Notas desde el asiento de un autobús…
Es abril. No importa el día y mucho menos el año. Acabo de sentarme en el autobús. Me espera un viaje de no se cuantas horas. Lo que para mi significa agobio y sufrimiento. Moderado, pero sufrimiento al fin y al cabo.
Miro mi billete antes de guardarlo en la cartera. Lo mezclo con los de otros viajes previos, como si fuera una carta más, en una baraja de póker. El ayudante del conductor, cuenta los pasajeros, y el vehículo fabricado en Brasil, empieza a rodar…
Abro la libreta y anoto unas cuantas palabras sin sentido. Saco la cámara de mi bolso de mano y repaso las últimas fotos realizadas. La última, mientras me dirigía con paso firme a la terminal de los autobuses. Rodoviário le llaman por aquí a las terminales. La imagen, me tiene un tanto intrigado. El cristal resquebrajado de una mampara de seguridad. Observo sus líneas, sus tonos. Su composición que me hace pensar. Su ausencia de vida a pesar de los reflejos que provocan los faroles encendidos…
Miro por la ventana y las luces del alba todavía están envueltas en un misterio constante. Según avanzamos pierden su luminosa nocturnidad. La ausencia de casi todo deja paso a un reguero de personas que apresuradas se dirigen a sus destinos. Miro la imagen de nuevo. Su quietud. Su calmo equilibrio entre la ausencia y el todo. Imagino a una persona caminando sin rumbo aparente. Sin destino que lo oriente ni fin que justifique sus pasos que a fecha de hoy pueden ser considerados perdidos.
Todo lo que supone fragilidad despierta en mi, cierta curiosidad. Tal vez por esto me gusten los amaneceres. Son efímeros, volátiles. Nacen y mueren casi sin haberse dejado sentir.
Miro mi billete antes de guardarlo en la cartera. Lo mezclo con los de otros viajes previos, como si fuera una carta más, en una baraja de póker. El ayudante del conductor, cuenta los pasajeros, y el vehículo fabricado en Brasil, empieza a rodar…
Abro la libreta y anoto unas cuantas palabras sin sentido. Saco la cámara de mi bolso de mano y repaso las últimas fotos realizadas. La última, mientras me dirigía con paso firme a la terminal de los autobuses. Rodoviário le llaman por aquí a las terminales. La imagen, me tiene un tanto intrigado. El cristal resquebrajado de una mampara de seguridad. Observo sus líneas, sus tonos. Su composición que me hace pensar. Su ausencia de vida a pesar de los reflejos que provocan los faroles encendidos…
Miro por la ventana y las luces del alba todavía están envueltas en un misterio constante. Según avanzamos pierden su luminosa nocturnidad. La ausencia de casi todo deja paso a un reguero de personas que apresuradas se dirigen a sus destinos. Miro la imagen de nuevo. Su quietud. Su calmo equilibrio entre la ausencia y el todo. Imagino a una persona caminando sin rumbo aparente. Sin destino que lo oriente ni fin que justifique sus pasos que a fecha de hoy pueden ser considerados perdidos.
Todo lo que supone fragilidad despierta en mi, cierta curiosidad. Tal vez por esto me gusten los amaneceres. Son efímeros, volátiles. Nacen y mueren casi sin haberse dejado sentir.
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Copyright © By Jan Puerta 2008
Texto y fotografías con copyride del autor.
Yo alucino. ¿Te pasas la vida viajando y sacando fotografías? Porque eso das a entender con tus muy interesantes posts... Besotes, M.
ResponderEliminarson especiales los amaneceres, los sonidos, las imágenes, las sensaciones son muy distintas a como se perciben en cualquier otra hora
ResponderEliminary si, Rodoviario le dicen (y después de tantos años de oirlo todavía me suena raro)
un abrazo,
Amanece la fragilidad...
ResponderEliminarVaya título, lo dice absolutamente todo. Me encanta.
Un saludo para todos tus perros de papel.
J.
Distintos amaneceres en distintos destinos, es lo que obtiene el Caballero Andante càmara en mano, e ilusiones espirituales.
ResponderEliminarUma ambiente muito interessante criado nesta imagem.
ResponderEliminarLos viajes, Jan, me causan siempre un sufrimiento indecible, y no te cuento nada si son al amanecer; entonces tienen ya tintes de "paseo" hacia la muerte. Hace más de veinte años que no viajo en autobús, lo que ha hecho más llevadera mi vida durante este período de tiempo. La última vez fue un viaje a Bilbao. Estúpidamente hice caso a la recomendación de mi esposa de cambiar la libertad y el maravilloso riesgo de mi automóvil por la claustrofobia apestosa rodeada de extraños de un autobús.
ResponderEliminarY eso que la ventanilla no estaba rota como la de tu fotografía y aun pude disfrutar del paisaje de la autopista.
Um blog pode ser um mundo.
ResponderEliminarO seu é.
Também busco o silêncio, ou silêncios, creio que há muitos.
A primeira coisa que fiz na vida foi brincar...imaginar...
Imagina, brinca, cria...
Meus votos para 2011!