Las ciudades no me atraen en exceso. Soy como un ave de paso. Voy, miro, observo y no me dejo seducir por sus encantos. Simplemente regreso a rincones donde el trato personal se vuelve más humano y las sensaciones ambiguas me parecen, menos disparatadas.
De mi última visita a una de ellas, recuerdo el subsuelo. Primera hora de la mañana. Primer metro a mi disposición. Pocas personas a mí alrededor y un mundo diferente en cada estación donde era obligado el hacer transbordo. Los pasillos de acceso a los andenes, siguen teniendo unos desniveles de los cuales no somos muy conscientes. Siguen siendo lagos, en ligera pendiente que siempre desciende cuando vamos en busca de esa serpiente subterránea, en la mayoría de los casos, llamada metro.
Los largos pasillos, son claustrofóbicos, me parece que son algo más altos de lo normal, más anchos si cabe y con buena iluminación. Creo que son demasiado largos y eso te hace sentir extraño en un mundo de soledad subterránea. Otra cosa es andarlos cuando la vorágine humana se aparea en las mismas acciones, en las denominadas, hora punta.
La soledad del subsuelo a primera hora es tal, que cuando te cruzas con otra persona, tienes ganas de hablar con él y compartir, aunque sea efímeramente, un instante.
De mi última visita a una de ellas, recuerdo el subsuelo. Primera hora de la mañana. Primer metro a mi disposición. Pocas personas a mí alrededor y un mundo diferente en cada estación donde era obligado el hacer transbordo. Los pasillos de acceso a los andenes, siguen teniendo unos desniveles de los cuales no somos muy conscientes. Siguen siendo lagos, en ligera pendiente que siempre desciende cuando vamos en busca de esa serpiente subterránea, en la mayoría de los casos, llamada metro.
Los largos pasillos, son claustrofóbicos, me parece que son algo más altos de lo normal, más anchos si cabe y con buena iluminación. Creo que son demasiado largos y eso te hace sentir extraño en un mundo de soledad subterránea. Otra cosa es andarlos cuando la vorágine humana se aparea en las mismas acciones, en las denominadas, hora punta.
La soledad del subsuelo a primera hora es tal, que cuando te cruzas con otra persona, tienes ganas de hablar con él y compartir, aunque sea efímeramente, un instante.
Los músicos que amenizan el silencioso subsuelo, aun no han despertado. El silencio se prolonga y uno termina abducido por el mismo. Me cruzo con personas y todas tienen el mismo denominador común en sus rostros. Languidez impávida. Una enfermedad crónica del siglo XXI. La sensación y la ausencia de algo que nos motive, parecen ser los primeros síntomas antes de caer en tal estado. La poca gente camina como si fuesen presa de un experimento global donde la semiología los esté utilizando como ratas de laboratorio. Por eso, y para diferenciarme de los demás, sonrío abiertamente y saludo con un enérgico buenos días a todo aquel o aquella con la que me cruzo. Mi actitud, no despierta de la indiferencia a la mayoría. No soy capaz de romper su monótono cansancio aparente.
Desde lo alto de uno de los puentes subterráneos, observo a dos personas trajeadas que caminan con cierta rapidez. Escucho que se acerca otro metro. El suelo, tiembla levemente y un rugido que parece apocalíptico, deja vislumbrar un haz de luz, que aparece de pronto saliendo por la boca del túnel. Tengo tiempo para cambiar la ISO de la cámara. Enfocar y disparar. Se abren las puertas y nadie sale por ellas. Me apresuro a bajar corriendo contando al mismo tiempo los setenta escalones que me separan de las entrañas del vagón. Entro justamente cuando unos pitidos indican el cierre de las puertas. El vagón acoge a tres personas. Me siento delante de dos corbatas que hacen juego con los calcetines. Jadeante pero sonriente. No disimulo mi falta de forma física. Miro fijamente a sus dueños y les arranco visceralmente, unos buenos días. Rompiéndoles así la monótona situación que se ven obligados a vivir a diario…
No me gustan las ciudades. Sé que no le gusto a las urbes. Aunque a veces hemos de soportarnos mutuamente…
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“Amaneceres personales”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor.
Hace más de treinta años que no bajo (o subo) no se como como decirlo porque en España diríamos coger el metro, expresión equívoca en algunos países de América del Sur. Bueno, dígase como se diga, una cosa conservo de ese medio de transporte antiquísimo y peculiar: su olor. El olor peculiarísimo de los antiguos vagones de madera pintados de rojo del Metro de Madrid. Un olor ni bueno ni malo que en cierto modo se asemejaba al de los autos de choque. ¿Porqué no fabrican ambientadores con aromas nostálgicos? Por ejemplo ambientador con aroma a vagón de metro antiguo, o a bocadillo de calamares fritos, o a sala de cine de barrio, o a sacristía, o un aroma cuya sola evocación me provoca una erección: el de ambientador de discoteca de los años setenta. ¿Quién dijo que sólo las flores o el mar huelen como Dios manda?
ResponderEliminarHe bajado a varios metros y esas sensaciones que cuentas me los recuerdan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como me gustaba el "underground"!!
ResponderEliminarSiempre lo recuerdo. En "King Cross", habìa una cantidad de mùsicos, que ya me conocìan, yo daba propinas de una libra!!! (pagaba la empresa, of course)
Me gusta la estètica del blog. Y lod e la "resoluciòn", no sè.
Nunca pasè de la "Kodak fiesta".
pues a mi me gusta la ciudad en general y el metro en particular, lo he usado desde bien pequeño, lo he visto crecer y hacerse mayor y me encanta patearme las estaciones y los pasillos. me ha gustado eso que mencionas de para diferenciarte de los demás, ¡viva la diferencia! eso nos hace únicos querido amigo pero que triste que en este caso la diferencia sea por saludar al projimo ¿quiero esto decir que es lo normal no saludarnos? parece ser que sí, que así vivimos los unos con los otros, en fin, dejemoslo aqui. gran texto como siempre. fuerte abrazo
ResponderEliminarHOLA AMIGO, TE DEJO UN SALUDO Y QUE DISFRUTES DEL FIN DE SEMANAAAAAAAA
ResponderEliminarCHRISSSSSSSS
Apreciado Jan:
ResponderEliminarComparto tu opinión, aunque siempre me ha fascinado el subsuelo de las ciudades, pero no me refiero al metro como medio de transporte sino a sus rincones ocultos, a sus redes de alcantarillado (con ¡tantas historias!). Conocí hace años a un operario de mantenimiento de alcantarillas y estaba fascinado con su trabajo, aunque suene extraño.
Un fuerte abrazo.
Jan, estoy de acuerto contigo. No me gustan las grandes ciudades, ni el subsuelo.
ResponderEliminarA mi, me produce la sensación de que "absorben" en todos los sentidos.
He visto amigos comunes y queridos, como el Gaucho..
Me alegro mucho de que me hayas contactado.
Nos leemos Jan.
Besos a ras del suelo...
...en este caso, el tamaño si que importa verdad?...jajaja...yo también me agobio en las grandes ciudades, se de lo que hablas...un abrazo...
ResponderEliminarNo lo cojo amenudo. En Almería tenemos playa, pero metro... jaja, pero recuerdo las sensaciones que me producía cuando vivía en Madrid, y como eso que describes de bajar saltando escalones para no perderlo no podía hacerlo, ya que tengo una fobia "rara" a bajar escalones corriendo.
ResponderEliminarPor lo demás, sé de lo que hablas.
Esa clase de soledad tan característica del que está rodeado por gente desconocida.
Me gustó la foto pero hoy me quedo con el texto, me trajo recuerdos ;).
Un abrazo
Estoy completamente de acuerdo, amigo.
ResponderEliminarUn enorme y cariñoso abrazo.
Me recordò las "Memorias del subsuelo" o desde el subterràneo que dijeran otras traducciones, de Dostoyevski. Ese mismo ambiente de soledad, de aislamiento..., aunque el ruso lo inunda de una enorme confusiòn. Tal vez, como la confusiòn y adormilamiento de la que no han salido esos pasajeros que tan bien describes.
ResponderEliminarPaso "pabajo".....
Yo soy un urbanita en ligera excedencia. Me encanta Madrid, con sus ventajas e inconvenientes, pero hace años que decidí vivir en las afueras. También tiene sus incomodidades, como el gran atasco matinal y vespertino que se forma para llegar y salir de Madrid.
ResponderEliminarPero, que me despierten los pájaros y la quietud que se respira en mi zona, son impagables.
Sin embargo, cuando viajo fuera de Madrid, si el viaje dura más de una semana, echo mucho de menos mi ciudad.
Yo no suelo viajar en metro, salvo ocasiones especiales. También tiene sus inconvenientes, pero si quieres llegar a tiempo a un sitio, el metro es la mejor y la única opción.
en cuanto a la soledad de las grandes ciudades, tienes razón. A veces estamos rodeados de gente y estamos inmersos en la más tremenda soledad. Quizás empezando a saludarnos, se podría paliar.
Magnífico texto, amigo.
Un abrazo.
Bona nit Jan: Ja ho saps, segueixo pensant que fas aquestes entrades tan estupendes no solament perque en saps moltíssim, també, perque et lleves molt d´hora, la ment de bon matí funciona y está molt mes desperta i inspirada.Gracies per compartir els teus pensaments escrits
ResponderEliminarJan, creo que somos capaces de vivir (sobrevivir) en cualquier lugar que nos inventen, así somos los humanos.
ResponderEliminarGenial tus "buenos días" en el metro, te mirarían sorprendidos y seguro que lo comentaron en casa como la anécdota del día.
Un saludo!
Saludos, Jan. Capturaste bien el instante del amanecer del subsuelo. Es un tipo de amanecer que a la mayoría de gente le cuesta comprender, pues la sensación de soledad subterránea del subsuelo, esos largos pasillos, imágenes oníricas que quedan difuminadas bajo la presión de las profundidades de la tierra, tornan nuestra mirada lánguida porque cuestan de comprender.
ResponderEliminarPero no hay observador más avispado que aquel que gusta de la pura observación. A altas horas de la madruga, el silencio nos observa y nosotros a él, la música desaparece y algo nos mueve a capturar ese instante, precioso para el observador curioso, pero vacío para el observador dormido.
Enfocas y disparas, recuerdas que continua habiendo una luz que sale por la boca del túnel y se abre la puerta, Jan Puerta. Y te encuentras con una tríada misteriosamente perfecta, que se hace presente en dos corbatas a juego con unos calcetines. Sonríes...
Por eso uno huye de las ciudades y su cámara se dirige a la busca y captura de sus propios instantes y palabras.
Me encantó tu foto y tu relato.
Besos con cariño, amigo.
¿TE has fijado, querido amigo, que en tu foto todo pasa, menos el suelo? Qué picado.
ResponderEliminarLas ciudades y los metros... buena metáfora de nuestra condición humana, la soledad del hombre en la ciudad.. buena reflexión ..
ResponderEliminarJan, creo que podrías suscribir aquel titulo de una ya antigua pelicula española que se llamaba "La ciudad no es para mi". En tu caso no es una queja sino una afirmación existencial.
ResponderEliminarLas grandes ciudades se han convertido en unos entornos poco acogedores. La necesidad de dar un espacio común a tantas personas hace que se deshumanicen.
¿Has visitado últimamente un gran aeropuerto? Yo he llegado a la conclusión de que los han hecho para que nos sintamos pequeños y perdídos en nuestro propio pais.
Un abrazo.
Es que allí también, con tu cámara, amanece.
ResponderEliminarBesos