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jueves, 22 de julio de 2010

Condumio

Quien las sabe, las tañe

Si no quieres quedar atrapado por Don Quijote no hagas clic en este enlace:
Los jueves leemos el Quijote con Pedro Ojeda

Cap. 2.59

No sé muy bien el motivo, pero el caso es que no pude publicar el comentario en tiempo y forma. Pero aquí está…

Hablar de la muerte no suele ser fácil. Hacerlo sobre el deseo de morir, se me antoja más complejo. Don Quijote, aturdido por el atropello en que se vio inmerso por su denostada testarudez, por un grupo de toros y algún cabestro en el capitulo anterior, aboga por que Sancho le deje morir. Fruto de un simpar resumen de su vida andante. Parece como si la gota hubiese colmado el vaso y lo sucedido le haya puesto en sus narices la absurdez de sus actos caballerescos.

Cervantes se vale del buen tino de Sancho para hacer recapacitar al mismo Don Quijote, quien ante la locuacidad del escudero no puede menos que darle la razón en sus filosóficas palabras.

El capitulo en sí, parece más simple de lo que esconde. Es necesario leerlo con mucha calma. Sin ninguna prisa. Deleitándonos en sus palabras sueltas puesto que encierran muchos de los pormenores de la propia obra, así como detalles de lo que tiene aun que suceder.

La primera parte del mismo, nos transmite el pensamiento de un viejo caballero andante cansado de todo. Pero cuerdo en sus palabras. En cambio en el momento que decide hacer caso del sabio consejo dado por Sancho vuelve la locura y el intento desesperado otra vez mas porque Sancho termine con el encantamiento de Dulcinea con esos latigazos que aun tiene pendientes.

Sancho, hábil con las palabras, quizás más de lo normal, debido al propio cansancio que acumula Don Quijote, es capaz de ganar tiempo, gracias como no a su verborrea.

Don Quijote, parece haber entrado en un punto de inflexión. La venta que encuentran en el camino, él, la llama por su nombre. Olvidándose que siempre las llama castillos.

En la venta, aparecen Don Juan y Don Gerónimo. Quienes tienen en su poder un libro sobre las andanzas de Don Quijote. Las paredes delgadas hacen que los cuatro terminen platicando sobre el libro, su autor, las falsedades que en él se cuentan y la discreción y las locuras que Don Quijote termina mostrándoles. Gracias a las cuales, los nuevos y efímeros personajes, creen que han estado con el verdadero Don Quijote.

Cide Amete sigue apareciendo constantemente con pinceladas sutiles sobre su persona, su obra y el momento actual que nos está haciendo vivir Cervantes.

Veremos si en el próximo capítulo que será el sesenta, si Zaragoza es sustituida definitivamente por Barcelona, para que los lectores del susodicho libro no crean a su autor.


Grabados quijotescos:

Esta edición de 1923, aunque se distribuyo en un principio en Londres, se enviaron la misma cantidad de ejemplares a Nueva York. El grabado que se incluye en la primera página siempre me ha resultado fascinante. La pose de rocinante y la pinta que tiene con la crin totalmente desaliñada es el complemento ideal a la figura que lo monta. El mismísimo Don Quijote...


y las ediciones de Torino de 1925 así como la de 1933 de París

Con un clic sobre las imágenes las veréis a pantalla completa.

“Quijote”
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyride del autor.
janpuerta@gmail.com

4 comentarios:

  1. Es cierto! la postura tan particular de Rocinante en ese grabado y las crines que le cubren la cara a modo de lana mojada le dan un aspecto muy adecuado para el digno acompañante del Quijote! jejejee

    Un abrazo.

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  2. Hola Jan, acabo de recordar y he ido a vuscarlos a la estanteria de mi hijo, tenemos una edición del Quijote en dibujos ( a veces también con mezcla de fotografías, muy parecido a un comic) de ediciones Naranco (Oviedo) de 1972, son seis tomos, saludos

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  3. Me gustó mucho la frase que don Quijote espeta a Sancho: "yo nací para vivir muriendo y tu para morir comiendo" (o parecida). No la pronunciaré delante de mi costilla, pues corro el peligro de tener que escucharla a diario...¡¡pero en mi contra!!.

    El pobre hidalgo con su alma violentada (y el cuerpo coceado) por los toros, pierde el apetito.
    Cervantes también debió de perder el apetito el día que se enteró de la publicación del Quijote de Avellaneda.
    Ahora bien, si Avellaneda no publica, Cervantes tampoco: estaba dormido en los laureles.

    Un fuerte y cálido abrazo (dicen que hace frío por ahí abajo)

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  4. En efecto: ya hemos visto cómo hay entradas de este tipo, que parecen fáciles y esconden muchas cosas. La imagen quijotesca es excepcional, elegante y sutil.

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