El club de los jueves
Una pequeña perversión
Un crucero de lujo llamado “Hope” naufrago a finales de 1867 a los diez días de haber partido del puerto de Boston con destino a Inglaterra.
Atardecer del séptimo día después del naufragio…
Seis días. Largos y angustiosos. La incertidumbre se había apoderado de casi todos los supervivientes del naufragio. Mrs. Harriet se había pasado las dos últimas tardes, con el sol a sus espaldas, observando el horizonte. Subida a lo alto de la zona más alta de la isla, buscaba algún indicio. Una esperanza en forma de columna de humo de otro crucero o bien la silueta de las velas de una goleta o un bergantín.
Nadie de los supervivientes, tenía la certeza de que se encontraban en una ruta comercial. Pero debían de seguir aferrados a la idea de que así era.
A su lado había preparado una gran pira de ramas secas. También unas hojas de palmera recién cortadas. Así garantizaban el humo blanco para ser vistos. A su derecha, una fogata -más pequeña- ardía para poder prender la grande con rapidez cuando fuese preciso.
Su aspecto era frágil. Pero sus carencias físicas, las suplía con una gran personalidad. Ésta sin duda, se debía a sus nueve años de matrimonio con Harold Ferguson. Un excéntrico hombre de negocios, con una inmensa e incalculable fortuna.
Treinta años separaban al matrimonio y eso, se dejaba notar en algunos aspectos de la vida en común. Por eso, Mr. Harold permitía ciertos deslices a su mujer, siempre y cuando la discreción fuese total. Incluso en más de una ocasión, él había sido testigo de diferentes encuentros. Un día la descubrió casualmente al regresar antes de lo previsto con un joven apuesto. Lejos de incomodarse, se escondió detrás de las cortinas, siguiendo todo el acto con gran excitación de su libido.
Unos meses atrás, Mrs. Margarett Devero, vecina de Harriet hasta que contrajo matrimonio, averigua casualmente los devaneos de su amiga con el beneplácito del marido. Al ser ella, miembro activo de la “Iglesia de la Rectitud Doctrinal”, optó por ser la sombra de la pareja con la intención de encauzar sus vidas de lujuria y desenfreno. Parecía ser que la gente de muchos posibles, no tenía las ideas claras. Desviándose a lo mas mínimo del camino de la rectitud y la moral.
Éste comportamiento, había llevado a las dos mujeres a fuertes enfrentamientos en los encuentros casuales que se habían producido.
La sorpresa de ambas fue mayúscula al encontrarse cara a cara en la cubierta del Hope. Margarett, había decidido viajar, para escribir lo que tenia que ser su primera novela de misterio. Pero sin duda, el encontrase con ella, modificaría sustancialmente su estancia a bordo.
Los pensamientos de Mrs. Harriet, le hicieron retroceder nuevamente al puente de mando, en la madrugada que sucedió el desastre…
Faltaba una hora para que el día empezase a clarear. La mar gruesa requería de cierta precaución. Por eso se recomendó a los pasajeros no salir de sus camarotes. Ese motivo fue aprovechado por Mrs. Harriet para dirigirse hasta la cabina de mando con la intención de seducir al oficial Johnson. Mrs. Margarett se encontraba escribiendo uno de sus artículos de misterio en su camarote. Escuchó unos pasos en el pasillo. Abrió lentamente la puerta y vio a Mrs. Harriet que había salido del suyo. Se puso una bata y decidió seguirla.
Johnson, se aferró a la cintura de Harriet. Sus labios, cerraron sus ojos y las manos se volvieron brisa de caricias sobre la ropa de los amantes. Todo esto sucedía a espaldas del timonel. Quien tenía la mirada fijada en la proa del crucero.
De golpe, pasaron de mar gruesa a mar arbolada. Olas de nueve metros y unas ráfagas fortísimas de viento. El capitán, al notar el cambio, decidió adelantar su turno. Salió de su camarote para dirigirse hacia el puente.
Margarett a través de uno de los ojos de buey, observó la escena entre los amantes. Su indignación era tal que no lo pudo resistir más. Entró de improviso. Con la biblia en la mano alzada. Gritando salmos pecaminosos y el clásico arrepentíos! Pecadores!
Samuel, el timonel, se vio sorprendido por lo que sucedía. Se distrajo de su trabajo. Perdió la proa por un instante. Las dos mujeres, se enzarzaron en una pelea que fue de lo verbal hasta tirarse de los pelos. Samuel dejó el timón para intentar separar a Mrs. Margarett. Johnson hacía lo propio con Mrs. Harriet. El timón suelto giraba sin orden ni concierto. En ese preciso instante, la proa del Hope, encontró la primera ola de la mar arbolada. Una pared de doce metros de agua barrió con fuerza la cubierta. En esto entró el capitán. Sin entender lo que sucedía pero al ver el timón sin dueño, intentó contrarrestar sus movimientos. El crucero escoró a estribor, mientras una segunda ola, golpeaba con fuerza el casco escorándolo hasta una inclinación peligrosa. El Hope, tenia los minutos contados. Se debía abandonar el buque. La sirena de la alarma empezó a sonar. Por megáfono, se indicaba a los pasajeros lo que debían de hacer. Una tercera ola, inundo los accesos a cubierta. Solo dieciséis personas pudieron alcanzar los tres botes salvavidas. El Hope, el resto de los tripulantes y pasajeros, fueron engullidos por el océano.
Harriet abrió los ojos a la realidad. El horizonte se desdibujaba a pasos agigantados. Pronto la oscuridad lo invadiría todo. Johnson subió a relevarla.
Harold, detrás de unos matorrales observaba en silencio.