“El final de una historia es simplemente el prologo de otra que está por empezar”
El día 4 de diciembre, mientras varios componentes del grupo de lectura del Quijote se metían entre pecho y espalda una olla podrida y la regaban con buen vino tinto, yo intentaba hacer lo mismo pero con más humildad que incluso la mostrada por Sancho cuando la necesidad era participe del hambre. Mi menú no tiene mucha importancia. La distancia… si.
Pero lo que si os diré es que escribí varias notas a lo largo del día, las cuales os reproduzco a continuación.
Brindé en secreto con un buen caldo chileno. Tinto del 2008, con una etiqueta que decía Oveja negra.
Hacer un clic en el enlace. Un excelente vino para tal ocasión. Regalo de un alumno mío a quien intenté orientar un poco, en algunos conceptos fotográficos que me parecía que debía de pulir.
Estas palabras que fui anotando al tiempo que la botella se vaciaba son como una dedicatoria a todos vosotros que semana a semana, habéis dedicado ese tiempo en encerraros dentro de un libro, formando parte del mismo. Siendo parte de la obra en sí. Personajes anónimos cervantinos cuya forma y destino aparecen cinco siglos después para seguir gritando en voz alta que la obra que algunos han querido enterrar desde hace tiempo, está más viva que nunca. Menudo elenco de personajes ha unido Cervantes, de la mano de
Pedro Ojeda.
Tampoco puedo olvidar a otros amigos quienes acudían a la cita de los jueves, sin mucho ruido pero llenos de curiosidad quijotesca.
Algunos proyectos se han quedado en el camino, pero no descarto realizar alguno de ellos, más asequibles y quizás más fácil de lograr, con el buen tiempo austral que se avecina.
¡Va por todos vosotros!
La imagen para el día de hoy, 6 de diciembre, es una alegoría a la soledad. Un alegato a compartirla y hacerla más llevadera.
Un perro de los muchos que encuentro a diario, en una playa solitaria, mirando el océano. No comprendiendo nada pero sintiéndose arropado por la propia inmensidad de lo que hay delante.
Pensando en un cuatro de diciembre de 2010
Que cerca me quedaba Burgos cuando no tenía ningún motivo especial por ir. Qué lejos me queda cuando el deseo y la necesidad van unidos de la mano.
Hay días en que uno mira el calendario y siente una especial motivación por vivirlos. Días especiales, de esos que cuando los analizas después de un tiempo te das cuenta que nunca los podrás olvidar. Son jornadas llenas de magia. Instantes donde todo lo que sucede esta precedido de otro momento de mucha más intensidad. Días por los cuales merece la pena vivir.
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Los que habéis seguido mis entradas de los jueves, sabéis que estaban dedicadas a la lectura colectiva de Don Quijote de la Mancha, dirigida esta por Pedro Ojeda creador del blog La Acequia. Muy a mi pesar, hace un par de semanas, el capítulo 74 de la segunda parte ponía fin a la obra y parecía que tras el fin o the end que dirían los más cinéfilos, todo terminaría. Pero no, Cervantes es algo más que un escritor. Don Quijote, Sancho y los demás personajes también. Y… los que hemos participado en mayor o menor grado, también somos algo más que meros participantes en un proyecto tan loco -o más- que alguno de los capítulos que nos ha tocado comentar en voz alta.
El final de la obra, coincide con el inicio de nuevos proyectos. Don Pedro, nos informara puntualmente de ellos.
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Hoy toca de nuevo hablar del Quijote. Hoy, me siento obligado a volver a su redil…
Espero impaciente la entrada de Pedro Ojeda. Sé que otros integrantes de la locura que nos contagio Don Pedro al iniciar esa lectura quijotesa, publicaran parte de su experiencia del pasado 4 de diciembre del corriente en la comida quijotesca que tuvo a lugar en la posada de cuyo nombre no quiero acordarme al haber podido asistir.
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Los ausentes, soñamos y nos dejamos llevar por el olor de una olla podrida que debía saber cómo los dioses y que de buen seguro no debió de sobrar ni una triste migaja. Mal para las alforjas de Sancho.
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Imaginando las imágenes que hubiera o hubiese podido realizar siento envidia. Imagino las sonrisas y sonrío dentro de mi aparente soledad en la distancia. Os puedo asegurar que pocas cosas he deseado tanto como el poder haber asistido a esa comilona
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Después de ver con calma todo lo que cuentas los demás comensales, le dedicaré el tiempo necesario a comentar cada una de las entradas.
Menudo buen ambiente envuelto en una placidez digna del mejor grupo de amigos reunidos frente a una mesa llena de buenas viandas, ricos caldos y un mejor postre que ya me diréis cual era.
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Una costumbre es aquella que por mucho tiempo que pase, se sigue manteniendo fiel al lado de uno. Hasta hace unos meses solía llevar siempre algún periódico o libro de bolsillo para ilustrar los momentos “muertos” del día. Léase instantes donde lo que uno vislumbra carece de interés. Hoy a parte de lo que siempre he llevado también ocupa su lugar un ejemplar del Quijote. A veces lo abro por cualquier página y releo un capítulo entero al azar. En alguna ocasión o bien un espejo o el reflejo inconcreto de un cristal me permite verme. Creo parecer un nuevo misionero con mi particular biblia entre los dedos. Buscando salmos y verdades entre las palabras de Don Quijote y Sancho. Sin olvidar alguno de los figurantes de la obra que alguna u otra verdad también dijeron.
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Pasan las horas y tengo hambre de nostalgia burgalesa. Busco en las viejas ilustraciones que durante estos meses he podido encontrar y me centro en una que cuando la vi por primera vez me sorprendió mucho. Esta firmada por Richard Parkes Boningtom quien fuera un excelente pintor especializado en paisaje. Nacido en Nottingham en 1801, falleciendo en Londres a la temprana edad de 26 años víctima de la tuberculosis. Sus obras, están entre otros grandes museos, en el Louvre.
En esta ilustración que dibujó para la edición del Quijote de 1822, refleja en los ojos de nuestro estimado protagonista ese punto de locura que tienen aquellos que en un momento de sus vidas descubren que acaban de encontrar en verdadero sentido a su existencia.
Bendita locura, el haber llegado a ese extremo.
Con un clic sobre las imágenes las veréis más grandes.
Copyright © By Jan Puerta 2010
Texto y fotografías con copyride del autor.