Hoy tenía previsto publicar la segunda parte del Sheriff de Quillota. Pero algún problema de última hora me hace improvisar con otro personaje. El próximo lunes seguiremos con la saga de don Aníbal Ríos Montt.
"BERTO"
Berto “Limpiabotas profesional”
.- Amigo, ¿cuánto tiempo hace que se dedica a limpiar zapatos?
.- No sé… Tal vez treinta o cuarenta años. No los conté nunca.
y… ¿siempre en la misma ciudad?
Se queda un momento pensativo y me dice…
.- Usted pregunta mucho. ¿No será del gobierno?
Se empieza a reír a carcajadas mientas yo le secundo la sonrisa, pero con mas timidez que la que el muestra.
.- Mire, he estado trabajando en Bolivia, en Perú, en Colombia. También en Costa Rica y Panamá. En todos esos países limpié muchos zapatos.
.- De todos ellos, ¿donde tratan mejor a los zapatos?
Sin casi darme tiempo a formular la pregunta me dice…
.- Colombia. Los terratenientes, gustan de presumir con sus botas bien brillantes. Además te dejan una buena propina. Siempre.
.- Caray, no lo sabía.
.- Son muy dandis… y las colombianas, miran mucho los zapatos.
.- ¿Por qué?
.- Si el zapato o la bota se ven nuevas, quiere decir que hay plata.
.- Será como en todas partes, ¿o no?
.- Los que tenían cafetales así me lo decían.
.- Con algunos, hablo de beisbol, con otros de política o de boxeo. Los hay para todo. Y claro, hay que leer para saber de qué se va a hablar.
.- Siempre había pensado que los barberos y los limpiabotas eran como confesores de sus clientes.
.- ¡Ay! Si yo le contase.
.- Cuénteme algo pero sin darme nombres…
.- A veces veo pasar por la calle alguna mujer que parece muy decente y en cambio yo sé que hay varios que se acuestan con ella.
.- Pero esas cosas, un caballero no debe de contarlas nunca.
.- Los caballeros cuando hablan de conquistas olvidan su caballerosidad. Les puede el ego. ¿Sabe?
.- Caramba. Y usted cuando ve a esas mujeres ¿qué piensa?
Berto sonríe maliciosamente, se incorpora y se acerca a mi oreja y me dice casi susurrando…
.- Me la imagino conmigo en la cama.
.- ¡Es usted un pícaro amigo!
.- Es que algunas hembras están muy buenas. Pero que muy buenas.
.- Y sus maridos ¿mientras tanto?
.- Pues trabajando o tal vez con otra.
.- Todos se ponen los cuernos.
.- Y quien no los pone cuando tienes delante una belleza como esta…
Me señala una joven de grandes pechos, falda de licra, media melena y la piel muy tostada.
.- Lo entiendo amigo.
.- ¡Pues claro!
Siempre que visitaba Managua, me acercaba a conversar con Berto. Con el recorrí algunos antros demasiado oscuros. También me enseñó rincones llenos de luz y color.
Un día le pregunté si había oído hablar de un limpiador de zapatos muy famoso en España, gracias a una serie de televisión, que se apodaba “Búfalo”.
.- Un Español que le limpie los zapatos hace tiempo me dijo que me parecía a el. Pero nunca he visto su foto.
Al día siguiente, le entregué una foto que le había realizado junto con una imagen bajada de Rafael Álvarez, “el Brujo”. Conocido en su momento como “Búfalo”.
Se la miro y me dijo…
.- Pues sí que se parece a mí. ¿Sabía usted que todos tenemos un doble?
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El lunes 17 de agosto seguiremos con la segunda parte de “El sheriff de Quillota”
La sabiduría no siempre se encuentra en la cabeza de los intelectuales.
ResponderEliminarBesazos.
Cuántas anécdotas! ...andar por la calle enriquece por dentro.
ResponderEliminarhasta cada rato!
Como dice ISABEL HUETE, la sabiduría no siempre se encuentra en la cabeza de los intelectuales. Sobre todo de la vida. Genial tu limpiabotas. Besotes, M.
ResponderEliminarPor aquí desaparecieron los limpiabotas que conocí de niño: personas que se conocían toda la ciudad y la naturaleza humana.
ResponderEliminar¿Volverán con la crisis? ¿O será que ya las mujeres no se fijan en lo lustroso de un zapato?
¡Ah el "limpia" de la Cafetería Pinedo en El Espolón de Burgos, rigurosamente vestido de negro y educadísimo, Sr. Portillo por aquí, Sr. Portillo por allá y no tendría yo más allá de dieciseís años. Y su cajoncillo lleno de tesoros prohibidos: el Lui y el Penthouse; Winston y Chester de contrabando... y condones. El único lugar de la ciudad donde era posible encontrarlos, americanos, por supuesto. "Me ha llegado el Play Boy, Sr. Portillo, esta vez viene cosa fina". "No gracias, Pedro, ando a dos velas, mi padre me ha dejado sin paga hasta que las ranas críen pelo por escribir indecencias, ya vé usted, pero deme un repasito a los zapatos, que para eso sí que me llega y el lustre en los zapatos es lo último que debe perder un muerto de hambre". "Diga usted que sí, Sr. Portillo".
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