A veces me vienen a la memoria ciertos recuerdos que han pasado por mi vida y sonrío mientras tomo un café en cualquier rincón donde me encuentre. Ayer, bien entrada la noche me volvió a suceder…
Me habían hablado de alguien que vivía cerca del manglar. En la orilla derecha. Éste personaje vendía sus pequeñas embarcaciones a remos. Caminé casi dos horas por un pequeño sendero rodeado de un bosque húmedo. Al tiempo que este desaparecía, empecé a encontrar los primeros vestigios del manglar. No fue fácil llegar hasta la casa del simpático personaje. Pero que otra cosa podía hacer? La curiosidad por conocerlo me había cautivado.
Mientras me acercaba a una vieja cabaña de madera, vi a un señor que me observaba con cara de sorpresa. Mas tarde me comentaría que nadie lo visita y la gente que se pierde nunca suele llegar hasta su casa. Aparentaba unos setenta años. Pero podían ser ochenta o sesenta. Nunca se sabe y mejor no preguntar aquello que no te dicen.
Al cabo de unos minutos, me invito a sentarme, al tiempo que le preguntaba…
.-Como se llama usted, caballero.
.-Me dicen Martín. De Martín pescador. El pájaro ese que pesca, sabe?
.-Ah, imagino que será por que usted es pescador como ese pájaro, verdad?
Se quedo un momento en silencio…
.-Ahora ya solo soy un viejo que no pesca. Pero me como el pescado que me traen.
Algunos viejos amigos, suelen pasar con sus pequeñas barcas por delante de su cabaña. En ocasiones, la pesca ha sido buena y algo le dejan. Otras veces, se sientan juntos, comen y hablan de tiempos pasados. De lo poco que les queda después de haber vivido tanto.
Don Martín es y se sabe viejo. Simpático. De conversación agradable y amena. De sus labios, salieron mil palabras en forma de hablillas. Todo sucedió en media mañana. Media botella de vino y cinco o seis pipas de tabaco negro brasileño que alguien le trae de vez en cuando y don Martín consume con verdadera pasión.
.-Y que le trae por aquí?
.-Me han comentado que usted se vendía sus barcas. Cuanto pide por ellas?
.-La que esta sin pintar diez. Y la pintada veinte dólares.
.-Sabe que le digo don Martín… le doy diez dólares. Ahora cuando suba la marea, me voy a dar una vuelta por el manglar. Si traigo algo de pescado lo comemos. Nos terminamos el vino y seguimos hablando.
.-Entonces se queda la que esta sin pintar?
Si, pero además, me quedare a dormir. Y mañana cuando me vaya, le regalo la barca.
Me estrechó la mano. El pacto estaba sellado.
.-Esta usted loco!
Exclamó mientras me daba el remo…
“Anécdotas”
Copyright © By Jan Puerta 2008
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