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martes, 24 de febrero de 2009

Julio, el poeta. 2ª Parte


La casa, el entorno, su día a día.

“De vez en cuando repaso las palabras que el tiempo quiere borrar”

A Tanos se le había despertado el hambre. En su pequeña mochilla, llevaba un buen trozo de queso seco de cabra que puso encima de la mesa colaborando con lo que julio había expuesto encima de ella. Unas galletas que según me contó se las había traído una vieja indígena que un buen día apareció en esa zona selvática, perdida, desorientada y un poco ida de la cabeza. Por su acento, me contó Julio, que podría ser de la etnia de los “Misquitas” (1) pero también podría ser una mujer “sumu” (2). Es difícil incluso para mi que llevo veinte años por estas tierras diferenciar su fonética.
.- El caso es que cuando apareció decidió quedarse. Una mujer aquí siempre viene bien.
.- ¿Se quedó con usted?
.- Le ofrecí mi casa y aquí se quedó. Aunque ahora vive en una cabaña río arriba. Es independiente, pero de vez en cuando viene hasta aquí. Me trae algunas cosas que cocina en un rudimentario horno de leña. Aunque no todas se pueden comer.
.- Estas galletas, ¿de que son?
.- No lo se. Ella muele semillas y después las tuesta, las mezcla con agua y el resultado siempre es diferente. Hay ocasiones que tienen un sabor que me recuerda al mango pero ella me dice que son de otra semilla.
En la mesa no falta la fruta. Los alrededores de la casa de julio parece un verdadero vergel. Papayas y mangos. Bananas, plátanos y nísperos. El Jacote rojo (3) y la piña. Caimitos (4), mamey, (5) zapotes (6) y unos aguacates. Un verdadero surtido para cualquier vegetariano que se precie.
Descubro unos cuantos maracuyas y me dice que allí se les llama “calatas”. Con ella, hace un extraordinario jugo.
.- ¿Por que se le conoce como el fruto de la pasión?
.- Si bebes mucho jugo de calata o comes mucho mamey, te enamoraras de la primera mujer que veas. Altera la sangre y el metabolismo. ¡Hasta de los curas¡
.- En el fondo son personas.
.- Lo son. Normales y nada divinos cuando toman calata.
.- Menuda variedad de fruta que tiene usted aquí.
.- Aquí tiras una semilla de papaya y al año siguiente ya te esta dando frutos.
.- Un paraíso.
Apunta Tanos, quien no para de comer aguacate. Mientras tanto me atrevo con el café selvático. Su sabor es amargo y me recuerda al café. Con el dedo índice saco un poco de la cremosidad que tiene y la pruebo por separado. Mas tarde, descubro cerca de su casa una treintena de matas de café. Julio me comenta siempre han estado allí. Las cosecha, tuesta y mezcla con otras semillas. Ahí esta el famoso café de la selva.



Conservar ciertos alimentos es muy difícil. La humedad reinante hace casi imposible su conservación. La harina, el arroz o cualquier tipo de legumbre, debe de ser consumida regidamente.
En la mesa hablamos un buen rato. Tanos se sumo a la conversación aportando buenos razonamientos a la misma…
.- Siempre que subo aquí, me dan unas ganas tremendas de hundir el bote y quedarme para siempre.
.- ¿Por que no lo hace?
Sin dudarlo me dice…
.- Las mujeres. Me gustan demasiado. Por aquí ya no quedan. Todas se bajan a la ciudad. Y las de la ciudad no quieren subir aquí.
Julio se levanta y viene con una libreta y un bolígrafo. Toma unas notas mientras seguimos conversando.
.- ¿Que hace con todo lo que escribe?
.- Pues lo guardo aquí en las libretas. Pero la humedad no es buena para el papel. De vez en cuando repaso de nuevo las palabras que el tiempo quiere borrar.
Esta vez en su libreta anota unas cuantas palabras. Le pido permiso para leer lo que acaba de escribir. Me acerca la libreta mientras me comenta que falta darle forma, ya que solo anota las palabras y después busca la composición. Mientras me explica su método, leo en el margen de la libreta palabras sueltas… “Frutas, Tanos las come con pasión, un fotógrafo extranjero, el bote río abajo, la vieja y su locura, café de la selva, sensaciones, soledad, comida, día diferente”.
Siento una gran curiosidad es saber como terminaran esas palabras. Se lo manifiesto y me dice…
.- Lo mismo no escribo el poema hasta de aquí unos meses. Depende de la necesidad que se me presente.
.- Usted, don Julio, ¿no encuentra a faltar nada de la ciudad?
.- No.
.- Las cosas modernas. La luz, el teléfono, la electricidad…
.- La noche es para dormir y para estar con una mujer. ¿Para que se quiere la luz entonces? ¿El teléfono para que sirve?
.- Yo encontré a Tanos gracias a el.
.- También lo hubiese encontrado sin el. Siempre ha sido así.
.- Y la electricidad que valor tiene. ¿Me va a mejorar mis mangos, papayas o los caimitos?
.- Pero hay cosas modernas que si que usa… el bolígrafo por ejemplo.
.- Hay cosas útiles en el entorno donde vives, pero otras son innecesarias. ¿No cree?
Don Julio tiene una particular visión de lo moderno. De lo prescindible y aquello que por su utilidad se vuelve simplemente útil.
Hablar con el, es hacer que los valores mas tradicionales de las cosas simples tengan la importancia que debería se siempre mostrada como aval de su funcionalidad. La sencillez de su vida actual, contrasta con todo lo vivido. Con ese retiro que todos soñamos y pocos podemos cumplir por infinidad de razones, entre las cuales la salud es primordial.
.- Desde que vive aquí, ¿Ha necesitado algún día un medico?
.- Como mucha fruta.
Me paso los dos días hablando con Julio. Paseando por los alrededores de la casa. Me enseña una vieja mina de oro abandonada hace más de cien años. Los cuchillos que tiene en su casa los encontró dentro de ella. En una caja de madera.
.- Aun tenían filo –me comenta-
Me deja leer sus cuadernos. La mayoría no tienen fecha.
.- Si les pongo fecha, me doy cuenta de lo viejo que me vuelvo.
Y puntualiza…
.- Si la tienen, es por que merecen ser recordados como tal. Pero los demás, podía haber sucedido en cualquier momento de la historia.
La mañana del tercer día, esta lloviznando. Me sabe mal marcharme de un lugar donde me será muy difícil volver. Julio, se ha levantado pronto. Su ritual diario consiste en poner en el fuego una vieja olla de cobre donde el agua hervirá sin grandes dificultades. Ahí mismo preparara su café. Por la noche me ha preparado diferentes hierbas que considera medicinales o que simplemente te ayudan a no enfermar. Las plantas, me las envuelve en hojas que parecen de banana y las ata con unos filamentos fibrosos que hacen las veces de fino cordel. Dentro de cada atado, me pone en un papel, los nombres de las mismas y sus utilidades. También, una bolsa de su preciado Café. Me indica que como lo prepara y le agradezco la indicación.
Tanos sigue masticando la pulpa de la fruta de la pasión mientras empieza a cargar el bote. Medio del mismo, lo ocupa una buena cantidad de mango y papayas. Antes de irme, Julio me da una hoja doblada y me dice que la lea cuando llegue al barco. No antes. Yo le he dejado dos bolígrafos bic y una libreta que llevaba, a parte de mi bloc de notas.
En el desayuno hablamos como si la despedida no existiera. Julio recuperara su amigable soledad y yo, tendré ese regusto amargo que produce la perdida de una sensación tan placentera como el haberlo encontrado.
No me gustan las despedidas. Le doy la mano y un hasta luego que seguramente será eterno. La corriente nos lleva rápidamente hasta el centro del cauce fluvial. Me levanto del bote y con la mano alzada a modo de saludo me alejo de un rincón del mundo donde he vuelto a recordar que para ser feliz solo es necesaria la voluntad de uno para querer serlo. Eso si, hay que renunciar a ciertas cosas.
Una vez en el camarote del velero, con la bodega surtida de fruta fresca y las hierbas en sus correspondientes frascos. Parezco un naturalista catalogando todo aquello de interés que ha encontrado en su última expedición. Me siento en la cama y desdoblo con cuidado la carta que dio don Julio…

Amigo Jan…
La vieja loca se ha escondido,
Tanos, la quería seducir.
Estos días diferentes…
La casa ha perdido soledad
y la fruta su lento madurar.
El café de la selva nos mantiene despiertos,
Las buenas sensaciones me hacen llorar,
Tu no veras mis lagrimas, la corriente del río te alejara.
Mañana nada habrá sucedido. Todo volverá a ser normal.
20 de febrero de…
Jan, pon tu el año por favor.

Un par de meses después le hice llegar a Tanos las fotografías para que se las subiera a Julio.

  1. Misquitas: Etnia indígena que habita en Nicaragua. En la región denominada Raan.
  2. Sumu: Etnia que habita en la misma región que los Misquitas.
  3. Jacote rojo: Fruto de unos tres centímetros. Alargado. De un color rojo oscuro. Parecido al vino tinto. Muy dulce cuando esta maduro. También de come verde aunque añadiéndole sal.
  4. Caimitos: Del tamaño de una manzana. Color púrpura. Me recordaba la semana santa con las túnicas y los capirotes de ese color. Su pulpa tiene el mismo color. Muy dulce. La piel no es comestible.
  5. Mamey: El fruto se da en uno de los árboles frutales más altos que he visto. Más de quince metros. Se recogen del suelo cuando caen. Su cáscara es gruesa y seca de color café. Su pulpa es muy suave y carnosa. De una tonalidad anaranjada. Dulce. Si se come en exceso es indigesta. Palabras de Julio.
  6. Zapote: Del tamaño de un melón. Tiene en su interior dos semillas. Su pulpa es muy dulce. De un tona casi naranja. Su cáscara tiene diferentes coloraciones en un mismo árbol, dependiendo de la luz solar que reciba. Aunque la mayoría que yo vi era de color marrón oscuro.

“Haciendo amigos”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyright del autor.
janpuerta@gmail.com

10 comentarios:

  1. Que buena historia Jan. Me parece que has andado mucho aca por Centroamerica. En los lugares menos esperados uno encuentra a personajes que dejan algo en tu vida, el caso del poeta es increible. Un abrazo.

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  2. En estos momentos te envidio sanamente.

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  3. Realidades que nos hacen crecer como personas¡¡;))

    UN BESOOOOO AMIGOO¡¡¡

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  4. Te felicito por este texto, amigo Jan. Me ha gustado muchisimo.

    Los males del progreso...ya sabemos como son y las terribles consecuencias que traen aparejadas. Me quedo con ese estado natural del ser humano, estado NO contaminado por la civilización, bella libertad salvaje que se desprende del texto que tan bien has escrito.

    Un abrazo!

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  5. Publicarás esto algún día. Esto no puede quedar así. Te lo digo yo.

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  6. ¡qué historia Jan! La verdad es que he disfrutado leyéndola, y como sé que en parte era tu intención, te diré que esperaba ansioso esta segunda parte ;-) cual desenlace en ua buena película.

    Saludos.

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  7. Fruta en vez de médicos... hay naturalezas que asombran

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  8. ¿Que, me la iba a perder? No señor. Apasionante y preciosa historia. Tengo una envidia que por fortuna en mí siempre es sana. Pero cuanto me hubiera gustado acompañarte en esa cabaña, tomar ese café de la selva y vivir esos días alejado del "mundanal ruido de la ciudad." Felicitaciones Jan, excelente. ¿Cuándo lo publicas? Deberías hacerlo alguna vez. no solo esto por supuesto.

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  9. Julio nos emociona porque encarna un ideal que ha quedado tan lejos como una utopía. Pero a diferencia de las utopías, existe.

    Gracias, Jan, por traernoslo.

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  10. Creo que hasta el momento esta historia es la que más me ha encandilado de las que nos has contado, y te puedo asegurar que la gran mayoría me han encantado, pero esta me ha enganchado como ninguna.

    y sí, siento envidia de este tipo de aventuras. Sigue contándonoslas.
    Un abrazo

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Apreciados amigos…
La gestión del tiempo es uno de mis problemas. En la medida de lo posible, contestaré vuestros comentarios.
Un abrazo