La naturaleza tiene una caprichosa morfología que me sorprende entre otras cosas, por estar llenas de vida. Son pequeñas obras de arte que por sus formas merecen el placer se ser contempladas sin prisa.
La imagen de hoy me trae ciertos recuerdos…
Hace un tiempo, me encontraba en un lugar que para darle nombre y perpetuar su anónimo destino, llamaré Sumatra. Allí había viajado atraído por una leyenda local donde se hablaba de animales diferentes, casi extintos, que habitaban en un misterioso valle remoto, rodeado de montañas de niebla perpetua, que gracias a su complicado acceso han podido sobrevivir a la vorágine humana.
Al preguntar a los lugareños por ese rincón, nadie me supo hablar del mismo. Unos por desconocimiento y otros, por miedo a que su descubrimiento terminase con el misticismo ancestral que habitaba en el mismo. Una vez agoté todo mi encanto occidental ante los habitantes de esa región remota, decidí dar una vuelta en su mercado. Allí, un viejo mercader, me ofreció un pergamino que por su aspecto debía de tener más de un centenar de años. Una vez en la casa donde me alojaba, descubrí un mapa que solo se podía ver a trasluz. Decidí seguir las indicaciones. Partí a las tres de la mañana para adéntrame en la espesura del bosque y comencé a subir hasta lo más alto. Primero la luna llena me permitió caminar sin dificultad a un buen paso. Después, una espesa niebla, me acompañó durante dos días hasta que se trasformó en una neblina que poco a poco iba perdiendo su densidad hasta dejarme ver un hermoso y frondoso valle con grandes explanadas desde la atalaya donde me encontraba.
La imagen de hoy me trae ciertos recuerdos…
Hace un tiempo, me encontraba en un lugar que para darle nombre y perpetuar su anónimo destino, llamaré Sumatra. Allí había viajado atraído por una leyenda local donde se hablaba de animales diferentes, casi extintos, que habitaban en un misterioso valle remoto, rodeado de montañas de niebla perpetua, que gracias a su complicado acceso han podido sobrevivir a la vorágine humana.
Al preguntar a los lugareños por ese rincón, nadie me supo hablar del mismo. Unos por desconocimiento y otros, por miedo a que su descubrimiento terminase con el misticismo ancestral que habitaba en el mismo. Una vez agoté todo mi encanto occidental ante los habitantes de esa región remota, decidí dar una vuelta en su mercado. Allí, un viejo mercader, me ofreció un pergamino que por su aspecto debía de tener más de un centenar de años. Una vez en la casa donde me alojaba, descubrí un mapa que solo se podía ver a trasluz. Decidí seguir las indicaciones. Partí a las tres de la mañana para adéntrame en la espesura del bosque y comencé a subir hasta lo más alto. Primero la luna llena me permitió caminar sin dificultad a un buen paso. Después, una espesa niebla, me acompañó durante dos días hasta que se trasformó en una neblina que poco a poco iba perdiendo su densidad hasta dejarme ver un hermoso y frondoso valle con grandes explanadas desde la atalaya donde me encontraba.
Mientras bajaba, mis ojos no daban crédito a todo lo que veía. Toda la vida que allí encontraba se me antojaba diferente. Descubrí entre otros, a unos animales magníficos por su porte y elegancia. Mitológicos diría. Sus lomos estaban a poco más de un metro de altura, pero sus largos cuellos, cubiertos de puntiagudas escamas para defenderse de sus predadores naturales, alcanzaban los tres metros y medio en los ejemplares más adultos. Sus cabezas, llenas de múltiples ojos, con una visión periférica de 360 grados. Estos se transforman en una especie de tenáculos para asir a la presa y posteriormente devorarla. Sus pasos iban precedidos de un sonido melodioso que provocaban con sus pestañas, capaz de taponar los oídos más sensibles desorientando a sus indefensas victimas. Tal sinfonía terminaba por hipnotizar a su víctima, sumiéndola en un trance letárgico para después ser devorada sin sufrimiento aparente. Parecían tener un hambre insaciable.
Los vi vivir en grupos, donde había un líder para cada manada. Una especie de macho alfa con la peculiaridad de que este era hermafrodita hasta que dejaba de ser el líder. Solo en su nuevo estado podrá gestar su descendencia. Podrían ser territoriales y no aceptar nunca a miembros de otros clanes. Estos detalles "criptozoológicos" me los contó el profesor Hartman quien llevaba veintiséis años sin salir del valle.
Después de los días que compartí con el singular científico, llenos de intensas emociones, regresé adentrándome en la misma neblina a través de la cual había accedido al valle. Antes de salir de la misma decidí destruir el manuscrito.
No obstante no descarto seguir escribiendo sobre lo acontecido.
Los vi vivir en grupos, donde había un líder para cada manada. Una especie de macho alfa con la peculiaridad de que este era hermafrodita hasta que dejaba de ser el líder. Solo en su nuevo estado podrá gestar su descendencia. Podrían ser territoriales y no aceptar nunca a miembros de otros clanes. Estos detalles "criptozoológicos" me los contó el profesor Hartman quien llevaba veintiséis años sin salir del valle.
Después de los días que compartí con el singular científico, llenos de intensas emociones, regresé adentrándome en la misma neblina a través de la cual había accedido al valle. Antes de salir de la misma decidí destruir el manuscrito.
No obstante no descarto seguir escribiendo sobre lo acontecido.
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Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor.
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Me traslada a parajes imposibles donde el ser humano aún no ha puesto su temible zarpa. Excelente blanco y negro amigo, aunque no lo creas, he vivido este paraje en ausencia de color.
ResponderEliminarun abrazo
Muy buena descripción de un lugar que te colma el alma.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Alicia
Al principio pensaba que ibamos para el Parque Jurásico, pero luego enderezaste la dirección.
ResponderEliminarBella foto y bonitos alrededores.
Besos
Estoy seguro que por allí no pasaba la autopista de la Coruña, dirección salida de Madrid.
ResponderEliminar¡Ja, ja, ja, ja!
Espero con impaciencia que sigas relatándonos historias de ese fantástico paisaje que tuviste la suerte de conocer.
Un abrazo.
Me encantan tus historias y tus fotografias. Mucha suerte.
ResponderEliminarQué bellas formas las de tu Sumatra, Jan.
ResponderEliminarHola Jan, hermoso trabajo fotográfico y convincentes palabras. Te encontré en mi blog "Poésie Erótique". Tengo una hija fotógrafa, le enviaré el link para que te conozca.
ResponderEliminarTe escribo desde Chile ¿de donde eres tú?
Un abrazo y felicitaciones por tus 2 blogs, vi en de los camposantos también, muy singular y bueno conocer esa realidad..que es la de todos..algún día.
ese sitio de seguro ha ser el último bastión
ResponderEliminarel shangri la que todos buscamos
hermoso post jan
besitos de luz
Hola Jan:
ResponderEliminarFantástica descripción de un fantástico lugar.
Mientras te leia era como si soñara despierta, pues iba imaginándome estos exóticos animales y este exótico lugar.
Un abrazo.Montserrat
Bellas fotos.
ResponderEliminar¡Como me hubiera gustado -mas de una vez he estado a punto de decírtelo-, acompañarte en ese viaje, ser testigo de esa belleza, y luego ver fotografiar e inmortalizar el instante en una tan linda foto como esta...!
Increible...
Un abrazo.
Tu historia querido amigo está llena de matices insondables, de sinuosos aconteceres de la vida que salvaje y lejana pugna por por sobrevivir sin mácula ni mano de hombre insensible y cruel.
ResponderEliminarRealidad sí... tan bonito lo escribes, me emocionas y tu fotografía una exquisitez.
No se te ocurra volver al ese lugar tras la niebla sin avisarme.
ResponderEliminarYo
también
quiero
verlo
:-)
J-
Una historia magnífica.
ResponderEliminarSaludos.
mientras iba leyendo este texto me imaginaba un lugar increible para la toma de fotografías y no sólo eso, respirar esa neblina y disfrutar con la contemplación de las plantas y animales descritos en tu relato, saludos
ResponderEliminarHola Jan, por ser tan buen relator de historias como la que cuentas aquí e incluir en ellas esas maravillosas imágenes que las acompañan has sido agraciado con un número de lotería. Que a buen seguro no nos sacará de pobres, pero por suerte, ya somos ricos de espíritu :)
ResponderEliminarArriba a la derecha de http://lahuertademizar.blogspot.com/
podrás enterarte mucho mejor.
Un abrazo de una seguidora silenciosa
Me encanta Jan. Haces que vuele hacia esos lugares que nos describes ilustrado magistralmente por las imagenes y tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias maestro, haces que disfrute tu relato como si lo estuviese recordando. Estas sembraooo!!
ResponderEliminarQué maravilla, y como bien dices, la naturaleza nos descubre parajes increíbles!!!
ResponderEliminarSaludos y feliz día
Bien narrado, sugerente, y precioso.... la fotografía bellísima, como todas las que nos sueles traer.... Saludos :)
ResponderEliminarBuenas tardes, Jan Puerta:
ResponderEliminar- Me ha gustado la historia.Y me ha encantado el final:
..."Antes de salir de la misma decidí destruir el manuscrito.
No obstante no descarto seguir escribiendo sobre lo acontecido".
- La fotografía con tu sello, ya reconocible.
Saludos. Gelu
Estas flores me han llamado mucho la atención, dignas son sí señor, de pertenecer a un posible valle encantado.
ResponderEliminarSlaudos.
Estoy completamente de acuerdo con tu amigo R. Portillo. Despues de las andadas,las neblinas i los madrugones que te pegas siempre, es lógico, que encuentres estas maravillas de plantas i de animales raros como cuentas. Un abrazo grande y gracias por compartir tan exótidas vivencias.
ResponderEliminarLindo relato
ResponderEliminarque estes muy bien.
Todos tenemos una Sumatra en el alma.
ResponderEliminarBesos