Dejamos atrás el mundo de las manifestaciones, las reivindicaciones, las luces y las sombras de los últimos cuatro días para adentrarnos en un proyecto muy particular basado en unos relatos que corresponden a las anotaciones posteriores a la realización de las fotografías que los acompañan.
Son parte de unos paseos cerca de casa en una zona rural donde aun parece que el tiempo se haya detenido o simplemente los segundos, minutos y horas pasen de otra manera. A pesar de ello, algunos inconformistas, han decido vender sus propiedades agrícolas dejando la puerta abierta a quienes sin tener dificultades económicas –en este momento- refriegan todo su poder adquisitivo ante quienes se levantan temprano, no para ir a esquiar o a la playa, sino a labrar, sembrar o cosechar sus campos.
Dos maneras de vivir que parecen complementarias pero que son difícilmente compatibles, desde el punto de vista moral.
Es como si la calma del lugar haya actuado de imán, atrayendo la parte contraria de obrar. La tentación por vecino y por norma.
Para la presentación de la serie, que de momento englobare dentro de la etiqueta anécdotas, os dejo lo anotado en la libreta después de haber realizado una fotografía…
Paseo nº 1
Siento un aletear y un cacareo que me resulta familiar. Me acerco en silencio y observo lo que sucede. Veo una gallina que se enfada con una lista paloma que le quiere comer su pienso. La persigue y la corretea mientras un cerdo que aun no le ha llegado su San Benito, parece ignorar la escena a pesar de estar en medio de la misma. Un pequeño perro, descansa su simpatía sobre un montón de paja. Su curiosidad prevalece sobre su frágil apariencia. No es fiero, pero sus ladridos son suficientes para alertar a los dueños de las visitas inoportunas. Mientras todo sucede, el perrito levanta las orejas al escuchar algo que rompe la aparente monotonía del momento.
No hace mucho alguien estaba cortando leña para paliar las frías tardes de invierno que aun siguen vigentes. Dos mulas comen del pasto verde que aún perdura. Parecen ajenas a todo, pero están ahí.
La ropa tendida, permanece inerte con la esperanza de ser mecida por una suave brisa de viento norte que enfría la soleada tarde.
En el campo se viven instantes únicos. Sencillos en su contexto pero ricos en matices que nos hacen soñar en un mundo rural, donde aun es posible, vivir de lo que se produce y ser feliz con lo poco que uno pueda tener. Asintiendo como augurio existencial las palabras dichas por un viejo filosofo en retiro… “lo poco a veces es todo”.
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