Seguimos recuperando y remasterizando notas de una de mis libretas de anotaciones…
Podría, podría, podría haber sido. De haber podido, seguro que todo sería distinto. Tal vez. No sé… no sé.
Menudo verbo el poder. Y más en su excepción facultativa de… ¡podría!
Pensemos y razonemos por que podemos. Hagámoslo sin esfuerzo, porque no es necesario tal menester. Simplemente razonemos y que sea lo que la divina providencia quiera.
Caminaba sin saber muy bien hacia donde me dirigía. Parecía un poseso interiormente hablando pero cuerdo en apariencia de quien pudiera observarme. Al menos, mi experiencia personal me había enseñado a pasar desapercibido a los ojos de los demás. Otra cosa eran mis temores internos que no paraban de hacerme preguntas. Algunas de ellas parecían fáciles de responder. Sé, que a la mayoría a quien se las contase, me dirían que solo eran nimiedades sin importancia. Términos de duda relativas que el saber o no su respuesta tampoco ejercería ningún tipo de influencia sobre la personalidad... Algo tan de moda incluso para los más escépticos en la materia.
Me detuve unos instantes frente al portón de madera. Sin reloj que sustentase mi tesis pensé que podrían ser las diez cincuenta y cinco de la mañana. Quizás era él perro que siempre quise tener. A lo mejor era la terraza de mi casa.
Pero al alejarme de aquella realidad alguien a quien pregunté, me dijo que eran algo más de las seis de la tarde. El perro, tampoco era el mío. Y la casa era de unos veraneantes ingleses que venían de vez en cuando.
El caballero que amablemente me informó de estos detalles, también le pregunté si por casualidad él que se veía ilustrado y con seguridad en sus respuestas, me podía informar de que se trataba la divina providencia…
.- Amigo, Platón ya afirmaba su existencia. San Agustín rizaba el rizo al definirla como “providencia de la divinidad”. Otros como Juan Damasqueno (mas adelante canonizado) quien repartió su fortuna entre los pobres y hoy en día esta venerado en un icono en el monte Athos estaba empeñado en descubrir los dogmas cristianos entre los cuales se encontraba el nuestro. También se le relaciona con el cuerno de la abundancia. Otros, le dan apariencia de mujer entrada en años venerando su santidad. No sé si me explico.
.- Amigo, quedo boquiabierto de su sapiencia. Me descubro y le rindo admiración y algo de pleitesía.
A lo que me contesto…
.- No lo haga amigo. Solo lea más a menudo. Una enciclopedia es una buena herramienta. En desuso, pero buena para saber las cosas básicas de nuestra existencia. Incluida la santa providencia.
.- Con un ¡ah! interjectivo –por mi parte- nos despedimos sin más. Don Fernando siguió su camino y yo también. La diferencia entre ambos radicaba en que él sabía a dónde dirigir sus pasos mientras que yo, pobre de mí, buscaba donde diablos estaba la mía.
Esta conversación ficticia, pero real en forma pagana, la mantuve oníricamente con Fernando Portillo. De quien en otras ocasiones he hablado en este blog. Me honra su amistad y la distancia no nos permite tener charlas como esta. Menos mal que aun existen los sueños y la imaginación. Sus entradas y su gran personalidad son para mí en más de una ocasión la divina providencia.
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