Algunos días, la desgracia ajena termina por transformarse en el mejor aliado para obtener alguna imagen donde su composición este lleno de los elementos que uno busca al realizar una fotografía, digámosle normal. Podría definirlo como, la acción desgraciada que termina por ser un buen motivo, para realizar una fotografía diferente.
Ayer por la tarde una densa, negra y amenazante columna de humo, oscurecía parte de la ciudad. Se había declarado un incendio, al parecer en uno de los patios interiores de una vieja edificación de finales del siglo XIX y principios del XX. Una soberbia construcción que afortunadamente las llamas respetaron. El incendio, que podía verse a varios kilómetros de distancia consumió miles de cajas de plástico, de esas que se utilizan para transportar bebida en botellas de litro o de más capacidad. La empresa CCU las tenía amontonadas a punto de ser recicladas después de su vida útil. Este tipo de composición es altamente inflamable, además de perjudicial su inhalación.
El fuego se inició rápido. Y en pocos instantes, ese densa columna de humo me recordaba lo efímeros que podemos llegar a ser solamente con el factor inesperado de un incidente con fuego.
Fueron tres horas donde la lucha de los bomberos por apagar el fuego se volvió casi una utopía dada la magnitud del incendio. Afortunadamente y gracias a su esfuerzo, pudieron controlar el fuego.
Una vez realizadas las clásicas fotografías donde la columna de humo era siempre la protagonista, uno empieza a sentirse menos intimidado por la escena y decide ser más fotógrafo que periodista para aprovechar lo que sucede a nuestro alrededor.
El entorno se transforma en un gigantesco estudio donde el decorado por muy dantesco que se nos antoje está lleno de una belleza sutil. Cada encuadre que buscaba parecía estar preparado de antemano. Incluso la medición de la luz y la quietud de los protagonistas te permitían congelar la acción buscando sin prisas aparentes el mejor momento posible para elegir el instante de apretar el disparador.
Cuando el fuego está controlado y un grupo de bomberos quieren asegurar un foco nos podemos encontrar con imágenes como esta:
La imagen de hoy y la de mañana, son un ejemplo claro de lo que intentaba explicar con las palabras. En todo entorno damnificado por una desgracia hay elementos suficientes para buscar el equilibrio visual que necesitamos y buscamos incesantemente cuando salimos a la calle, cámara en mano.
Sirva también ambas imágenes para rendir un pequeño homenaje al cuerpo de bomberos chileno, quien desde su fundación allá por el año 1851, su espíritu altruista ha prevalecido. Su afán de ayuda a los demás no tiene ningún freno. Son personas que dan lo mejor de sí misma para evitar males mayores, no dudando en ofrecer su vida si fuese necesario.
Su gesto diario va mucho más allá de la clásica solidaridad que tantas bocas llena frecuentemente. Son el paradigma de la filantropía.
Continuara mañana…
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