Todo sucede a cámara lenta. Un segundo se vuelve eterno y un minuto se confunde con una vida vivida intensamente. El entorno es de una belleza tal que la realidad se mezcla oníricamente hasta hacerme dudar de mis sentidos.
Abro la ventana con los ojos cerrados. Respiro profundamente y me dejo invadir por el salitre que desprende el oxigeno oceánico. Las partículas salubres inundan mi sentido olfativo y me hace emerger de mi letargo nocturno.
La tetera resopla como una vieja maquina de vapor. Desbocada como un brioso corcel corriendo por su libertad. El te me devuelve la calma y sustituye la inquietud del momento por la reflexión necesaria para seguir abriendo el día a mis necesidades.
Hoy seguiré escribiendo. Los días grises incentivan mi intelecto. Nunca se sabe cuando aparecen, pero si que se, que cuando vienen, hay que sacar provecho de ellos.
Vivir alejado de todo y de todos, tiene su recompensa cuando mi vieja maquina de escribir “Erika” escupe las hojas que necesitan tu ego para seguir escribiendo sin cesar.
“Erika” es una maquina alemana que desde hace mas de sesenta años tiene mi familia. Una herencia de esas que uno le da un valor muy peculiar. Intangible pero imprescindible. Solo otro loco maniático a la hora de escribir, podría valorarla como tal, ante una época donde la tecnología a suplido el viejo ruido al teclear por un silencio tan perfecto que parece que donde antes había la actividad frenética de un escritor hoy en día parezca un campo santo.
Los minutos se suceden y las paginas van rellenado un tremendo rompecabezas que algún día uno deberá de poner en orden. Mientras, las gaviotas, sobrevuelan la techumbre y las dos mas viejas, descansan encima del cono de la chimenea. Alguna, mas joven e inexperta se vuelve equilibrista, al optar por el pararrayos. Las demás, deben de conformarse y posarse directamente en el mismo tejado.
En la línea del horizonte un viejo petrolero se lleva al nuevo mundo una buena reserva de oro negro. Algún que otro mandatario se habrá embolsado una buena “coima” aprovechando la situación actual. Siempre ha sido así. Siempre será así. Es la condición humana. No hay mas.
El teléfono me despierta de mis devaneos.
.-Alo!
.-Jan, tengo buenas noticias…
Se corta la comunicación antes de darme las buenas nuevas. Pienso en esa frase que se suele decir… “Si es importante, seguro que volverá a llamar”.
Me siento mirando la línea del cielo. Mis dedos corazones, índices y anulares se dejan llevar por el ritmo frenético que dicta mi consciencia. No se bien cuantas pulsaciones por minuto. Doscientas tal vez. Unas pocas mas. Que mas da, siguen su ritmo mientras la mirada quiere distraerse con todo aquello que la imaginación deja entrever y la realidad comparativa quiere precisar.
Ahora recuerdo las palabras de un amigo escritor que solía decirme…
.-Los relatos suelen conformarse de pequeños matices que llaman la atención del lector.
Vuelve a sonar el teléfono. Alargo la mano y aprieto la tecla de manos libres. Mis dedos siguen jugando con las teclas y mi amigo intenta de nuevo darme las buenas noticias.
.-Iré al grano. Ya tienes la columna semanal asegurada en el suplemento. En un mail, tienes el contrato.
.-Gracias. Lo revisare. Todo bien?
.-Si claro. Todo perfecto. Pensé que darías botes de alegría. Que frío eres!
.-Lo siento. Estaba dejándome llevar por lo que escribo. Lo demás tenia que llegar no crees?. Emocionarte por algo que uno sabe que tarde o temprano le llegara, no tiene mucho sentido, verdad?
.-Claro. Visto así. En fin, al menos…
.-Si.
Antes de colgar añado…
.-Claro que lo celebraremos.
Nos despedimos. Sigo tecleando sin darle mas importancia a lo que es sin duda, un punto de equilibrio en mi maltrecha economía. Una estabilidad para cubrir los gastos básicos y alguna botella de vino tinto extra. Todo premio debe de ser celebrado como tal. Y así lo haré.
La noche cae pronto. Parece que cuando uno pierde la noción del tiempo los días se suceden sin control aparente. Una sucesión de instantes que hace volátiles. Hace mas frío de lo normal. Los últimos días del invierno austral me predispone para encender la chimenea. Al tiempo, enciendo las dos lámparas de aceite. Una pieza de piano suena en la radio. No se de quien es, pero tampoco importa mucho. Es un buen complemento. Pongo a calentar la sopa que no comí al medio día. Intento poner en orden las hojas escritas hoy. Una caja de folios me sirve de improvisado archivo.
Un sorbo de te y el viejo faro que se encuentra al norte, dirige su luz intermitente hacia el sur. Quizás mi nuevo destino. El sur siempre me ha llamado la atención. Aunque una vez llego allí, pienso que en el norte hay mucho por ver. En el fondo mi Madre, tenia toda la razón del mundo cuando me decía que era un culo de mal asiento.
Si no fuera por que he encontrado mi propio paraíso, bien seguro es que hace días habría emigrado a otro rincón.
Enciendo una barrita de incienso tibetano. El horizonte se llena de luz. La luna, hoy esta en su pleno apogeo. Al tiempo que emerge del horizonte. Una silueta de un barco se cruza por delante dándole al instante tintes mágicos. Todo sigue su curso. Todo mi mundo se reduce a mis pensamientos…
Me acuesto. Otro pianista sigue amenizando el silencio paradisiaco donde me encuentro. Pero en lugar de romperlo, lo complementa. Curioso, no?.
Mañana revisaré el contrato. Añoro los contratos de palabra. El honor entre dos personas. El valor de dar la palabra y no tener que preocuparse por su incumplimiento. Sin duda, no vamos bien. Espero que al menos no haya letra pequeña.
Copyright © By Jan Puerta 2008
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