comprado dos kilos, y seguro que al prepararlas para cocinar hubiera comido unas cuantas, así tal cual.
- Pero son demasiadas. Estáis invitados a la mesa. ¿Queréis probarlas?.
Saludos. Gelu